Madrile?o de honor

Luigi Boccherini vivi¨® casi treinta a?os en Espa?a, era el m¨²sico de c¨¢mara del infante don Luis Antonio de Borb¨®n -apartado de la corte por un matrimonio morgan¨¢tico que le ven¨ªa muy bien a Carlos III- y se gan¨® el jornal entre los d¨ªas fr¨ªos de Gredos y los m¨¢s suaves de los salones de los duques de Osuna. Muri¨® en el foro hace ahora trescientos a?os. Esa fidelidad -veinte a?os en la ciudad, con placa, si la memoria no me falla, en la calle de La Madera- honra su nombre a los ojos de los castizos y hasta de los que, desde la musicolog¨ªa, reivindican para el italiano adopci¨®n espa?ola.

Los Siglos de Oro sigue celebrando la efem¨¦rides, y el d¨ªa de San Isidro convoc¨® mucho p¨²blico en la Real F¨¢brica de Tapices, en un sal¨®n de actos en el que se ve mal pero se oye bien, que era, en el fondo, de lo que se trataba. Para la ocasi¨®n, una orquesta estupenda, el Ensemble Baroque de Limoges y su titular Christophe Coin dieron un repaso a sinfon¨ªas y conciertos de Boccherini. Los del Limousin suenan maravillosamente, y como tienen menos aristas t¨ªmbricas que algunos de sus colegas, ese sonido llega pintiparado para la mezcla de estilo galante, clasicismo y hasta prerromanticismo que exhibe el m¨²sico ¨ªtalo-espa?ol. Las trompas naturales no desafinan nunca y las flautas son una bendici¨®n. Por concepto y ejecuci¨®n, la velada fue una delicia. Coin asumi¨® el papel de solista en los conciertos tercero y s¨¦ptimo y resolvi¨® las dificultades -duras en la zona aguda- que el experto Boccherini -al parecer, dominaba el instrumento a la perfecci¨®n- planteaba a quienes quisieran presumir de ser sus iguales. El programa se complet¨® con las sinfon¨ªas octava y und¨¦cima, m¨¢s rotunda la primera, m¨¢s ambiciosa, y las dos estupendamente tocadas. En el terreno de la m¨²sica ficci¨®n se nos ofreci¨® el Adagio cantabile de la sinfon¨ªa n¨²mero 13 de Haydn, en el que el violonchelo es protagonista. ?Lo escribi¨® el austro-h¨²ngaro pensando en el de Lucca? "Si non ¨¨ vero ¨¨ ben trovato".