Villalonga en la capital de los signos
Fue en 1993 cuando el romanista alem¨¢n Karlheinz Stierle, gran experto en Petrarca, public¨® Der Mitos von Paris. Zeichen und Bewusstsein der Stadt, que luego ha tenido traducci¨®n francesa como La capitale des signes. La idea central es que la capital francesa, en los momentos clave de su expansi¨®n, es decir, a partir de la segunda mitad del XVIII, crea una red de signos, concordantes, complementarios o contradictorios, que permiten leer la ciudad, la gran ciudad como totalidad de las experiencias posibles. Para Stierle, ese acceso de la ciudad a tener conciencia de s¨ª misma se hace a trav¨¦s de la historia o de la arquitectura, pero es la literatura -de Jean-Jacques Rousseau a Walter Benjamin pasando por Heinrich Heine, Denis Diderot, Honor¨¦ Balzac, Victor Hugo, Gustave Flaubert, Eug¨¨ne Sue, Alexandre Dumas, Edgar Poe, Alfred de Vigny, G¨¦rard de Nerval, Charles Baudelaire y Paul Val¨¦ry, por citar s¨®lo a los m¨¢s conocidos- el arte que permite a Par¨ªs acceder a otra dimensi¨®n, la que surge de relacionar la ciudad como texto con los textos sobre la ciudad.
La fundaci¨®n Lloren? Villalonga ofrece la posibilidad de recorrer la Ville Lumi¨¨re con el escritor como gu¨ªa
El extenso ¨ªndice onom¨¢stico de La capitale des signes incluye un solo nombre espa?ol, el de Goya, al que se relaciona con Daumier, s¨®lo que si este ¨²ltimo "es prisionero de la realidad hist¨®rica", el aragon¨¦s alcanza una "comicidad eterna cuyo contenido ya no es la modernidad, sino el mundo fant¨¢stico de los sue?os, es decir, lo absurdo posible". Stierle no habla de las apasionadas tertulias de Unamuno, del papel de Par¨ªs para los sucesivos exilios espa?oles y, obviamente, tampoco habla del mallorqu¨ªn Lloren? Villalonga a pesar de que cinco de sus obras -el desbarat de 1956 titulado Viatge a Par¨ªs de Minos i Amaranta en 1947, y las novelas B¨¦arn o la sala de nines (1956-1960), La novel¡¤la de Palmira (1952), L'¨¤ngel rebel (1960) y La gran batuda (1968)- transcurren parcial o totalmente en Par¨ªs. Para Villalonga esa ciudad era el lugar donde pod¨ªa existir la libertad individual y en la que se materializaba la inteligencia. Eso era as¨ª para ¨¦l, pero tambi¨¦n para don Toni, su gran personaje de ficci¨®n.
La fundaci¨®n de la casa museo Lloren? Villalonga de Binissalem, a iniciativa de su anterior directora, Caterina Sureda, ha querido ofrecer a los mallorquines o, simplemente, a quienes se interesan por Villalonga, la posibilidad de recorrer la Ville Lumi¨¨re con el escritor como gu¨ªa. Ra¨²l David Mart¨ªnez Gili, lector de catal¨¢n en la Universidad de la Sorbona, es quien se ha encargado de rastrear en la literatura y en la peripecia vital villalonguina todos esos momentos parisienses para proponerlos como una lectura posible de la ciudad, una m¨¢s que viene a sumarse a tantas otras y que contribuye a aumentar el aura de Par¨ªs. Con Ra¨²l David tomamos un copa en el bar del hotel del Louvre, como lo hacen don Toni i Xima o don Toni i su esposa antes de ir a la ¨®pera a ver Faust de Gounod o Manon de Massenet. "La primera ¨®pera simboliza la tentaci¨®n, la segunda el castigo para quienes ceden a ella", resume Ra¨²l David. Luego le seguimos hasta el Grand Vefour, restaurante abierto en 1784 y que para Joan Mayol, el capell¨¢n que acompa?a a don Toni y su mujer, "pasa por ser el m¨¢s caro de Par¨ªs". El despliegue de amabilidades por parte de los camareros -"tan exageradas que no pod¨ªan ser sinceras"-, el lujo del servicio -"el arte de comer adquir¨ªa categor¨ªa de rito y rito del m¨¢s pagano de los materialismos, presentado entre flores y servido en bandeja de plata"- y la categor¨ªa misma de lo comido y bebido -"un vinillo blanco y helado que parec¨ªa inofensivo y era, Dios me perdone, tan enga?oso como los hijos del Sena"- son motivo de esc¨¢ndalo para un sacerdote que ve en el despilfarro y en una cultura de la apariencia todos los males que corroen el siglo. Ra¨²l David ley¨® el pasaje de B¨¦arn en medio del comedor del Grand Vefour, en medio de la curiosidad de los camareros y de un ma?tre que esperaba con calma la llegada de los primeros clientes.
La visita guiada nos llev¨® a la ¨®pera Garnier, explosi¨®n de los fastos de nuevo rico del imperio de Napole¨®n III, a los salones del Grand Hotel y a la Com¨¦die Fran?aise, que don Toni valoraba en tanto que templo de "unas tragedias en la que los personajes gritan menos que en las griegas". Antes pasamos por los bulevares, donde el protagonista de L'¨¤ngel rebel es embarcado por un tipo sospechoso a vivir una desagradable experiencia con una cocotte poco atractiva, y por la plaza Vend?me y el hotel Ritz, dos lugares que el Villalonga estudiante de psiquiatr¨ªa descubri¨® en 1929 con ojos admirados.
El proyecto de Ra¨²l David, que ha de ser publicado, existe ahora al margen de la casa museo de Binissalem, v¨ªctima de unos cambios pol¨ªticos que no s¨®lo han decapitado a la anterior directora, sino que parece que tambi¨¦n quieren acabar con las ideas. Los hoteles, restaurantes o instituciones por los que deambulamos en esta primera tourn¨¦e descubr¨ªan con curiosidad y a veces con algo m¨¢s la existencia de Villalonga. Saben que ese mallorqu¨ªn para ellos desconocido puede contribuir a ampliar los signos que hacen legible su capital. Saben que esa es una de las m¨¢s agradables maneras de hacerse propia una ciudad, que reconocemos a partir de las andanzas reales o inventadas de los escritores y sus personajes. Par¨ªs est¨¢ llena de placas que recuerdan las estancias de novelistas, escultores, pol¨ªticos, m¨²sicos, pintores o poetas polacos, nicarag¨¹enses, norteamericanos, rusos, suecos, ingleses, egipcios o argentinos, pero ninguna que nos hable de Villalonga, de sus viajes en 1929 y despu¨¦s de las guerras, como tampoco nada nos se?ala, por ejemplo, d¨®nde vivi¨®, ley¨® y am¨® Merc¨¨ Rodoreda, en la rue du Cherche Midi, detr¨¢s de un hotel Lutetia cuyos muros lucen precisamente diversas placas que recuerdan la historia del pa¨ªs y c¨®mo ¨¦sta se ha inscrito de manera definitiva en los muros del palace.
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