?Consummatum est!
En una pel¨ªcula de Joshua Logan, La leyenda de la ciudad sin nombre, el Lejano Oeste serv¨ªa de marco a un discurso sobre la liberalizaci¨®n de las costumbres, muy del gusto de los a?os setenta. El relato alcanzaba su momento culminante con la visita de un predicador rigorista que anunciaba toda clase de castigos ultraterrenos a unos habitantes que viv¨ªan gozosamente en el pecado. Al final de su alocuci¨®n, les pregunta si prefieren ir al cielo o al infierno, y la respuesta es un¨¢nime: "Go to hell!". Mejor al infierno. Algo parecido a la elecci¨®n que hicieron los espa?oles del ¨²ltimo tercio del siglo XX, cuando estuvieron en condiciones de traspasar la tela de ara?a del nacionalcatolicismo.
Juan Pablo II nunca entendi¨® bien qu¨¦ pasaba con esa "cat¨®lica Espa?a" que evoc¨® con voz dolorida. Los espa?oles segu¨ªan siendo cat¨®licos, al modo de los italianos, pero su baja pr¨¢ctica religiosa les acercaba a Francia. Era el punto de llegada de una larga historia, teniendo probablemente su origen en la posici¨®n de poder alcanzada por la Iglesia en la Espa?a del Antiguo R¨¦gimen, como primer terrateniente del reino, Gran Tutor de las Conciencias y Estado dentro del Estado merced al tribunal de la Inquisici¨®n. Salvo excepciones regionales, la sociedad espa?ola no cont¨® con el tejido socio-religioso que dio vida a la "Europa de los devotos", antecedente de la Europa dem¨®crata-cristiana del siglo XX.
El desenlace de la Guerra Civil no favoreci¨® precisamente la conciliaci¨®n entre Iglesia y libertad. Bien al contrario, impuls¨® la pretensi¨®n eclesial de ejercer de nuevo un monopolio sobre la vida y las conciencias de los espa?oles. La ¨²nica novedad residi¨® en el Opus Dei, con la conjugaci¨®n de fondo reaccionario y esp¨ªritu tecnocr¨¢tico para formar las ¨¦lites de mentalidad conservadora. Fue un movimiento en tijera respecto de la mutaci¨®n registrada en el numeroso bajo clero. Era as¨ª la Iglesia de Josemar¨ªa Escriv¨¢ y tambi¨¦n la del Padre Llanos.
La llegada al pontificado de Juan XXIII y el Concilio Vaticano II parecieron crear un ajuste hasta entonces impensable entre democracia y pensamiento cat¨®lico. Es una orientaci¨®n que en Espa?a culmina con la actuaci¨®n del cardenal Enrique y Taranc¨®n. Claro que en sentido contrario, la derecha tradicional vio con extrema preocupaci¨®n la apertura. De ah¨ª la profunda adhesi¨®n al repliegue que ha capitaneado Juan Pablo II en su cuarto de siglo como Pont¨ªfice. Las aguas volvieron a su cauce. Las tensiones provocadas en la conciencia por un mundo cargado de problemas desaparec¨ªan ante una vuelta a la religiosidad anclada en un concepto tradicional de la fe.
Su dominio consumado de la faceta de comunicador, la atenci¨®n a los problemas internacionales y una cierta tintura social configuraron la fachada de un proyecto de restablecimiento a ultranza de los principios de la religiosidad tradicional. Pero si sus palabras no sirvieron de mucho, la transformaci¨®n interior de la estructura eclesi¨¢stica, con una selectiva pol¨ªtica de nombramientos, alcanzar¨¢ la gran eficacia que ha puesto de relieve el ¨²ltimo C¨®nclave. El hoy pont¨ªfice, cardenal Ratzinger, fue su brazo armado en la labor de censura y poda contra los "enemigos interiores" que intentaban prolongar la modernizaci¨®n teol¨®gica abierta con el Vaticano II. El Opus pas¨® a primer plano. La balanza del poder se inclin¨®, quiz¨¢s por mucho tiempo, a favor de una Iglesia repintada, medi¨¢tica, pero vuelta hacia el pasado en sus posiciones doctrinales y con el a?adido de las excrecencias sectarias de signo neointegrista. El panorama espa?ol es bien ilustrativo de ese peculiar retorno al pasado, con el florecimiento de grupos tales como los Legionarios de Cristo, los Mensajeros de la Paz o los llamados kikos. Llovieron santos y beatos, desde nuestro Josemar¨ªa al mismo P¨ªo IX.
La inteligencia y la tenacidad del Papa Wojtyla han sido ejemplares. No lo es tanto el balance de su gesti¨®n. Y vino un hombre, fue el t¨ªtulo del filme dedicado por Ermanno Olmi a la figura de Juan XXIII. Con Juan Pablo II hemos vuelto al imperio de unas im¨¢genes celestiales alejadas, y en buena medida enfrentadas, a las exigencias del mundo de hoy. La elecci¨®n como pont¨ªfice de su hombre de confianza y brazo ejecutor es tan significativa como que casi al mismo tiempo resulte legalizado en este pa¨ªs el matrimonio de los homosexuales.
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