"El mundo no puede dejarnos en manos de un asesino"
Las v¨ªctimas de la rebeli¨®n uzbeka no esperaban que el Ej¨¦rcito del presidente Kar¨ªmov disparase contra el pueblo
"No nos abandon¨¦is. [El presidente uzbeko, Islam] Kar¨ªmov vendr¨¢ a capturarnos una por una, matar¨¢ a nuestros hijos y esperar¨¢ a nuestros maridos. El mundo no puede dejarnos en manos de un asesino. ?Por qu¨¦ no han intervenido las organizaciones internacionales y los Gobiernos, como en Bishkek o en Kiev? ?Por qu¨¦ permanecen callados?", gritan las madres de Andiy¨¢n, resguardadas por un muro de tierra. Llevan desde el viernes ante la puerta del hospital y el dep¨®sito de cad¨¢veres para saber si van a poder curar a un herido o si tienen que llorar a un muerto. Temen la venganza ignorada, en cuanto se apaguen los focos: "Pedimos un tribunal internacional para que juzgue esta carnicer¨ªa y 15 a?os de cr¨ªmenes".
Queda claro enseguida que el fundamentalismo isl¨¢mico nada tiene que ver en esta revuelta
A las primeras v¨ªctimas de Andiy¨¢n las enterraron en los parterres, entre las flores
La revuelta de Uzbekist¨¢n contra el r¨¦gimen postsovi¨¦tico ha estado ba?ada en sangre. Un anciano que va al volante de un min¨²sculo Tico ha perdido a tres hijos que hab¨ªan acudido a la plaza Alisher Navoy, cuando los carros de combate arrollaron a la muchedumbre. Un vecino vio camiones que descargaban los cad¨¢veres. Ahora, el centro de Andiy¨¢n est¨¢ desierto. De las ruinas del cine Chulpon, dos escuelas y el edificio del Gobierno brotan todav¨ªa un humo negro y el olor dulz¨®n de la muerte. A las primeras v¨ªctimas las enterraron en los parterres, entre las flores.
Camiones militares Kamaz, carros de combate y veh¨ªculos blindados impiden el acceso. El camino de los fugitivos, una hora y media de desmonte hasta el l¨ªmite de Kara-Suu, est¨¢ lleno de cr¨¢teres entre los campos de fresas y tabaco. En medio, viejos pozos de petr¨®leo, todav¨ªa en funcionamiento, junto a surtidores de gasolina. Cuatro puestos de control, vigilados por soldados que apuntan la ametralladora desde lejos. A trav¨¦s de los caminos rurales que surcan el valle de Fergan¨¢, rodeamos los ¨²ltimos puestos, los camiones de barrera, y entramos en la ciudad cerrada pasando por un cementerio de autom¨®viles. Cinco mujeres agazapadas entre las chapas ardientes sollozan. En la frontera con Kirguizist¨¢n han encontrado otros 13 cad¨¢veres. Madres y ni?os que intentaban escapar del infierno. Los soldados de Kar¨ªmov les fusilaron y les abandonaron en un arrozal.
Circular por el centro est¨¢ prohibido, y cientos de soldados apuntan con sus Kal¨¢shnikov desde sus puestos tras los sacos de arena. Un taxista intenta, en vano, meter en su diminuto maletero un cad¨¢ver envuelto en una s¨¢bana. El sol ilumina las grandes alamedas, pero Andiy¨¢n parece moverse entre tinieblas. Mercados desiertos, puertas cerradas, en la calle s¨®lo se ve a ni?os y soldados. Sobre un carro del que tira un asno pasa un herido, mutilado a la altura de las rodillas. "Quedaos junto a las paredes", grita alguien desde una ventana. Se presenta entre las sombras de su patio: es el l¨ªder del partido Campesinos Libres, el ¨²nico que queda de la oposici¨®n. Ha recorrido las casas junto a los activistas, de noche, para contar los muertos. "Hasta hoy", dice, "hay 758 seguros. En Andiy¨¢n 542, en el pueblo de Pajta-Abad 203, m¨¢s los 13 asesinados junto a Kara-Suu. Hay 400 desaparecidos, pero puede que se hayan fugado o refugiado en campamentos".
Sin embargo, en la ciudad de la matanza, la verdad no est¨¢ en las cifras. Con las fosas comunes tapadas y las bocas cerradas por el terror, el n¨²mero no se sabr¨¢ nunca, como suele ocurrir. Lo que puede cambiar la historia son los hechos, las cosas que relatan decenas de testigos. Sentados en el suelo, junto a la c¨¢rcel, los padres de familia terminan de relatar lo sucedido. Queda claro enseguida que, en esta revuelta, el fundamentalismo isl¨¢mico no tiene nada que ver. Por lo menos, no es lo m¨¢s importante.
Lo que sucedi¨® fue que en febrero, el Gobierno orden¨® detener a 23 j¨®venes comerciantes. Rivalidades de clan. Se les acusaba de pertenecer al movimiento panisl¨¢mico Akromia, derivado del grupo paraterrorista Hizb ut Tarhir, ilegal y relacionado con Al Qaeda. En realidad, Akromia es un partido laico de oposici¨®n pol¨ªtica a Kar¨ªmov, que propugna reformas econ¨®micas de tipo liberal; de ah¨ª la acusaci¨®n de extremismo religioso. El viernes, el tribunal de Andiy¨¢n ten¨ªa que condenar a los j¨®venes a siete a?os de c¨¢rcel. Desde el mi¨¦rcoles, padres, mujeres y amigos se instalaron ante la c¨¢rcel para reclamar justicia. El jueves la polic¨ªa se llev¨® los coches de los manifestantes. Destruyeron algunos, incendiaron dos.
"La prepotencia que sirvi¨® para infundirnos valor", dice Donor. Esa noche, los 200 o 300 presentes asaltaron la c¨¢rcel para liberar a sus hijos. "Nadie opuso resistencia", cuenta Ajmad, "los guardias nos dejaron entrar. Tuvimos que despertar a los reclusos; alguno ni siquiera se atrev¨ªa a salir". Los rebeldes quer¨ªan que se reconociera la inocencia de los 23 procesados. "La respuesta", silba Shaukat, "fueron los carros blindados contra la gente que hab¨ªa salido a ver qu¨¦ ocurr¨ªa". ?se fue su error fatal. Las familias de los presos pol¨ªticos estaban convencidas de que el Ej¨¦rcito se pondr¨ªa de parte del pueblo, como en Kirguizist¨¢n.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.