Provocar una crisis
Por primera vez desde el inicio de la democracia, el pasado s¨¢bado uno de los dos grandes partidos pol¨ªticos sali¨® a la calle contra la pol¨ªtica antiterrorista del Gobierno. El PP ha roto as¨ª un pacto expl¨ªcito que hab¨ªa determinado la conducta de los principales partidos democr¨¢ticos: apoyar siempre al Gobierno en la lucha contra ETA. Pero adem¨¢s lo ha hecho de una manera vergonzante: mandando a la Asociaci¨®n de V¨ªctimas del Terrorismo por delante y mont¨¢ndose descaradamente sobre la condici¨®n y el dolor de ¨¦stas para desgastar al Gobierno. De una sola tacada, el PP se ha cargado las normas de solidaridad en la lucha antiterrorista y de respeto a las v¨ªctimas, que formaban parte del m¨ªnimo denominador com¨²n de los dem¨®cratas.
De modo que el PP, que tanto se ha desga?itado en la defensa del Pacto Antiterrorista, con la pretensi¨®n de poner a las v¨ªctimas a su servicio se lo ha cargado definitivamente. Se puede discrepar de muchas cosas: de la oportunidad de la iniciativa parlamentaria de Zapatero o de no haber instado la ilegalizaci¨®n de EHAK. Son diferencias de ejecuci¨®n de la pol¨ªtica que en nada afectaban a la esencia del Pacto Antiterrorista: el compromiso de no pagar precio pol¨ªtico al fin de la violencia, que mantiene sin ambig¨¹edad alguna la declaraci¨®n aprobada por el Congreso. Al utilizar las v¨ªctimas como ariete para forzar la puerta electoral, el PP est¨¢ rompiendo el Pacto Antiterrorista por el punto m¨¢s sensible: hace a?icos el respeto a las v¨ªctimas, primero de los valores b¨¢sicos compartidos.
Las v¨ªctimas son ciudadanos como todos, que merecen la solidaridad de los dem¨¢s por las p¨¦rdidas y por el sufrimiento padecido. Tienen el mismo derecho que cualquier otro a hacer pol¨ªtica. El PP, que clam¨® insistentemente por la unidad de las v¨ªctimas, entendi¨® como tal la sumisi¨®n a la pol¨ªtica de su Gobierno. Cuando el Gobierno del PSOE le ha sucedido en el poder, ha seguido pretendiendo que las v¨ªctimas eran suyas. Provocando de este modo una fractura y segregando a sus v¨ªctimas, las buenas, de las dem¨¢s, las sospechosas. Las v¨ªctimas tienen todo el derecho a decantarse por una opci¨®n pol¨ªtica, pero entonces ya s¨®lo representan a quienes les siguen en esa apuesta. Puesto que entre las v¨ªctimas hay gente tan diversa como en la ciudadan¨ªa en general, es l¨®gico que se den opciones pol¨ªticas diversas e incluso contradictorias. Lo m¨ªnimo que se le puede pedir al PP es que respete esta diversidad y no hable en nombre de todas las v¨ªctimas, porque no tiene ning¨²n derecho a hacerlo.
El PP ha iniciado con la manifestaci¨®n del pasado s¨¢bado una importante campa?a callejera contra el Gobierno. Esta semana tiene la cita de "los papeles de Salamanca", y la siguiente, la manifestaci¨®n contra los matrimonios entre homosexuales. Tres manifestaciones en tres semanas, algo inusual en una derecha que a?os atr¨¢s clamaba contra los pol¨ªticos de pancarta. Por lo visto, la soledad de la oposici¨®n incita a buscar el calor de la calle. A sus asesores corresponde saber si realmente esta estrategia, que s¨®lo consigue aislarles de las dem¨¢s fuerzas pol¨ªticas y cohesionar a los dem¨¢s partidos frente a su asalto, les acerca o les aleja de sus objetivos estrat¨¦gicos, es decir, de recuperar el poder. Da la impresi¨®n de que el PP ha aprendido que la alternancia en Espa?a s¨®lo se produce en situaciones de crisis o emergencia. Y que est¨¢ dispuesto a hacer lo que sea, incluso utilizar como plataforma el dolor de las v¨ªctimas, para intentar crear un estado de crisis que le permita recuperar un poder que considera usurpado.
El problema del PP es que no hay en la sociedad ninguna sensaci¨®n de amenaza o riesgo que pueda hacer pensar que se necesita un cambio r¨¢pido. Con la agitaci¨®n se puede llegar a convencer a los sectores m¨¢s radicales del PP de que la patria est¨¢ en riesgo y otras fantas¨ªas parecidas. Pero cuando la realidad tiene tan poco que ver con el ruido es dif¨ªcil que estos intentos de desestabilizaci¨®n tengan ¨¦xito, por m¨¢s que los voceros populares est¨¦n ya dando por liquidada la legislatura. ?Piensan de verdad que alguien se lo cree? Puede que, en el microcosmos pol¨ªtico madrile?o, los gritos terminen convenciendo a alguien de que lo que dicen es cierto, pero en el resto de Espa?a es dif¨ªcil percibir esta sensaci¨®n de crisis y desastre que el PP quiere transmitir. Es m¨¢s, si alguien est¨¢ en la cuerda floja hoy no es el Gobierno de Zapatero, sino el PP. Una derrota en Galicia, algo en absoluto imposible, pondr¨ªa a su liderazgo en situaci¨®n precaria y alejar¨ªa la idea de una recuperaci¨®n inmediata. Tarde o temprano, da la impresi¨®n de que Rajoy acabar¨¢ pagando por aceptar el papel de reh¨¦n del aznarismo. ?Es funci¨®n del primer partido de la oposici¨®n jugar a provocar una crisis nacional por simple resentimiento? Este pa¨ªs es demasiado sensato para seguir al PP por este absurdo camino.
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