Cr¨®nica de desastres de la guerra
Queipo de Llano se dirige a su audiencia en una de aquellas excesivas charlas radiof¨®nicas que le hicieron c¨¦lebre durante la Guerra Civil. Nada como un dictador enchufado a un micr¨®fono y a una botella para asombrar al mundo y pasmar a la posteridad. Se refiere Queipo ese d¨ªa al bombardeo con el que la aviaci¨®n roja, que no respeta nada, ha castigado a la bas¨ªlica del Pilar de Zaragoza. Todo in¨²til, porque la Espa?a nacional cuenta con la singular protecci¨®n de esa virgen que ha impedido que las bombas que atravesaron la c¨²pula del templo estallasen. ?nicamente una lo hizo. Frente a la bas¨ªlica.
En esa ocasi¨®n, sin embargo, ha sido para mayor gloria del alzamiento y de la cruzada de la fe. Los adoquines que saltaron por los aires con la deflagraci¨®n, al caer de nuevo al suelo lo han hecho de modo ordenado. Entre todos han formado estas palabras: "?Viva la Virgen del Pilar!". El milagro arrasa literalmente en l¨¢grimas el rostro del p¨ªo militar beodo, que ya en su d¨ªa hab¨ªa nombrado a la virgen de la Macarena "vendedora de loter¨ªa".
UN A?O CON QUEIPO DE LLANO (memorias de un nacionalista)
Antonio Bahamonde
Espuela de Plata. Sevilla, 2005
456 p¨¢ginas. 20 euros
?sta y parecidas historias, dignas de formar parte de una nueva serie de episodios nacionales galdosianos, pueden encontrarse en un libro apasionante y extraordinario por muchos conceptos y del que no podr¨ªamos afirmar por desdicha que sea siempre igual de jocoso. Porque hay en ¨¦l tanto horror y dolor que causa espanto. Hablamos en realidad de tres obras, reunidas ahora por su editor en una sola: Un a?o con Queipo de Llano (Memorias de un nacionalista), de Antonio Bahamonde; Noches de Sevilla, del periodista franc¨¦s Jean Alloucherie; y El infierno azul, de Edmundo Barbero, a quien la guerra sorprendi¨® en C¨®rdoba. Y si bien no son lo mismo ni valen lo mismo, estos tres libros tienen en com¨²n algo m¨¢s que el tema y la visi¨®n que dan de la guerra. Los tres son relatos de testigos de la Espa?a nacional en los primeros meses de lucha, los tres se publicaron cuando a¨²n no hab¨ªa terminado, hecho de vital importancia, como sucediera con el ya c¨¦lebre A sangre y fuego del periodista Chaves Nogales, y en los tres la verdad de lo narrado se sit¨²a por encima de cualquier otra consideraci¨®n. Quiero decir que, sobre todo con el primero de estos excepcionales documentos, uno tiene la impresi¨®n despu¨¦s de leerlo de que era mucho lo que nos faltaba por saber, sabiendo tanto.
Hemos hablado de A sangre y fuego. Podr¨ªamos referirnos igualmente a Ayer y hoy, de Baroja. El descubrimiento de estos dos libros supuso para muchos lectores espa?oles un antes y un despu¨¦s en la idea que tuvieran sobre la Guerra Civil, y, sobre todo, sobre el modo en el que les hab¨ªa sido contada. Por primera vez percibimos muchos que era posible en la literatura y en la historia separar los hechos y la propaganda. A estos dos libros memorables ha de sumarse el primero de los tres publicados ahora, el de Antonio Bahamonde. Bahamonde era, antes de la guerra, un hombre de derechas, de mediana edad, burgu¨¦s, cat¨®lico apost¨®lico, ten¨ªa su buen negocio (una imprenta) y una familia, y como muchos de su posici¨®n advirti¨® con alarma el desarrollo de los acontecimientos tras el advenimiento de la Rep¨²blica, la quema de iglesias y conventos, la insidia, el resentimiento y el bandidismo revolucionarios. As¨ª que cuando triunf¨® la rebeli¨®n fascista se puso con entusiasmo a las ¨®rdenes de las nuevas autoridades, que le nombraron delegado de Propaganda del Gobierno faccioso.
Durante un a?o Bahamonde
viaja por todos y cada uno de los pueblos de la regi¨®n militar del sur. Visita alcaldes, presencia ejecuciones, saqueos y tropel¨ªas, orquesta m¨ªtines y pasquinadas, comparte juergas con los nuevos jerarcas, oye, mira y calla. Hasta que la pestilencia de Queipo y de los otros compa?eros de viaje, Falange, el Requet¨¦ y los tabores, principalmente, le echa para atr¨¢s, deserta, se exilia en Argentina y escribe este libro que se publicar¨¢ en 1938 en Barcelona y Buenos Aires. Y aqu¨ª es donde empieza esta historia fascinante, porque Bahamonde es todo menos un propagandista y un demagogo. Los detalles, exactos siempre, como le gustaban a Stendhal, son preciosos. Los resumir¨¢ en excelente pr¨®logo el responsable de la edici¨®n, Adolfo Lazo, que de modo sucinto resume de un modo desapasionado la actuaci¨®n espeluznante del fascio militar en Sevilla.
Por su parte Bahamonde no va a dejar de lado nada en su escrutinio. La vida cotidiana de los barrios obreros, la miseria y el hambre, el plato ¨²nico, los paseos siniestros, las venganzas, las atrocidades del cura de Zafra (que se jactaba de haber matado con sus manos a m¨¢s de cien marxistas), la salacidad de los moros, las enconadas denuncias de quienes ven llegado el momento de la venganza, la impunidad en la que campan las milicias voluntarias, la farsa de aquella corte de los milagros, las detenciones en masa de simpatizantes republicanos y liberales, las prisiones, los cementerios, las incautaciones arbitrarias y el pillaje, la codicia y la hipocres¨ªa, las intoxicaciones morales y las calumnias sistem¨¢ticas, el fanatismo del clero, que a ¨¦l mismo, tan cat¨®lico, le repugna, y lo que, a la luz de los sucesos de cada d¨ªa no dudar¨¢ en llamar: "La ro?a espa?ola de la provincia".
Va uno leyendo de asombro en asombro, entristecido, asustado, mirando de vez en cuando a la puerta, por si la pesadilla pudiera reactivarse. Bahamonde (al que de no haber publicado despu¨¦s de la guerra otro libro en M¨¦xico, creer¨ªamos un trasunto de la propaganda del otro lado), es adem¨¢s un escritor decente. Quiere decirse que no hace le?a de un ¨¢rbol ca¨ªdo. Tampoco le interesa, lo repite a menudo, la propaganda (en la que ha trabajado durante un a?o), sino los hechos. Nos los da un poco desorganizados, como le llegan a la memoria. Acaso por esa raz¨®n el libro nos parezca tan vivo todav¨ªa. La verdad es su ¨²nico lazarillo en esa caverna que acaba de abandonar. Desde el consejo que le da un militar al comienzo de la guerra ("no te afilies a Falange porque es ah¨ª donde est¨¢ acudiendo toda la chusma marxista") hasta la respuesta que da un falangista a un amigo de la infancia, quien le suplica clemencia camino del cementerio, donde lo llevan a fusilar: "Anda palante y d¨¦jate de historias". El jefe de Falange, nos dice Bahamonde, "se re¨ªa mucho del caso", nada en estas p¨¢ginas tiene desperdicio. Para el historiador, para el escritor, para el lector sin prejuicios.
Se dir¨ªa a menudo que asisti
mos a un relato de novela: "Al principio, el piquete de ejecuci¨®n lo formaban los falangistas. ?stos fusilaban muy mal, no acertaban a la primera descarga y los ten¨ªan que rematar en el suelo. Los moros fusilan cogiendo el fusil debajo del brazo, en una postura especial. Nunca fallan ni hacen necesario el tiro de gracia". S¨ª, asegurar¨ªamos tambi¨¦n que a este libro se le podr¨ªa haber titulado Desastres de la guerra. "La crueldad de esta guerra", seguir¨¢ diciendo, "no tiene precedentes en la Historia. Las v¨ªctimas de la retaguardia superan en mucho los muertos en los campos de lucha. Queipo tuvo que dar orden para que no se fusilara a menores de quince a?os. (...
) El m¨®vil es uno solo: el terror. El terror, como ¨²nica arma para lograr el triunfo. Saben muy bien que s¨®lo a fuerza de terror y torrentes de sangre conseguir¨¢n dominar al pueblo". En un momento en el que parece haber renacido el inter¨¦s por la Guerra Civil, un libro como ¨¦ste es harto recomendable. Leerlo, pensar, entrar en las costuras de una historia sobrada con frecuencia de los grandes y exaltados cronistas, aquellos que suelen tener siempre a mano un "ellos m¨¢s" o un "ellos empezaron antes", ya que nadie est¨¢ tan capacitado para hablar de la familia como uno de sus miembros. Lo hizo Chaves, desde la izquierda hablando de la izquierda; lo ha hecho este Bahamonde, desde la derecha, hablando de la derecha. Ambos son las raras aves de nuestra literatura.
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