Azar y patrimonio
La primera tesis doctoral sobre el juego en Espa?a constata que los valencianos son los que m¨¢s tasas pagan
Cada valenciano gasta una media de 163 euros al a?o en Loter¨ªa Nacional, el doble que cada andaluz y por encima de los 157 euros que invierte cada madrile?o en el juego de mayor ¨¦xito que gestiona la empresa p¨²blica Loter¨ªas y Apuestas del Estado. Los valencianos tambi¨¦n destacan como aficionados al bingo, donde gastan una media de 45 euros anuales, un poco menos que los aragoneses (53 euros por habitante y a?o) o los madrile?os (50 euros).
La afici¨®n por las apuestas tiene su correlato en las arcas p¨²blicas. Los valencianos pagaron en conjunto 215 millones de euros por tasas sobre el juego en 2003, casi lo mismo que los andaluces. Una cantidad que arroja la mayor contribuci¨®n por habitante en todo el Estado.
La pasi¨®n por el juego en la Comunidad Valenciana tiene tambi¨¦n un correlato cient¨ªfico. Miguel Maz¨®n, que fuera secretario de la Consejer¨ªa de Hacienda bajo mandato del socialista Joan Lerma, es el autor de la primera tesis doctoral elaborada en Espa?a sobre la materia. An¨¢lisis econ¨®mico, jur¨ªdico y fiscal del juego es obra de un economista que confiesa sentirse inc¨®modo en un casino y que jam¨¢s entrar¨ªa en un bingo por placer, pero que atisb¨® la importancia econ¨®mica del asunto desde un cargo pol¨ªtico y sabe embelesarse con las buenas pel¨ªculas de g¨¦nero negro rodadas en Las Vegas.
Maz¨®n sostiene que "el juego entendido como una modificaci¨®n patrimonial en cuanto designio del azar ha existido y se ha practicado siempre". Las pinturas rupestres recogen los precedentes del juego de dados. Los egipcios ilustraron partidas entre el dios de la noche y la luna. Los chinos inventaron el Go en torno al a?o 2300 antes de Cristo. Los aztecas desarrollaron una especie de parch¨ªs.
El primer intento de regular los juegos l¨ªcitos en Espa?a fue dictado por el rey Alfonso X El Sabio en 1276. La Orden de Tarufer¨ªas, casas de juego, constituye el precedente de "los establecimientos de juego autorizados con participaci¨®n p¨²blica". La orden fijaba los locales y d¨ªas de la semana en los que se pod¨ªa jugar y establec¨ªa sanciones por su incumplimiento. Los Reyes Cat¨®licos dictaron una pragm¨¢tica muy similar en 1480. Felipe II lleg¨® a introducir castigos f¨ªsicos para sancionar a los jugadores de clases bajas. S¨®lo Carlos III, en 1771, suprimi¨® los castigos f¨ªsicos, e introdujo una regulaci¨®n sobre rifas que se convirti¨® en precedente de la Loter¨ªa Nacional.
El primer C¨®digo Penal, aprobado en 1822, bajo influencia liberal, no tipificaba el juego ni como delito ni como falta. S¨®lo sancionaba la estafa. Pero Fernando VII, en 1831, promulg¨® una pormenorizada regulaci¨®n que prohib¨ªa los juegos de azar "a toda clase de personas". Bajo reinado de Alfonso XIII, en 1912, se intenta adecuar la normativa a la realidad y se autorizan el juego en locales supervisados. "El r¨¦gimen de autorizaci¨®n consagra el principio de la intervenci¨®n del Estado en la actividad de los particulares", explica Maz¨®n.
El trabajo se extiende en detalles sobre la regulaci¨®n actual del juego en Espa?a y sobre las competencias cedidas a las autonom¨ªas. Sobre el impacto social de los distintos juegos p¨²blicos y privados y su dimensi¨®n econ¨®mica. Y sobre el peculiar estatuto de la Organizaci¨®n Nacional de Ciegos de Espa?a (ONCE), "una corporaci¨®n de derecho p¨²blico, de car¨¢cter social, con personalidad jur¨ªdica propia, sometida al protectorado del Estado, con autonom¨ªa econ¨®mica y financiera y plena capacidad de obrar".
El trabajo refleja la diversidad de la legislaci¨®n sobre el juego en los diversos estados miembros de la UE, una diversidad que complica las loter¨ªas de dimensi¨®n continental y apunta obst¨¢culos a la libre competencia.
Maz¨®n recoge varios debates jur¨ªdicos en torno a los fundamentos de la tributaci¨®n sobre el juego. El jugador que apuesta, por ejemplo, ?est¨¢ inmerso en una actividad econ¨®mica?, ?compra un servicio?, ?pone en circulaci¨®n una mercanc¨ªa?
El autor evita trazar un perfil del jugador, pero si aventura que el bingo est¨¢ de capa de ca¨ªda, que los casinos crecer¨¢n a corto plazo como proveedores de un atractivo para los turistas y que las m¨¢quinas tragaperras no despiertan inter¨¦s entre los j¨®venes. Tambi¨¦n alerta sobre la complejidad de las apuestas a trav¨¦s de internet y asegura que "ha desbordado a todos los responsables en materia de juego que, de forma casi general, no han sabido reaccionar ante el fen¨®meno". Maz¨®n sugiere que los casinos on line exigen una respuesta, como m¨ªnimo, de ¨¢mbito europeo.
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