Nada
He le¨ªdo que dentro de poco los jugadores de f¨²tbol llevar¨¢n en la oreja un artilugio por el que el entrenador les dar¨¢ instrucciones mientras corren por la banda. Cuando metan un gol, no sabremos si ha sido por iniciativa propia o porque han recibido una orden. Muchos escritores aseguran que escribieron lo mejor de su producci¨®n al dictado, gracias a un estado de trance en el que ellos eran meros intermediarios. No es f¨¢cil entender c¨®mo compatibilizan el conocimiento de que no son los autores de su obra con la jactancia con la que se refieren a ella. Pero es que escuchar voces proporciona, hoy por hoy, m¨¢s prestigio que emitirlas. Da igual que procedan de Vanderlei Luxemburgo o de Dios. Lo importante es que retumben en el interior del cr¨¢neo como una homil¨ªa en un templo.
Quiz¨¢ por eso una editorial acaba de anunciar la salida de una revista sin cabecera y sin firmas. Usted leer¨¢ un poema sin saber qui¨¦n lo ha escrito, que es lo m¨¢s parecido a escuchar una voz. La idea ser¨ªa perfecta si no supi¨¦ramos que la editorial se llama Pre-Textos, una empresa cultural de pocos lectores, pero de gran prestigio. Aunque no leeremos a Fulano o a Mengano, en fin, sabremos que se agrupan bajo un logo que garantiza la calidad. Me lo dec¨ªa ayer mismo un taxista refiri¨¦ndose a su autom¨®vil: "A usted la marca de este coche no le dice nada, pero lleva motor Volkswagen; f¨ªjese, si no, c¨®mo suena". Compraremos la nueva revista cultural porque lleva motor Pre-Textos y nos gratificaremos culturalmente con ella sin necesidad de pedir el carn¨¦ de identidad a los colaboradores. "Qu¨¦ bien suena", nos diremos al leerla.
Si yo tuviera medios, sacar¨ªa una revista sin cabecera, sin firmas y sin colaboraciones. A pureza no me gana nadie. Y ocultar¨ªa tambi¨¦n el nombre del editor. Lo importante, tras decidir que carecer¨ªa de contenidos, ser¨ªa lograr una buena distribuci¨®n. Con una distribuci¨®n eficaz, esa revista se com¨ªa el mercado. El problema no es c¨®mo fabricar la nada, sino c¨®mo distribuirla. A primera vista hay muchos medios, pero a la hora de la verdad te las ves y te las deseas para llegar a los otros. No basta con no tener nada que decir; hay que disponer de tribunas desde las que no decirlo.
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