El triunfo de la nada
La nada es la ausencia, la irrealidad, el vac¨ªo; no pasan cosas porque no existen, no hay recuerdos. El limbo, tal vez...
Algo de esto ocurri¨® ayer en Las Ventas, si es que sucedi¨® algo. No queda nada en la mente, dos horas en blanco. Quiz¨¢s fue el triunfo de la nada.
Hubo seis toros, parece ser, desiguales de presentaci¨®n, flojos casi todos, sosos, nobles, que no presentaron excesivas dificultades a sus matadores. Y dicen que hubo tres toreros, es un decir... La tarde, apacible; acaso una siesta o un mal sue?o.
Lo cierto es que s¨®lo qued¨® la decepci¨®n, el hast¨ªo y la impotencia ante la presencia ausente de tres j¨®venes toreros, figuras en ciernes, abatidos, derrotados, con pocas ideas y casi todas err¨®neas.
Valdefresno / Uceda, Manzanares, Gallo
Cuatro toros de Valdefresno y 3? y 5? de Hermanos Fraile Mazas, desiguales de presentaci¨®n, blandos, sosos y nobles. Uceda Leal: estocada (divisi¨®n); estocada y cuatro descabellos (silencio). Jos¨¦ Mar¨ªa Manzanares: estocada contraria, un descabello -aviso- y un descabello (silencio); estocada (silencio). Eduardo Gallo: estocada trasera (silencio); pinchazo y estocada baja (silencio). Plaza de Las Ventas, 20 de mayo. 9? corrida de feria. Lleno.
Quiz¨¢s, el problema es que en esta plaza hubo una realidad deslumbrante hace unos d¨ªas, y la mayor¨ªa vio, por vez primera en su vida, lo que es el toreo verdadero. Se les cay¨® la venda de los ojos, conocieron la gloria y ahora se resisten a aceptar como buena la barata bisuter¨ªa que los ten¨ªa enga?ados.
S¨®lo as¨ª se entienden los silencios de ayer. Aquello no era toreo, sino una caricatura burda de algo grande y eterno. Tres hijos de su ¨¦poca que se niegan a mirarse en el espejo de los maestros; tres que han hecho suyas normas suced¨¢neas del toreo cl¨¢sico. Toreros ventajistas, aburridos, que dan muchos pases y no torean. Y se les nota su desidia o su desconocimiento. ?Qui¨¦n los aconseja? ?Qui¨¦n les ense?a? ?Hacen, acaso, examen de conciencia? ?Y prop¨®sito de enmienda? Por eso, la penitencia es el silencio, el murmullo desaprobatorio o la nada.
Result¨® triste la imagen de Uceda Leal ante un toro noble, su primero, que se fue con las orejas al desolladero despu¨¦s de una faena insulsa y desordenada, m¨¢s propia de un pegapases que de un torero de su cotizaci¨®n en esta plaza. Se gust¨® en una tanda primera de redondos lentos y templados, y todo fue ya a menos. Insiste en hacer el toreo en l¨ªnea recta y ¨¦sa no es m¨¢s que la degradaci¨®n de lo que es un arte por todo lo contrario. Nada pudo hacer con el manso y deslucido cuarto ante el que se justific¨® no sin apreturas.
Manzanares ha heredado la elegancia y prestancia de su padre, pero, por mala fortuna, es hijo de la modernidad y se cruza poco y carga la suerte menos. Cu¨¢nto ganar¨ªa este torero si asumiera los cimientos b¨¢sicos del toreo, porque tiene hechuras y gusto y maneja los enga?os con la cadencia de los elegidos. Dibuj¨® algunos pases aislados, pero no dej¨® nada para el recuerdo ante su noble primero, y se le critic¨® con dureza ante el descastado quinto porque se mostr¨® como un torero sin recursos y nula capacidad para solventar los problemas.
Valiente, a veces temerario, es Eduardo Gallo. Tiene fondo este joven aspirante a figura, los pitones le rozan los muslos, pero, desgraciadamente, no fue capaz de decir nada ante el soso tercero. Tampoco encontr¨® el camino ante el deslucido sexto, aunque se cruz¨® m¨¢s, pero se dejo enganchar la muleta y a toda su labor le falt¨® la necesaria unidad.
Con toda seguridad, los tres tendr¨¢n firmadas muchas corridas. El d¨ªa en que la mayor¨ªa distinga entre la nada de ayer y el toreo verdadero, les espera el paro.
Babelia
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