El gen del urbanizador
El bi¨®logo molecular estadounidense Dean Hamer ha descubierto un gen que predispone a los mortales a creer en lo inmortal. O dicho de otro modo, ha descubierto un extraordinario gen al que ha llamado el gen de Dios, aunque otros prefieren denominarlo el gen de la fe, o incluso el gen de las creencias religiosas. Da igual. Se trata siempre del mismo gen. Quienes lo llevan inscrito desde el nacimiento estar¨¢n en mejores condiciones para creer en cualquier Dios que quienes no lo llevan inscrito en su c¨®digo gen¨¦tico. Habr¨ªa que a?adir otra cosa: el gen de Dios no es cristiano, isl¨¢mico ni hind¨². Tampoco africano. Es un gen que vale para todos los dioses y diosas conocidos. Es universal.
Dean Hamer se hizo famoso por haber analizado con anterioridad otro importante gen, el de la homosexualidad. A los hombres que nacen con ese gen les gustan los hombres. Algunos se hacen gays. Y a las mujeres con ese gen les gustan las mujeres, y se hacen lesbianas. Hay, pues, un gen para cada ocasi¨®n, creencia o conducta. El doctor Hamer los ir¨¢ identificando poco a poco. Cada comportamiento dispondr¨¢ de su propia explicaci¨®n gen¨¦tica y de su oportuna justificaci¨®n.
Semejantes hallazgos cient¨ªficos nos devuelven al determinismo, siempre exculpatorio: yo no mat¨¦, lo hizo mi gen. Es algo que nos recuerda la doctrina cristiana de la predestinaci¨®n divina tan dif¨ªcil de conciliar con el libre albedr¨ªo. El mito del pecado original acaba siendo la escapatoria, que a su vez reclama la Redenci¨®n de todo el g¨¦nero humano.
Pero dejemos esto. Lo que ahora nos intriga es saber si el nuevo gen de Dios tambi¨¦n lo traen al mundo los pol¨ªticos endiosados y sus diab¨®licos asesores. Nos intriga saber, por ejemplo, si el gen de Dios anida en el mapa gen¨¦tico de los ap¨®stoles del agente urbanizador, un ser que re¨²ne los atributos de omnipresencia y de omnisciencia propios de Dios. ?Ser¨ªa don Rafael Blasco un caso o fen¨®meno gen¨¦tico de esta naturaleza? ?Dispondr¨¢ de varios de estos genes, algunos de repuesto? ?Los ocultar¨¢ en el costillar, a la altura del billetero, en las partes inferiores, o incluso en sus ¨®rganos vitales?
Los promotores del dios Urbanizador, del dios Constructor y del dios Especulador siguen escrupulosamente los dictados de ese gen para colmar las apetencias del agente urbanizador. Como a los gays y a las lesbianas, provistos del gen de la homosexualidad, a los ediles y especuladores les tira el agente urbanizador, y viceversa en virtud del gen de Dios descubierto en Bethesda por el bi¨®logo Dean Hamer.
Desde que tenemos noticia de la existencia de este gen de Dios (no as¨ª de Dios) entendemos mucho mejor al se?or Blasco, y a otros como ¨¦l, cuando su gen territorial le impele a dar lecciones de democracia y de Derecho, algo que hizo en cuanto desaparecieron de su entorno los eurodiputados que se llevaron, para estudiarlas una a una, las 15.000 quejas de atropellos urban¨ªsticos cometidos con absoluta impunidad. Rafael Blasco dijo (EL PA?S, 7 de junio) que ¨¦l no tuvo noticia de esas quejas, no vio ninguna, y alent¨® paternalmente a los damnificados a que las sustancien en los tribunales, que "es como funcionan todos los Estados de Derecho de Europa y del mundo". Estas palabras nos dejaron boquiabiertos. ?Iba en serio o en broma? ?Se trataba de un desvar¨ªo neuronal o de una provocaci¨®n insensata?
Recomendar¨ªa que no perdamos las formas ni el humor pues a la luz de la ciencia molecular el responsable auton¨®mico no es, estrictamente, el se?or Blasco sino el se?or Blasco y su gen de Dios que lo precipita al abismo. Como tampoco la alcaldesa de Valencia es a secas do?a Rita Barber¨¢, con ser esto bastante, sino que es do?a Rita y el gen de Dios que lleva a cuestas do?a Rita. Muchos alcaldes de pueblos tur¨ªsticos de la Comunidad Valenciana no son, tampoco, estrictamente alcaldes, sino que adem¨¢s de ser eso nacieron igualmente con el determinismo del gen de Dios en la sangre, y esto los trasforma de servidores p¨²blicos en servidores privados dispuestos a satisfacer por encima de todo, incluso de las leyes, los intereses insaciables de los agentes urbanizadores. Pero, ?acaso sabemos de qu¨¦ gen cojeamos el resto de los mortales? Ser¨ªa bueno identificar nuestro propio gen, porque el de ellos lo tenemos ya demasiado claro.
Visa de oro
El ex director del Instituto Valenciano de Finanzas, Jos¨¦ Manuel Uncio, dijo que, "para evitar pol¨¦micas est¨¦riles y no soportar m¨¢s calumnias y acusaciones infundadas", devolver¨¢ los 6.000 euros que al parecer sac¨® del bolsillo de los contribuyentes para introducirlos, en forma de regalos, en los bolsillos de algunos representantes de bancos. Pero el se?or Uncio no pretende evitar una pol¨¦mica est¨¦ril, que no lo es, sino correr un tupido velo sobre un asunto personal que exige una investigaci¨®n en toda regla.
Ya va siendo hora de que sepamos qu¨¦ uso autorizado tienen las tarjetas de cr¨¦dito de los servidores p¨²blicos, porque esas tarjetas son nuestras. En una empresa privada los gastos de representaci¨®n figuran en un listado. Los viajes, alojamientos y comidas se especifican y detallan. Todo se justifica. ?Por qu¨¦ no ocurre lo mismo en la Administraci¨®n, donde la transparencia es un chiste? Da igual el partido que est¨¦ en el poder. Los abusos son hereditarios.
Decir que la devoluci¨®n del dinero evitar¨¢ "las sombras que algunos intentan plantear", es una falacia del se?or Uncio. Eso quisiera ¨¦l. Las sombras persistir¨¢n aunque devuelva el dinero mientras no quede probada su inocencia.
Si las acusaciones son infundadas y calumniosas, al calumniador tampoco hay que dejarlo salir por la puerta falsa. Estamos hartos de puertas falsas, de falsedades y de griter¨ªo. As¨ª que investiguen y redacten un c¨®digo de conducta. De lo contrario, devuelvan las tarjetas.
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