La crucifixi¨®n rosada
Para ser un incompetente, al decir de Mariano Rajoy, Rodr¨ªguez Zapatero parece haber puesto lo bastante nervioso al tr¨ªo de marionetas peperistas que el gallego forma con Acebes y Zaplana como para que tiren a deg¨¹ello
Traicionar a los muertos
En el debate sobre el estado de la naci¨®n, Mariano Rajoy tuvo una intervenci¨®n que parec¨ªa escrita a medias entre Francisco Umbral y Marina Casta?o, la c¨¦lebre viuda de Cela, tanto por sus graciosas ocurrencias de muchachito de Valladolid como por el casticismo madrile?ista de unas expresiones que se pasaron de rosca, de tono y de talante al afirmar que los socialistas hab¨ªan traicionado a los muertos (a los asesinados por ETA, se sobreentiende). Hay quien adjetiva de luciferina la mirada del presidente ocasional del partido de la derecha, cuando es m¨¢s bien la de un rijoso un tanto entrado en a?os, tan ancho como largo, especialista en la reiteraci¨®n de adjetivos de segunda mano, m¨¢s ducho en palabrer¨ªa parlamentar¨ªa que en argumentos. Al margen de otras consideraciones, que las hay a capazos, ?es capaz el se?or Rajoy de comprender que en algo muy gordo yerra de manera seria cuando hasta un sujeto como Zaplana se aviene a prestarle su entusiasmo?
Conocimiento carnal
Son tan numerosas las objeciones de conciencia que tantas personas podr¨ªan hacer contra las ratas de sacrist¨ªa por las que fueron masturbados de ni?os o violados, que no puede sino llamar la atenci¨®n la cruzada de ese tal Somalo, jerarca eclesi¨¢stico, para que alcaldes y concejales de su gusto ejerzan ese derecho contra los matrimonios entre personas del mismo sexo. Los cl¨¦rigos, claro est¨¢, no contraen matrimonio con los ni?os y ni?as, preferentemente ni?os, a los que tantas veces someten a abusos sexuales, porque todav¨ªa no hay ninguna ley que permita a un sujeto de esa clase casarse con su v¨ªctima de pocos a?os, ni siquiera en el seno de la Iglesia, madre y maestra en el siniestro juego de definir lo permitido y lo prohibido. Y si en los planes de futuro de monse?or Somalo, o de quien sea, no figura la intenci¨®n de casarse, no habr¨¢ que ver en esa astuta disposici¨®n el fundamento para impedir que otros lo hagan. A fin de cuentas, Jesucristo siempre ser¨ªa mejor marido que cualquiera de los que hablan en su nombre.
Transgresi¨®n de g¨¦nero
La verdad es que a partir de los detalles de escalofr¨ªo que se conocen sobre el Holocausto, resulta dif¨ªcil tomarse en serio la transgresi¨®n est¨¦tica, sobre todo en relaci¨®n con una man¨ªa tan acreditada como la escatolog¨ªa. Tengo para mi que el origen de esa propensi¨®n se sit¨²a en la baja Edad Media, cuando de los fluidos corporales apenas si se conoc¨ªan sus manifestaciones exteriores. Llama la atenci¨®n que, sobre un escenario, el autor de la ocurrencia considere m¨¢s transgresor un t¨¢mpax manchado que unos calzoncillos untados de pedorretas. Martin Amis, en una de sus primeras novelas, hac¨ªa sorprenderse a su protagonista masculino ante unas manchitas de caca en la parte posterior de las braguitas de su chica, ya ves. Ser¨¢ que tambi¨¦n existe la transgresi¨®n de g¨¦nero.
Fumar o no fumar
Se monta mucho alboroto con las prohibiciones actuales y futuras de fumar en lugares p¨²blicos, y adem¨¢s se aducen ofensas estrafalarias. Que si el alcohol, que si el consumo selectivo de otras drogas, que si los accidentes de tr¨¢fico. Que se sepa, si alguien se funde el h¨ªgado poni¨¦ndose ciego de whisky, sus emanaciones carecen de morbilidad seria para las personas que se encuentran a pocos metros del alcoh¨®lico, por lo mismo que el ¨¦xtasis puede producir brotes esquizofr¨¦nicos al que lo ingiere, nunca al acompa?ante ocasional que se abstiene. El humo del tabaco, como una filtraci¨®n de agua en una ca?er¨ªa, nunca se sabe a d¨®nde va, y lo mismo se deposita en los pulmones de un ni?o que duerme que en el aparato respiratorio de un compa?ero de trabajo que detesta del tabaco no ya sus consecuencias perniciosas, sino -lo que a veces es m¨¢s da?ino incluso- su penetrante perfume.
Militar y votar
Ignoro si los votantes del PP valenciano, por no hablar de sus militantes de a pie, se har¨¢n una idea exacta de lo que est¨¢ pasando en el partido en el que depositan su confianza, pero ir a la gre?a cuando se tiene la mayor¨ªa absoluta en el Parlamento es cualquier cosa excepto aconsejable. El que la lleva la sabe, pero, astutas cautelas de Francisco Camps aparte, hay que ser muy mal pensado para suponer que Eduardo Zaplana anda metiendo bronca por si tiene que alfombrar un regreso m¨¢s o menos anticipado. Camps sali¨® como sali¨® y est¨¢ ah¨ª por lo que est¨¢. Pese a su debilidad de origen, lo m¨¢s adecuado para que los que debieran ser suyos terminen por echarle no parece que sea el recurso reiterado a las argucias de siempre. Entre otras razones, porque el panorama estatal ya no es el mismo. Aunque tanto Zaplana como Camps finjan no enterarse.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.