Marco: ?excepci¨®n o norma?
"Su mentira ha sido un fraude a las emociones colectivas", escrib¨ªa Pilar Rahola en estas p¨¢ginas aludiendo a Enric Marco. El caso de este "deportado medi¨¢tico" que presid¨ªa la asociaci¨®n Amical Mauthausen y que no era tal ha conmovido a la sociedad catalana y, as¨ª, desde la Generalitat se han apresurado a retirarle la Creu de Sant Jordi concedida en 2001, mientras los medios de comunicaci¨®n se han hecho gran eco de su invenci¨®n. La causa de la impostura es simple, seg¨²n Marco: "Con la aureola de deportado me ganaba la atenci¨®n para explicar los horrores del nazismo", explica. El m¨¦todo para descubrirle ha sido tambi¨¦n obvio: el autor del hallazgo, Benito Bermejo, busc¨® en los archivos del campo alem¨¢n donde supuestamente estuvo internado Marco (Flossenburg) y no encontr¨® datos que confirmasen su historia. A partir de ah¨ª, la suerte del ex presidente de Amical Mauthausen qued¨® echada. Ahora la direcci¨®n de la entidad lamenta que la confianza depositada en ¨¦l revierta en su perjuicio.
La mentira de Enric Marco no es un caso aislado: el posfranquismo dio pie a m¨²ltiples biograf¨ªas falsas
Ello es indudable: la mentira ha impactado porque ha sido una invenci¨®n creada sobre lo m¨¢s sagrado, el recuerdo de las v¨ªctimas. Potencialmente, constituye una segunda muerte de ¨¦stas (ahora relegada al campo de la memoria), en la medida en que su tragedia puede quedar ahogada por el descr¨¦dito y un "todo es mentira" generalizado. Adem¨¢s, aporta carnaza a quienes se declaran revisionistas (cuando en realidad son negacionistas) y cuestionan la existencia de campos de exterminio nazis e incluso del genocidio jud¨ªo. Para hacerlo se escudan a menudo en las contradicciones que hallan en testimonios fidedignos, como se supone que lo era el de Marco.
Pero tras la amplia rasgadura de vestiduras ante el deslumbrante enga?o, se atisba un tema de mayor calado hist¨®rico y en el que lo alarmante es la procedencia antifranquista del protagonista, en este caso del medio libertario. En general, la opini¨®n p¨²blica del universo de izquierdas ha estado poco preocupada por el hecho de que conspicuos franquistas reinventaran su pasado. El ejemplo de Ram¨®n Serrano Su?er es emblem¨¢tico, pues con los a?os cambi¨® su actuaci¨®n en la inmediata posguerra: de partidario decidido de que Espa?a entrara en la guerra junto al Eje, se manifest¨® un decisivo oponente a ello, como demuestra el historiador Joan Maria Thom¨¤s. Su f¨¢bula no escandaliz¨® a nadie, porque para la izquierda bienpensante la derecha franquista falseaba sistem¨¢ticamente el pasado. Igualmente, durante la transici¨®n democr¨¢tica, desde las filas de la izquierda se denunci¨® hasta el hartazgo la falta de legitimidad de los reformistas que pilotaron el cambio. ?stos eran percibidos como chaqueteros que arrinconaban sus camisas azules para abrazar la fe democr¨¢tica, pero en el fondo eran eso: franquistas redomados. Alfredo Grimaldos recuper¨® esta tesis en La sombra de Franco en la Transici¨®n (2004) y apunt¨® que la democratizaci¨®n consisti¨® en "la metamorfosis del franquismo en monarqu¨ªa borb¨®nica". En suma, la derecha era y es por naturaleza camale¨®nica y manipuladora del pasado.
En cambio, la izquierda, desde una autopercepci¨®n, tiene a¨²n una misi¨®n hist¨®rica (nunca mejor dicho): denunciar, tras 40 a?os de silencio, los cr¨ªmenes de la dictadura y sus c¨®mplices internos y externos. Debe reparar la memoria rota de las v¨ªctimas y restituir la vieja memoria de los perdedores; acabar con amnesias hist¨®ricas y pactos de silencio. Por esta raz¨®n, la actuaci¨®n de Marco escandaliza no s¨®lo por falta de ¨¦tica, sino tambi¨¦n porque es inadmisible desde estos par¨¢metros redentoristas del antifranquismo. De hecho, su falsedad no es muy distinta de las que cometi¨® el difunto Enrique
Tierno Galv¨¢n. C¨¦sar Alonso de los R¨ªos, en La verdad sobre Tierno Galv¨¢n (1997), explica c¨®mo este pol¨ªtico recre¨® una personalidad acorde con sus deseos, con una familia labradora imaginaria y una actividad militante en la Guerra Civil, e incluso su persecuci¨®n durante la posguerra. Tales revelaciones resultaron entonces impactantes -como las de Marco- por su fraude y porque ¨¦ste no se ve¨ªa posible desde el bando de los buenos.
En realidad, la trayectoria de Marco es el vivo reflejo de un tiempo y de un pa¨ªs -la Espa?a del posfranquismo- en el que todo el mundo puso en orden sus credenciales de legitimidad pol¨ªtica como considerab conveniente, tanto entre la derecha como entre la izquierda, y no hubo mucho inter¨¦s en verificarlas. En el caso de las de la izquierda -avaladas por la lucha clandestina- no era necesario, porque se supon¨ªan verdaderas. En el de las de la derecha, era balad¨ª hacerlo, porque sus integrantes recreaban el pasado en funci¨®n de sus conveniencias y ment¨ªan per se. De este modo, la actuaci¨®n de Enric Marco no deja de tener una dimensi¨®n mucho m¨¢s amplia que la que hoy se le atribuye, pues es el espejo de una etapa en la que nadie tuvo mucho inter¨¦s en reabrir sumarios y archivos, e incluso en revivir recuerdos.
Marco, pues, no es una excepci¨®n, sino un exponente destacado de un amplio proceso de recreaci¨®n del pasado. Sin embargo, su esc¨¢ndalo no se limita a la comisi¨®n de una mentira m¨¢s, ya que la sordidez de la misma apunta a la propia legitimidad moral de los vencidos y del antifranquismo: los buenos no pueden mentir. Este axioma est¨¢ ahora en crisis. De ah¨ª la necesidad de proceder ahora a una gran catarsis.
Xavier Casals Meseguer es doctor en Historia y autor, entre otras obras, de Neonazis en Espa?a (1966-1995).
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