Cocodrilo de agua dulce
Jes¨²s Moncada resolv¨ªa el tr¨¢mite de la dedicatoria de sus libros con unos dibujos que daban fe de su talento como ninotaire. La elecci¨®n colorista de la caricatura despertaba una simpat¨ªa inmediata, la misma que sent¨ªas cuando te lo encontrabas por el paseo de Gr¨¤cia cumpliendo con el ritual de estirar las piernas. De Pere Calders, uno de sus maestros y amigos, aprendi¨® a tratar a la gente con una combinaci¨®n equilibrada de respeto, socarroner¨ªa, humildad y pasi¨®n por las an¨¦cdotas. A sus personajes tambi¨¦n los respetaba y para darles una vida digna recurr¨ªa a un uso monumental pero nada grandilocuente del idioma. De repente, un sustantivo irrump¨ªa en una frase acompa?ado de tres adjetivos, todos potentes y complementarios. Ley¨¦ndole redescubr¨ªas palabras abandonadas por falta de uso como "enfarfoll", "cafarna¨¹m", "cam¨¤lic", que reactivaban circuitos fon¨¦ticos sumergidos bajo las aguas de la facilidad.
Todas las literaturas necesitan esa clase de rigor para recordar que la lengua es de quien la trabaja. Moncada lo tuvo en sus novelas y en las traducciones con las que, seg¨²n confesaba, compraba tiempo para poder ocuparse de lo suyo. Lo suyo eran sus libros, pero tambi¨¦n su familia, su barrio y, en los a?os en los que la enfermedad no se interpuso en el camino de ambos, los paseos con su perro. Medio en serio y medio en broma, ¨¦sa era una de las excusas que pon¨ªa cuando alg¨²n entusiasta le invitaba a participar en lejanas jornadas sobre nuestra literatura en el extranjero: "No puedo, tengo que pasear al perro". Luego, cuando viajabas, te dabas cuenta de que Moncada era -y es- una referencia respetada, traducida, de ¨¦sas que no exigen protagonismo y que, en cambio, consiguen imponerse con un s¨®lido, meticuloso y discreto trabajo de artesano. Un trabajo concentrado en un punto de la memoria llamado Mequinensa. Para identificarse como hijo de ese paisaje fluvial y desaparecido, Moncada sol¨ªa dibujar un simp¨¢tico y sonriente cocodrilo de agua dulce. Su trazo era amable, pero no dejaba de ser un cocodrilo de piel dura, dientes afilados y una enorme sabidur¨ªa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.