Socialismo con rostro ciudadano
Bueno, pues ya me he enterado de en qu¨¦ consiste esto del republicanismo. Es bastante tranquilizador ponerse al corriente de la filosof¨ªa pol¨ªtica practicada por quienes a uno le gobiernan, aunque desde luego lo m¨¢s alentador es advertir que -a pesar de la hostilidad que parecen manifestar hacia la filosof¨ªa cuando se ponen a dise?ar reformas educativas- poseen alguna. Sin exagerar, desde luego. Pero todo ello por razones que F¨¦lix Ovejero explica con admirable claridad en un trabajo s¨®lido y bien documentado. Lo que ¨¦l considera la "primera crisis" del socialismo, la quiebra del "modelo cl¨¢sico", es nuestra vieja conocida crisis del marxismo. Desde una perspectiva hist¨®rica y sociol¨®gica, estamos acostumbrados a pensar esa crisis sobre todo en sus dimensiones pr¨¢cticas: el totalitarismo b¨¢rbaro de los reg¨ªmenes comunistas sovi¨¦ticos y el logro paralelo, en las democracias de masas, de un grado razonable de cohesi¨®n y de bienestar social arraigados en grandes acuerdos colectivos que pod¨ªan perfectamente prescindir de la doctrina marxista ortodoxa.
PROCESO ABIERTO El socialismo despu¨¦s del socialismo
F¨¦lix Ovejero
Tusquets. Barcelona, 2005
285 p¨¢ginas. 17 euros
No parece que la "teor¨ªa" desempe?ase ning¨²n papel estelar en ambos eventos, pero nuestro autor se las arregla bien para hacernos sentir, a trav¨¦s de ellos, las deficiencias de una ideolog¨ªa izquierdista apoyada en una abundancia ut¨®pica (el crecimiento ilimitado de las fuerzas productivas) y de un programa pol¨ªtico cuyo optimismo voluntarista acab¨® por convertir a los Estados del "socialismo real" en reg¨ªmenes de terror. As¨ª es como, mucho antes de la expresa renuncia de la socialdemocracia al marxismo, las organizaciones pol¨ªticas de la izquierda hist¨®rica se fueron poco a poco descargando de su pesado lastre de ideas en la misma medida en que adquir¨ªan parcelas de poder pol¨ªtico y reforzaban sus estructuras internas de funcionamiento (t¨¦rminos como "internacionalismo", "dictadura del proletariado", "explotaci¨®n", "revoluci¨®n" o "plusvalor" fueron cayendo r¨¢pidamente al hondo pozo de las voces muertas), mientras la sociolog¨ªa acad¨¦micamente convalidada se hac¨ªa cargo de aquella "ciencia de la historia" que Marx intentara fundar, a costa de neutralizar el componente cr¨ªtico que para el autor de El capital la vinculaba a la acci¨®n social progresista. Adem¨¢s de la vacua pero siempre exitosa pastoral que adora ciegamente el "progreso" cient¨ªfico-industrial como un fin en s¨ª mismo indiscutible, la ¨¦tica fue la ¨²ltima "rama" filos¨®fica que mantuvo durante ese tiempo -el tiempo de vigencia del "segundo modelo" de socialismo, el del Estado de bienestar- un cierto prestigio como aspirante a suministrar a la izquierda un ramillete de "principios" o de "valores" con los que llenar el vac¨ªo dejado por el viejo "materialismo hist¨®rico" y sus corolarios, que ahora aparec¨ªan como un bagaje "metaf¨ªsico" del todo innecesario.
Pero la ¨¦tica y el bienestar
no son t¨¦rminos afines: es f¨¢cil ser solidario cuando se est¨¢ mal (porque uno espera que la solidaridad acabe benefici¨¢ndole), pero el estar bien -la ociosidad es la madre de todos los vicios- parece producir por s¨ª solo malas ideas, ideas de insolidaridad y de clientelismo, de apat¨ªa y de desagregaci¨®n y rencor social. A esto es a lo que Ovejero llama el "fracaso c¨ªvico" del modelo socialista del Estado de bienestar, es decir, la conversi¨®n de los votantes en consumidores irresponsables en lugar de ciudadanos participativos. Seguramente ya van ustedes comprendiendo por qu¨¦ puede llegar a resultar tan seductor sustituir la filosof¨ªa en la educaci¨®n secundaria por la ret¨®rica y la sof¨ªstica del "I+D" (Ciencia, tecnolog¨ªa y sociedad, Las ciencias en el mundo contempor¨¢neo), cambiando a su vez la ¨¦tica por la metaf¨ªsica de la Educaci¨®n para la ciudadan¨ªa.
Ovejero analiza con destre
za el "desaf¨ªo" al que se enfrentan en este punto los partidos: desde hace casi un siglo, sienten la necesidad de aligerar su contenido doctrinal para dotarse de la suficiente elasticidad como para adaptarse a la demanda social demosc¨®picamente auscultada y lograr as¨ª victorias electorales. No hay duda de que este pragmatismo forzoso puede conducir a los partidos a convertirse en simples (o complejas) m¨¢quinas recolectoras de votos sin ninguna identidad ideol¨®gica, algo as¨ª como empresas de servicios administrativos; pero no es menos cierto que la opci¨®n contraria (perder sistem¨¢ticamente las elecciones a costa de mantener las esencias te¨®ricas en toda su pureza) produce una inflaci¨®n program¨¢tica totalmente gratuita y demag¨®gica, pues se alimenta de su propia seguridad de que nunca ser¨¢ aplicada. S¨®lo se pueden aplicar programas si se ganan elecciones y esto ¨²ltimo s¨®lo es posible si el mensaje y, por tanto, el programa, es escueto y est¨¢ aliviado de todo lo que huela a sutileza l¨®gica o a espesa fundamentaci¨®n racional. Claro que, entonces, es posible que la aplicaci¨®n del programa no suponga ning¨²n cambio sustantivo apreciable.
De esta manera, el "tercer
modelo", que sucede al "fracaso c¨ªvico" del Estado de bienestar (que es tambi¨¦n el fracaso electoral de los partidos de izquierda), es un producto que, comparado con el viejo marxismo o con la democracia del bienestar, resulta mucho m¨¢s ligero, consumible y diet¨¦tico: la llamada "tercera v¨ªa" de Anthony Giddens y Tony Blair. Ovejero muestra con buenos argumentos hasta qu¨¦ punto se trata de poco m¨¢s que una estrategia de resignaci¨®n a la precariedad generalizada que, como un bumer¨¢n, devuelve a los pa¨ªses desarrollados el mismo malestar a espaldas del cual construyeron su progreso (la falta de Estado y de bienestar econ¨®mico, pol¨ªtico y jur¨ªdico). As¨ª que a sus dem¨¢s ventajas a?ade tambi¨¦n su car¨¢cter perecedero: estas doctrinas posmodernas (mccarthysmo, thatcherismo, reaganismo) son bastante m¨¢s ef¨ªmeras que las modernas (marxismo, liberalismo). El republicanismo o socialismo de la ciudadan¨ªa por el que aboga Ovejero es as¨ª un ideario (que no una ideolog¨ªa, ni una teor¨ªa, ni una ¨¦tica, ni mucho menos una filosof¨ªa, no se asusten) consciente del desgarro de la izquierda entre su irrenunciable identidad y su igualmente irrenunciable voluntad de eficacia, y por tanto no nos pone en peligro de adquirir ese sobrepeso fundamentalista que hoy todos procuramos evitar mediante tratamientos dermoest¨¦ticos y una alimentaci¨®n equilibrada. Y esto, dicho sea totalmente en serio, es de agradecer. Lo que sucede es que es un hermoso ideario -el de la constituci¨®n de un cuerpo civil de ciudadanos responsables-, verdaderamente digno de unos gobernantes de buena voluntad.
As¨ª que yo ser¨ªa un insensato si extendiese la sospecha de que, igual que un d¨ªa ca¨ªmos en que el materialismo hist¨®rico era demasiado teol¨®gico y lo sustituimos por la ¨¦tica y luego llegamos a la conclusi¨®n de que incluso la ¨¦tica era excesivamente fundamentalista y metaf¨ªsica y hab¨ªa que sustituirla por la m¨¢s vaporosa ciudadan¨ªa, no tardaremos mucho en comprender que tambi¨¦n el ideario del ciudadanismo es una metaf¨ªsica fundamentalista (porque los fundamentalismos, contra la primera impresi¨®n, no est¨¢n formados por cuerpos de doctrina hondamente justificados sino por recetarios simplistas, escuetos, ligeros, posmodernos, claros y generalmente bienintencionados, como los temarios de algunas nuevas asignaturas que se ciernen sobre el bachillerato) y tendremos necesidad de una "quinta v¨ªa"; y, adem¨¢s de ser insensato, les quitar¨ªa el pan de la boca a mis hijos si sugiriese que el clamor por los "valores ¨¦ticos" s¨®lo surgi¨® cuando ¨¦stos ya hab¨ªan dejado de valer en la vida y fueron a morir en las aulas, como ahora le sucede a la ciudadan¨ªa, y que precisamente la existencia de te¨®ricos y profesores serviciales dispuestos a fabricar estos productos en sus laboratorios y a sermonearlos en sus clases deber¨ªa ser considerada por los pol¨ªticos como el peor s¨ªntoma en lugar de como objeto de subvenci¨®n p¨²blica y que todo ello deber¨ªa darles motivo para reflexionar seriamente sobre las relaciones entre teor¨ªa y praxis pol¨ªtica y sobre lo poco que sirve la primera para la segunda. Y, por si esto fuera poco, ser¨ªa yo un demente si, estando los liberales-globalizadores y los comunitaristas-nacionalistas como est¨¢n de hinchados, le pusiera peros a un proyecto pol¨ªtico que de buena fe se llama republicanista.
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