Una alucinaci¨®n colectiva
T¨ªpico. Las inevitables c¨¢maras de televisi¨®n, a la caza de Enrique del Pozo y otros famosos, se pierden la gran historia de la noche: el mito de Nancy Sinatra junta a buena parte de los hosteleros, artistas, disqueros y locutores que, a partir de 1979, conspiraron -con ¨¦xito- para cambiar el ritmo de Madrid, del Madrid nocturno por lo menos. "Llegamos finalmente a la Gran V¨ªa", se ufana alguien, recordando que aquella transformaci¨®n comenz¨® en el deteriorado barrio de Malasa?a.
Y es que celebran estos d¨ªas los 26 a?os de La V¨ªa L¨¢ctea, uno de los primeros cubiles de la nueva ola. El detalle de La V¨ªa con su multigeneracional parroquia consiste en traerse -aun perdiendo dinero- a una hero¨ªna del pop alternativo a un teatro c¨¦ntrico, de espl¨¦ndido sonido. Adem¨¢s, con un sabroso aperitivo: siete canciones de Richard Hawley, cantante-compositor brit¨¢nico, ahora en Mute Records. ?Santo cielo!, un telonero compatible: Hawley tiene un aire a Ruper Ordorika pero se sit¨²a en la California mainstream de 1968, con unas melod¨ªas refinadas que no hubieran desentonado en el cancionero de Glen Campbell. Uno de los nuevos temas, The ocean, destaca poderosamente.
Nancy Sinatra
Telonero: Richard Hawley. Teatro Coliseum. Madrid, 27 de abril.
Nancy Sinatra disfruta de baraka art¨ªstica. En los sesenta, era otra hija-de-famoso-que-canta hasta que se cruz¨® con Lee Hazelwood, compositor y productor de mirada ¨²nica. Tras un breve esplendor, desapareci¨® en el limbo de las celebridades menores, pero, recientemente, la br¨²jula lounge apunt¨® hacia su est¨¦tica go-go.
Nancy ha protagonizado uno de los raros casos de retornos discogr¨¢ficos que no caen en el mero revival o en los gui?os f¨¢ciles a la cultura basura. Realizado en complicidad de Morrissey, Calexico, Jarvis Cocker o U2, Nancy Sinatra (Sanctuary / PIAS) se demostr¨® como uno de los discos m¨¢s emotivos y ambiciosos de 2004.
Otro asunto son sus directos. Ni su voz ni sus movimientos est¨¢n a la altura de su leyenda. No vale la excusa de sus (casi) 65 a?os de edad: posiblemente, nunca tuvo lo que hay que tener para exaltar un repertorio tan candente. Nancy resuelve la papeleta gracias a una banda vistosa, con un guitarrista espectacular (John DePatie) y un baterista hist¨®rico (Clem Burke, ex Blondie). Y todas las ma?as propias de un show de Las Vegas. Excepto ponerse minifalda y botas, hace todo lo necesario para seducir. Suelta frases en espa?ol, se atreve con Cuando calienta el sol y B¨¦same mucho. Demuestra que no ha perdido el olfato para las canciones adecuadas, con Barricades & brickwalls, el tema de la australiana Kasey Chambers, o su recuperaci¨®n de 60 minute man, el ¨¦xito de los Dominoes, que recuerda como motivo de una bronca con su madre: el rhythm and blues de 1951 pose¨ªa una ins¨®lita franqueza sexual.
La voz enlatada de su padre aparece en Something stupid, aquel dueto de 1967 que todav¨ªa suena embarazoso. Hace un gesto antibelicista con Baby's coming back to me, se cita con James Bond en You only live twice, alude al hospitalizado Lee Hazelwood antes de Friday's child. Y la apoteosis: con These boots are made for walking, baja al patio de butacas y alborota al respetable, que baila, recoge sus regalos y se fotograf¨ªa con la estrella. Bonito comprobar c¨®mo un p¨²blico mayormente indie cae embaucado por un truco que ya funcionaba cuando sus abuelos iban a ver a la vedette de turno.

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