Ense?ar o investigar, ?cu¨¢l es la misi¨®n de la Universidad?
?Qu¨¦ esperan de la Universidad los estudiantes que cada a?o acceden a ella, los poderes p¨²blicos que la financian y la sociedad que la apoya? ?Satisface la Universidad esas esperanzas y expectativas? La elecci¨®n, estos d¨ªas, de los rectores de dos de nuestras universidades p¨²blicas, la Universidad de Barcelona y la Universidad Pompeu Fabra, es buena ocasi¨®n para preguntarse cu¨¢l es la misi¨®n del sistema de ense?anza superior y, en su caso, qu¨¦ habr¨ªa que hacer para que sus resultados se orientasen en la direcci¨®n de lo que esperan todos aquellos que est¨¢n interesados en ella.
Mi impresi¨®n es que, a pesar de la mejora indudable experimentada a lo largo de las dos ultimas d¨¦cadas, nuestras universidades est¨¢n lejos a¨²n de satisfacer esas expectativas. La formaci¨®n que ofrecen premia la rutina y la memorizaci¨®n de conocimientos, m¨¢s que la adquisici¨®n de habilidades y capacidades para aplicarlos; no fomenta el esp¨ªritu innovador y emprendedor (en general, los nuevos empresarios no salen de la Universidad); la duraci¨®n de las licenciaturas es excesiva, lo que provoca que los estudiantes entren a edad demasiado avanzada en el mercado laboral y haya un elevado fracaso escolar; la Universidad tiene poco contacto, en general, con las necesidades del entorno empresarial y social que le rodea, y, sin ¨¢nimo de ser exhaustivo, sigue siendo poco meritocr¨¢tica, porque discrimina a favor de las clases m¨¢s adineradas, que se ven favorecidas por el hecho de que no tienen que pagar la formaci¨®n de sus hijos, mientras que los estudiantes procedentes de las clases trabajadoras, con buen expediente y ganas de abrirse camino en la vida, no disponen de becas adecuadas que les permitan dejar de ser una carga para sus familias.
Por todo ello, a pesar de la mejora experimentada, la Universidad tiene que emprender una reforma profunda. Esa reforma debe partir del reconocimiento de que el sistema universitario es un gran activo social, tanto para los individuos como para el pa¨ªs en su conjunto. Contribuye de forma esencial al desarrollo de las habilidades, la creatividad, la investigaci¨®n y la creaci¨®n de riqueza y puestos de trabajo. Y desempe?a un papel esencial en la expansi¨®n de las oportunidades de las personas; como media, los graduados universitarios tienen menos desempleo, consiguen mejores puestos de trabajo y ganan m¨¢s que quienes no tienen educaci¨®n universitaria. Por lo tanto, para cualquier familia trabajadora que quiera ofrecer un futuro a sus hijos, esforzarse para que sigan una carrera universitaria sigue siendo una buena inversi¨®n.
Sin embargo, la instituci¨®n universitaria y el poder pol¨ªtico responsable de ella no saben muy bien qu¨¦ camino seguir. Uno de los aspectos que mejor reflejan ese desconcierto es la falta de atenci¨®n que se concede a la calidad de la ense?anza y del aprendizaje. Es m¨¢s, no se concibe que una universidad pueda orientarse prioritariamente a la excelencia en docencia. Si lo hace, su reputaci¨®n se ve perjudicada. Esta situaci¨®n es perniciosa en s¨ª misma y va contra una creciente corriente en los sistemas universitarios del mundo desarrollado que tiende a situar el objetivo de excelencia en docencia y aprendizaje como una de las misiones b¨¢sicas de la Universidad y a que algunas de las mejores universidades se orienten especialmente a la docencia.
Pero esta orientaci¨®n a la diversificaci¨®n de los fines de las universidades choca en nuestro caso con una idea muy extendida: la de que no se puede ser un buen profesor si no se es un buen investigador. No es cierto. Es evidente que para ser un buen profesor es necesario estar al d¨ªa sobre el estado del conocimiento y la investigaci¨®n m¨¢s reciente que se est¨¢ haciendo en la materia que se ense?a, pero eso no significa que haya que ser un investigador activo para ser un excelente profesor. Es m¨¢s, algunas investigaciones internacionales recientes, comparando centros con elevados indicadores de investigaci¨®n y docencia, no encontraron relaci¨®n entre ambas variables.
Hay muchas y buenas razones para que las universidades hagan de la excelencia en docencia y aprendizaje su misi¨®n esencial. La primera y fundamental es que los estudiantes tienen derecho a una buena educaci¨®n. Pero hay otras. Quiz¨¢ una de las m¨¢s importantes es que una educaci¨®n y un aprendizaje de calidad durante los a?os universitarios favorecen de forma extraordinaria los v¨ªnculos de la Universidad con su entorno econ¨®mico y social. La raz¨®n es que el buen recuerdo lleva a los ex alumnos, durante su etapa laboral y profesional, a favorecer los contactos y a ser m¨¢s proclive a ayudarla y financiarla.
Sin embargo, nuestras universidades, comenzando por las catalanas, prestan poca atenci¨®n a la docencia y al aprendizaje de calidad. La promoci¨®n universitaria y los ingresos que recibe un acad¨¦mico est¨¢n relacionados con la investigaci¨®n y no con la docencia. A muchos de los mejores j¨®venes investigadores que hoy tenemos en la Universidad no les importa que sus estudiantes les consideren malos profesores, porque vinculan su reputaci¨®n s¨®lo a la investigaci¨®n.
Es urgente reequilibrar esa situaci¨®n. En otras cosas, es necesario que los recursos p¨²blicos que llegan a las universidades no vengan s¨®lo del n¨²mero de estudiantes y de la investigaci¨®n, sino tambi¨¦n de la docencia y el aprendizaje de calidad. Es necesario retribuir mejor la docencia y que haya incentivos para premiar a los buenos profesores. Para ello hay que desarrollar criterios y est¨¢ndares de calidad de docencia, medir el valor a?adido que aporta, difundir las buenas pr¨¢cticas y dar una voz m¨¢s decisiva a los estudiantes para exigir est¨¢ndares m¨¢s elevados de calidad docente y denunciar lo que funciona mal.
El presidente Pasqual Maragall no se cansa de repetir que la reforma del sistema de financiaci¨®n y del Estatut est¨¢n relacionada con la "reforma social" y no con el nacionalismo. Si es as¨ª, mi propuesta es que haga de la orientaci¨®n a la docencia y el aprendizaje de calidad de la Universidad catalana una de las prioridades de sus "reformas sociales".
Ant¨®n Costas es catedr¨¢tico de Pol¨ªtica Econ¨®mica de la Universidad de Barcelona.
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