Una primorosa versi¨®n

No es frecuente la inclusi¨®n de temas oper¨ªsticos en los programas de Iberm¨²sica, pero durante esta temporada han sido dos las ocasiones de monogr¨¢ficos dedicados al g¨¦nero l¨ªrico-dram¨¢tico, y las dos de alt¨ªsimo inter¨¦s. La primera fue con Wagner en una selecci¨®n de fragmentos de El anillo del nibelungo (La valquiria y El ocaso de los dioses), con la Deutsche Oper de Berl¨ªn dirigida por Christian Thielemann; la segunda, anteayer, posibilit¨® una magn¨ªfica versi¨®n en concierto de La clemencia de Tito, de Mozart, con los cuerpos estables -coro y orquesta- del Nationaltheater de Mannheim dirigidos por Adam Fischer. Iberm¨²sica ha convocado, pues, a dos de las batutas oper¨ªsticas, cada una en su estilo, con m¨¢s pegada del momento actual, en su cuota anual de m¨²sica teatral. Vaya por delante el reconocimiento a la oportunidad y acierto de su selecci¨®n.

La atenci¨®n principal del concierto de anteayer se centr¨® en la figura del director h¨²ngaro Adam Fischer, un maestro que lleva muchos a?os musicalmente al frente del Festival Haydn de Eisenstadt, con cuya orquesta austroh¨²ngara ha grabado la integral de las sinfon¨ªas del compositor cl¨¢sico por excelencia. Tambi¨¦n ha dirigido las ¨²ltimas temporadas El anillo del nibelungo en Bayreuth. Son experiencias significativas que han marcado la personalidad y contribuido a la madurez del director hoy. La lectura de Adam Fischer en Madrid sobre La clemencia de Tito fue primorosa. Lo primero de todo fue la cuidada elaboraci¨®n desde el sonido, con la inclusi¨®n de trombones de varas, trompas y timbales de ¨¦poca junto a instrumentos modernos, conformando entre lo antiguo y lo de hoy una personalidad de lo m¨¢s atractiva. Adam Fischer imprimi¨® homogeneidad y una extraordinaria vitalidad a su versi¨®n, sin descuidar ni un solo instante las peculiares exigencias de los cantantes. Demostr¨® su intuici¨®n oper¨ªstica en multitud de detalles: desde el car¨¢cter dram¨¢tico de muchos de los acompa?amientos hasta la contenci¨®n cuando las necesidades del texto se impon¨ªan.

La orquesta y el coro respondieron a lo que de ellos se esperaba. Fueron actuaciones compactas y la vez sensibles. El reparto vocal no fue extraordinario, pero s¨ª correcto y, en cualquier caso, estuvo en sinton¨ªa con el planteamiento de la batuta. Resolvieron los cantantes con compostura la mayor parte de las dificultades y respetaron siempre el estilo. Sin brillantez, pero con oficio. El p¨²blico, que recibi¨® a los m¨²sicos con cierta frialdad, fue entrando poco a poco en la obra y, al final, el concierto termin¨® en clima de satisfacci¨®n. Para un p¨²blico m¨¢s inclinado a las obras sinf¨®nicas que a la ¨®pera, no es poco. Adem¨¢s se percibi¨® con claridad la garra y sabidur¨ªa teatral de un director de post¨ªn. Adam Fischer ha revalidado en Madrid su enorme categor¨ªa, ¨¦sa que le sit¨²a en uno de los primeros puestos de la direcci¨®n de nuestros d¨ªas.