La novela de su vida
-Para qu¨¦ nos vamos a enga?ar. La verdad es que lo m¨¢s importante de mi vida se produjo cuando el taxista Domingo Faneca recogi¨® en la puerta de la cl¨ªnica a Berta Roca y su marido Pep Mars¨¦.
-?Cu¨¢ndo fue eso?
-Un d¨ªa de enero de 1933. Yo llevaba en el mundo dos semanas y mi madre hab¨ªa muerto. Eclampsia, una complicaci¨®n del parto. Mingo Faneca era mi padre.
-?Y la pareja?
-Ven¨ªan de parto. Tambi¨¦n hab¨ªa salido mal. Pero el que hab¨ªa muerto era el hijo.
-?Un var¨®n?
-S¨ª.
-?Ad¨®nde les llevaba el taxi?
-A su casa. En el barrio de Gracia. Ellos viv¨ªan en la calle de Salmer¨®n. Justo en el primer portal despu¨¦s del metro de Fontana.
-?Y la cl¨ªnica d¨®nde estaba?
-Eh... No lo s¨¦. No lo recuerdo. Como si fuera una cl¨ªnica del Pilar, pero no la actual... No lo s¨¦ con certeza. Pero no debi¨® de ser un trayecto muy corto.
Al llegar a casa, mi abuela me sent¨® con toda solemnidad en una silla y me solt¨®: "Nen, tu tens quatre pares"
-?Por qu¨¦ lo dice?
-Dio tiempo a que hablaran. Le dijeron al taxista que acababan de perder el hijo reci¨¦n nacido. Y Mingo les explic¨® a su vez su desgracia. Supongo que entonces, despu¨¦s de los consuelos mutuos, habr¨ªa unos segundos, o incluso unos minutos de silencio. Esto de las novelas. "A Mingo le pas¨® entonces por la cabeza que..." O bien: "Berta se qued¨® muy impresionada con la historia del taxista, pero en seguida una idea empez¨® a rondarle, sin que sus manotazos por apartarla del pensamiento surtieran efecto". O en el cine: planos alternativos del rostro concentrado de Mingo y del rostro asustado de s¨ª misma de Berta, e incluso alguno de Pep Mars¨¦ cogi¨¦ndola de la mano y mir¨¢ndola con pena y cari?o.
-?Fue su madre la que habl¨®?
-S¨ª, as¨ª ha quedado, por tradici¨®n oral. Je, je. Le dijo al taxista: "?Por qu¨¦ no me deja ver a esta criatura?"
-Es incre¨ªble.
-Exactamente. Fue incre¨ªble.
-?Y qu¨¦ pas¨®?
-En alg¨²n momento el taxista rectificar¨ªa la marcha y los llevar¨ªa hasta donde estaba el ni?o. El ni?o era yo, ya lo sabe.
-?No fabula?
-Nada. Si alguien ha fabulado no he sido yo.
-?D¨®nde estaba el ni?o?
-En la calle de Pardo, en el barrio de Sant Andreu. Viv¨ªa con mi t¨ªo, l'oncle Joan, un hombre magn¨ªfico, vagamente anarquista. Entre otros detalles, salvar¨ªa la vida a mi padre, en plena Guerra Civil, cuando un piquete de anarcos iba a liquidarle. Fue capaz de casarse s¨®lo para que mi hermana, que se cri¨® con ¨¦l, tuviera una madre.
-?El ni?o hab¨ªa nacido en la calle de Pardo?
-No, el ni?o naci¨® en el n¨²mero 9 de la calle de Ma?¨¦ i Flaquer, en el barrio de Sarri¨¢, cerca de la estaci¨®n de tren. Alguna vez he pasado por ah¨ª. Una tapia, un jard¨ªn, todo extra?o...
-?Viv¨ªan all¨ª sus padres?
-S¨ª. No recuerdo con demasiada precisi¨®n los detalles, pero parece que mi padre estaba contratado como ch¨®fer por el amo de la casa, y que ¨¦ste les hab¨ªa proporcionado una vivienda en el jard¨ªn. Una especie de masover¨ªa urbana, supongo.
-O sea que Mars¨¦ naci¨® en Sarri¨¢.
-No, ¨¦se fue Faneca.
-Faneca es el apellido que le puso al alter ego charnego de Mar¨¦s, en El amante biling¨¹e.
-S¨ª, las bromas privadas del oficio.
-As¨ª que el taxi se encamin¨® a Sant Andreu para que le vieran.
-S¨ª. Y supongo que me encontrar¨ªan satisfactorio porque se me llevaron inmediatamente, en el mismo taxi. Mi madre me contaba que Mingo Faneca la animaba: "Ll¨¦veselo por unos d¨ªas, a ver".
-?Volvi¨® a verle?
-Un par de veces en la vida. Cuando la primera comuni¨®n y cuando se cas¨® mi hermana. No era nadie, est¨¢ claro. Luego, mucho tiempo despu¨¦s, una periodista, de L¨¦rida creo que era, me dijo durante una comida que hab¨ªa conocido a Mingo Faneca. Y que lo hab¨ªa visto con el dedo puesto sobre una foto m¨ªa que publicaba un peri¨®dico. Dec¨ªa: "?ste de aqu¨ª es hijo m¨ªo".
-?C¨®mo se enter¨® de todo?
-Muy pronto, la verdad. Ten¨ªa siete u ocho a?os y estaba en el pueblo del Panad¨¦s de mi familia paterna. Iba paseando con mi abuela, y nos cruzamos con una vieja vecina. Le dijo la vieja a mi abuela, mientras me miraba: "Es bien verdad que no se parece en nada a los Mars¨¦". Mi abuela le contest¨® que unos se parecen y otros no y sigui¨® andando. Pero yo empec¨¦ a tirarle de la manga y de la lengua, que qu¨¦ hab¨ªa querido decir la vieja. Mi abuela iba contestando que ya me lo explicar¨ªa mi madre, pero yo no paraba. Hasta que al llegar a casa me sent¨® con toda solemnidad en una silla y me solt¨®: "Nen, tu tens quatre pares". Me pareci¨® muy bien, la verdad, y ah¨ª se acab¨® todo. Con el tiempo mi madre fue ampliando los detalles. Carmen Balcells la hab¨ªa conocido y hab¨ªa escuchado de su boca la historia del taxista. Carmen siempre me ha dicho que mi madre lo narraba de un modo como m¨¢gico. Convencida de que la providencia hab¨ªa puesto en la puerta a Mingo Faneca, y, lo que quiz¨¢ es peor, a su muerta.
-?Y esa nariz suya?
-Creo que era de mi madre Rosa.
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