Sartre
Debe ser una meditaci¨®n habitual en el anciano considerar mejor el tiempo pasado que el presente. Desde un punto de vista material estamos mejor; mirando desde la idea, desde la imaginaci¨®n de uno mismo, estamos peor. En esta sociedad de aniversarios, se prepara el centenario del nacimiento de Sartre (11.VI); el 25? de su nacimiento pas¨® discretamente (11.IV). Era mejor el mundo de Sartre en Francia, con una constelaci¨®n de escritores, cantantes, fil¨®sofos, dramaturgos, cient¨ªficos, que no se ha vuelto a repetir. Como era mejor la Espa?a de la Rep¨²blica que ¨¦sta en que ha quedado soterrada esperando su restauraci¨®n: pol¨ªticos, poetas, m¨²sicos, pintores que no han tenido sucesi¨®n. Aqu¨ª tiene una explicaci¨®n por la segadora de Franco cortando cabezas, reales o de pensamiento, y sobre todo por su prohibici¨®n de volver a pensar fuera de los dogmas. Estas grandes subversiones hist¨®ricas suelen durar mucho m¨¢s que la situaci¨®n que las produce.
En Francia, las agitaciones pol¨ªticas han sido escasas, y no parece que su movimiento -la liberaci¨®n de las colonias, con sus guerras- haya revuelto el pensamiento. Pero su ¨¦poca de oro no ha vuelto; y lo m¨¢s interesante es que la gloria pasada est¨¦ hoy discutida. Sartre, por ejemplo. Y el existencialismo, palabra con dos acepciones: la filos¨®fica, contra las filosof¨ªas autoritarias y dogm¨¢ticas, y la juventud disfrazada, lib¨¦rrima, sexual, pesimista y literaria de Saint-Germain-des-Pr¨¨s que precedi¨® a los movimientos de Mayo de 1968, en los que la fauna triste se convirti¨® en revolucionaria de imaginaci¨®n, activa y laboral, para despu¨¦s pasar a una burgues¨ªa que la fue poco a poco desgastando. Hay quien cree que la colonizaci¨®n cultural de Estados Unidos tiene culpa de la delgadez del pensamiento; quiz¨¢ sea la filosof¨ªa del capital desarrollada en el sentido contrario a Marx, elevando a categor¨ªa la recolecci¨®n de dinero y considerando que el p¨²blico no tiene necesidad de saber m¨¢s para ser feliz y estableciendo otro dogma: que hemos llegado en Occidente a un punto m¨¢ximo que s¨®lo hay que retocar.
Nada m¨¢s peligroso para esa idea dominante que un Sartre que al final de su vida se declaraba anarquista en el sentido de la desaparici¨®n del Estado, y que profetizaba que, si en la ¨¦poca actual era inalcanzable, con el tiempo se llegar¨ªa a ello.
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