Interpretaci¨®n del voto franc¨¦s
El resultado del refer¨¦ndum franc¨¦s ha removido poderosamente las aguas europeas. No es posible minimizar el acontecimiento. Francia es mucha Europa, no s¨®lo por sus proporciones geogr¨¢ficas y humanas, sino por su historia: es el pa¨ªs de la Ilustraci¨®n y de la Gran Revoluci¨®n. No puede desde?arse su influencia moral en las poblaciones que componen la UE. M¨¢s a¨²n si se piensa que en Alemania, de no haber prohibido su Constituci¨®n los referendos, lo que hizo que sobre el tema decidiera el Parlamento, de haberse producido un voto popular probablemente hubiera dado un resultado parecido. En definitiva lo que se ha puesto en evidencia es que sobre una situaci¨®n econ¨®mica dif¨ªcil se est¨¢ viviendo tambi¨¦n una crisis seria de las instituciones y los partidos pol¨ªticos del sistema. En este cuadro la decisi¨®n de continuar la consulta en el resto de los pa¨ªses que componen la UE puede servir para ganar tiempo y desarrollar una reflexi¨®n y un debate m¨¢s profundo, pero en s¨ª misma nada resuelve.
Una reflexi¨®n seria deber¨ªa llevarnos a una primera conclusi¨®n: el resultado del refer¨¦ndum franc¨¦s no es un rechazo a la idea de la unidad europea. La inmensa mayor¨ªa de los que han votado ha rechazado algo muy concreto: el tratado que ha recibido el ampuloso t¨ªtulo de "Constituci¨®n europea".
Creo que en Espa?a, algunos de los que hemos votado s¨ª lo hemos hecho violentando muchas reservas, no s¨®lo sobre su contenido sino sobre el procedimiento seguido para su elaboraci¨®n. En el fondo de la opini¨®n p¨²blica europea existe un cierto hartazgo de ver c¨®mo la unidad de Europa se est¨¢ realizando por la burocracia de Bruselas, aunque en el caso de la Constituci¨®n haya sido reforzada por el a?adido de algunas personas designadas por las c¨²pulas de las instituciones y en el mejor de los casos por las c¨²pulas de los partidos, sin ninguna participaci¨®n de los ciudadanos. A este c¨®nclave lleg¨® a llam¨¢rsele arbitrariamente Convenci¨®n, pero de tal no ten¨ªa nada. As¨ª sucedi¨® que durante meses, los debates habidos sobre el articulado tuvieron una insignificante repercusi¨®n p¨²blica y transcurrieron sin pena ni gloria. Y ah¨ª est¨¢ sin duda, una de las principales causas de que en cada pa¨ªs, a la hora de decidir, no sean los problemas colectivos de la Uni¨®n los que pesen, sino en gran parte, los problemas de pol¨ªtica interna.
Si al comienzo del proceso unitario pod¨ªa estar justificado que muchos problemas se decidieran en petit comit¨¦ por pol¨ªticos situados a la vanguardia de un movimiento que daba los primeros pasos, creo que ha sido un error convertir ¨¦ste en un m¨¦todo permanente cuando la construcci¨®n de Europa afectaba ya directamente a todos sus ciudadanos. As¨ª ha ido apareciendo un distanciamiento creciente entre las instituciones y los ciudadanos, distanciamiento que puede convertirse en grave obst¨¢culo para un proyecto, en lo fundamental, necesario.
Tendr¨ªamos que ser capaces de una autocr¨ªtica, tendr¨ªamos que reconocer que no fue un acierto la elaboraci¨®n de una Constituci¨®n sin hacer una verdadera Convenci¨®n, elegida directamente por los ciudadanos, previo un debate verdaderamente popular sobre el tema. La Europa de los pueblos y de los ciudadanos no puede ser la obra de una burocracia, por muy ilustrada que ¨¦sta sea. Porque el peligro es que los ciudadanos terminen viendo el proyecto como la obra exclusiva de una minor¨ªa social poderosa que est¨¢ tratando de garantizar ¨²nicamente sus intereses.
Porque el refer¨¦ndum franc¨¦s -y hasta cierto punto la situaci¨®n alemana- ponen de relieve el crecimiento de un malestar social cada vez mayor en el mundo europeo y occidental frente a las caracter¨ªsticas que distinguen al capitalismo de la globalizaci¨®n. Y esta es una segunda conclusi¨®n que hay que ir sacando del acontecimiento. El neoliberalismo dominante, con sus ataques al Estado de bienestar, est¨¢ afectando directamente al equilibrio de los sistemas pol¨ªticos establecidos durante largos a?os. La crisis del socialismo franc¨¦s y la socialdemocracia alemana -tras la crisis del socialismo italiano- son s¨ªntomas cuya importancia no cabe subestimar. Y no creo que sean fen¨®menos pasajeros. En un art¨ªculo muy l¨²cido publicado semanas atr¨¢s en EL PA?S, el escritor alem¨¢n G¨¹nter Grass se?alaba los efectos demoledores del neoliberalismo sobre el sistema democr¨¢tico.
La persistencia de una pol¨ªtica econ¨®mico-social que exalta los valores del individualismo, la magnificaci¨®n de los m¨¢s fuertes, y ataca los valores de la solidaridad y de los intereses colectivos, puede desembocar en la aparici¨®n de una nueva izquierda comprometida m¨¢s profundamente que la actual, con la voluntad de la mayor¨ªa de los ciudadanos de no permitir que se degraden cada d¨ªa m¨¢s las condiciones de vida que est¨¢n haciendo perder al mundo del trabajo conquistas hist¨®ricas, a las que a veces la izquierda oficial parece dispuesta a sacrificar.
Este aspecto de cuanto est¨¢ sucediendo deber¨ªa estar presente en las reflexiones de los d¨ªas y las semanas que vienen, porque "Otra Europa es posible".
Santiago Carrillo, ex secretario general del PCE, es comentarista pol¨ªtico.
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