Las dianas de Deborah Warner
Las pel¨ªculas se vuelven a proyectar, el teatro se representa s¨®lo unas cuantas noches: es finito y fr¨¢gil, pero deja a veces un surco imborrable. En la memoria, el enjambre de estatuas desnudas y blancas de Macunaima sigue desliz¨¢ndose a comp¨¢s, los habitantes de Wielopole arrastran todav¨ªa cachivaches polvorientos; los chinos de Tambours sur la digue salen de escena prodigiosamente ingr¨¢vidos, arrastrados por el viento de la Historia... El Mahabharatta teatral es a la versi¨®n cinematogr¨¢fica del propio Brook lo que un paisaje a una foto: ?d¨®nde, en la pel¨ªcula, el volumen, el aire, el olor acre? Estos cuatro espect¨¢culos, y otros que recuerdo con intensidad parecida, son de escritura contempor¨¢nea: Mario de Andrade y Jean-Claude Carri¨¨re tomaron sus asuntos respectivos de la mitolog¨ªa, H¨¦l¨¨ne Cixous escribi¨® poni¨¦ndose en la piel de un autor oriental antiguo, y Tadeusz Kantor, removiendo su infancia. Deborah Warner (Burford, 1959) consigui¨® un resultado equiparable utilizando un texto cl¨¢sico. Ten¨ªa 27 a?os cuando puso en escena Titus Andr¨®nicus, y cosech¨® los premios Laurence Olivier y Evening Standard a la mejor direcci¨®n de la temporada. Brian Cox, el protagonista, gan¨® el Olivier por su interpretaci¨®n. ?sta es una obra con mala fama. Parece que al joven Shakespeare le hubiera picado el mismo virus que a John Webster: acumula horrores y vierte arroyos de sangre. En 2000, ?lex Rigola hizo de Titus Andr¨®nicus una comedia, casi una farsa: Lavinia, con las manos amputadas, bailaba La bomba, y una especie de boixos nois la coreaban. El director brit¨¢nico Gregory Doran llev¨® al festival de Almagro de 1995 un montaje que hac¨ªa equilibrios entre bromas y veras. Deborah Warner cogi¨® el toro por los cuernos y lo tore¨® por derecho.
Mont¨® este shakespeare en Stratford-upon-Avon, y en Madrid, con p¨²blico a tres bandas, en la desaparecida sala Olimpia, sin escenograf¨ªa: los romanos cantan victoria, los godos urden su venganza. Lavinia aparece espantosamente mutilada. Titus le pregunta: "?Qui¨¦n ha sido?", y de la boca de su hija sale sangre: le han cortado tambi¨¦n la lengua. Sonia Ritter, la actriz, permanece en ese estado tres horas y media, a Titus le amputan el brazo, el escenario blanco inmaculado se ti?e de rojo, pero, prodigio, la sangre no desborda el vaso, la goma tensada a tope no se rompe: el p¨²blico permanece en vilo, conmovido. Se produce la catarsis. Han pasado quince a?os, y a¨²n oigo hablar de este montaje de la Royal Shakespeare. Propuls¨® a la Warner, que ha seguido sumando ¨¦xitos, pero nadie los ha programado en Espa?a. Hasta ahora. El Teatro Espa?ol presenta Julio C¨¦sar del 17 al 26 de junio, en coproducci¨®n con el Barbican Centre, de Londres, y con el Th¨¦?tre National de Chaillot, donde est¨¢ en cartel hasta el d¨ªa 11.
El tema romano se puso de moda en el teatro ingl¨¦s de finales del XVI, debido a que Thomas North tradujo Vidas de los nobles griegos y romanos, de Plutarco. John Gielgud, que ha interpretado Julio C¨¦sar en cinco montajes distintos, escribe que esta obra no se puede poner en escena sin una masa de figurantes. Herbert Beerbohm Tree utiliz¨® 250 a finales del XIX, y Peter Stein, 200 en Salzburgo, en 1992. Harcourt Williams hizo salir en tromba a los suyos desde el foso de la orquesta del Old Vic, para que Marco Antonio arrancara su discurso con la urgencia real de contenerles. Deborah Warner ha empleado un centenar en Londres y en Par¨ªs; en el Teatro Espa?ol ser¨¢n la mitad. En su montaje, Marco Antonio (Ralph Fiennes) no es un demagogo, sino alguien que ve en el asesinato de C¨¦sar la ocasi¨®n repentina de probar su elocuencia ante las masas. Varios cr¨ªticos brit¨¢nicos destacan a Anton Lesser en un Marco Bruto con rasgos de Tony Blair, y el Casio de Simon Russell Beale. Chlo¨¦ Obolensky viste a los personajes con ropas de hoy, y, con id¨¦ntica intenci¨®n, el programa de mano del Barbican incorpora fotos de Blair y de Bush saludando a sus tropas, de estadounidenses entrando en los palacios de Sadam y de prisioneros iraqu¨ªes. Tras el descanso, Tom Pye, escen¨®grafo e iluminador, convierte el teatro en un campamento militar parecido a los de la coalici¨®n occidental en Oriente Pr¨®ximo. El papel de Porcia, interpretado por Fiona Shaw en Londres, lo hace en Madrid Rebecca Charles.
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