Mirando al tendido
Pod¨ªa resultar simp¨¢tico si no fuera grotesco. Los toros de Luis Terr¨®n sal¨ªan al ruedo con el encargo expl¨ªcito de buscar a alguien en el tendido. Pasaban del caballo y caballero y fijaban su mirada en los distintos sectores de la plaza, con una atenci¨®n sorprendente, aunque nunca se sabr¨¢ si alguno encontr¨® al amigo.
Mansos integrales resultaron los astados despuntados -muy despuntados-, que acabaron con la paciencia de los rejoneadores y a punto estuvieron de dar al traste con un espect¨¢culo tan divertido para un p¨²blico complaciente que enloquece con las cabalgadas, caigan donde caigan, qu¨¦ m¨¢s da, arpones y banderillas. Mal lo pasaron Andy Cartagena y Sergio Gal¨¢n en sus primeros toros, aut¨¦nticos bueyes de carretas, cobardes, que rehuyeron la pelea y buscaron las tablas con claras intenciones de escapar como fuera del redondel. El tercero de la tarde intent¨® saltar al callej¨®n, pero se qued¨® a mitad de camino. Les cost¨® un mundo fijarlos en el caballo, la persecuci¨®n fue larga y paciente por toda la plaza y, al final, fue Gal¨¢n quien tuvo mejor suerte, pues consigui¨® encelar el suyo con las banderillas y que se olvidara de mirar al tendido. Cartagena se las vio y se las dese¨® para clavar, pero uno y otro obtuvieron una oreja por su acierto con el rej¨®n de muerte.
Terr¨®n / Fernandes, Cartagena, Gal¨¢n
Toros despuntados para rejoneo de Luis Terr¨®n, desigualmente presentados, muy mansos y descatados, a excepci¨®n del cuarto, codicioso. Rui Fernandes: pinchazo y bajonazo (silencio); dos rejonazos en los bajos (ovaci¨®n). Andy Cartagena: rej¨®n en lo alto (oreja); pinchazo, rej¨®n trasero, pinchazo, un descabello -aviso- y dos descabellos (silencio). Sergio Gal¨¢n: rej¨®n en lo alto (oreja); rej¨®n en lo alto (oreja). Sali¨® a hombros por la puerta grande. Plaza de Las Ventas. 27 de mayo. Segundo festejo de rejoneo. Lleno.
Ninguno de los dos mereci¨® el trofeo, pero lo cierto es que la rapidez con la que el toro muere es estrechamente proporcional a la intensidad de la petici¨®n. El p¨²blico salta de sus asientos ante una muerte fulminante, y, sin reparo alguno, le mienta la madre al presidente mientras ¨¦ste hace recuento de los votos. Muchas se?oras, en su papel de madres del joven rejoneador, acuden, incluso, al chantaje emocional: "?Dale la oreja al pobre chaval, so malaje!".
Lo de menos es la ortodoxia. A medida que aumenta la espectacularidad disminuye el toreo a caballo. Los toros pasan de embestir, y los caballeros, de clavar al estribo, como mandan los c¨¢nones. As¨ª, el rejoneo gana en n¨²meros circenses y pierde en calidad. Pero qu¨¦ m¨¢s da el toreo si hay diversi¨®n, pensar¨¢n las se?oras que chantajean al presidente y le dar¨ªan el toro entero al chaval a caballo.
El portugu¨¦s Rui Fernandes no destaca, precisamente, por su punter¨ªa con los rejones de muerte. Le toc¨® el mejor lote, y su actuaci¨®n no pas¨® de discreta. Abus¨® de las pasadas en falso y fall¨® con un rej¨®n de castigo y banderillas. Lo mejor, dos pares de rehiletes de frente en el primero y los pares al quiebro en el segundo, espectaculares, pero siempre clavados a la grupa.
Cartagena se la jug¨® en el quinto, otro manso de libro, y emocion¨® a los tendidos dejando que el toro tocara a los caballos y abusando de los alardes. Pero apur¨® tanto que result¨® bruscamente atropellado en un par al quiebro que no le cost¨® un disgusto de aut¨¦ntico milagro. Al final, brill¨® m¨¢s sin toro porque el caballo que recibi¨® el impacto huy¨® por la calle de en medio y dej¨® al caballero en evidencia. Otro manso que busc¨® la puerta de salida fue el sexto, con el que Gal¨¢n no acert¨® en las banderillas al quiebro y mejor¨® en los pares de poder a poder. La puerta grande fue, quiz¨¢s, un premio exagerado.
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