La 'playa' del Vaticano
A¨²n habr¨¢ amantes de la aventura ex¨®tica que hablen de una playita sahariana cerca de Nuadib¨², o de una cala rec¨®ndita en Cuba, o de un atol¨®n misterioso en el Pac¨ªfico sur. Pero eso es agua pasada. Lo m¨¢s fuerte del verano se llama Tevere Village y es, para entendernos, la playa del Vaticano: un lugar para tomar el sol y darse un chapuz¨®n bajo el castillo de Sant'Angelo, con la c¨²pula de San Pedro al lado y con un paisaje maravilloso alrededor.
Palmeras no hay, ni arena, ni mar. Y el r¨ªo est¨¢ s¨®lo para mirarlo, porque hace a?os que nadie se da un ba?o en el T¨ªber y vuelve a la orilla con la piel entera. Pero el Tevere Village, reci¨¦n abierto en Roma, ofrece otras ventajas. Los religiosos disfrutan de la cercan¨ªa de la oficina central de Dios en el mundo y pueden refrescarse despu¨¦s del sol en la penumbra de la bas¨ªlica o ir de compras en los tenderetes de rosarios y fotos de Juan Pablo II (siempre superventas) y Benedicto XVI (menos comercial, pero con el atractivo de la novedad).
Los imp¨ªos se entretienen contando los curas que se asoman a la balaustrada para echar un vistazo (los pechos al aire se toleran de momento) o considerando, o tempora o mores, que hace exactamente tres meses esta playa fluvial fue escenario del acontecimiento f¨²nebre m¨¢s multitudinario que se recuerda.
A los que no son muy de lo uno ni de lo otro, la mayor¨ªa, les basta con leer el peri¨®dico y broncearse bajo el tremendo calorazo romano. La playa son 180 metros de orilla fluvial alfombrados con c¨¦sped artificial, con varios bares y restaurantes, dos piscinas, duchas y vestuario. Todo se paga: el ba?o (tres euros), la tumbona (cuatro) y la sombrilla (cuatro).
Dicho as¨ª, parece un balneario vulgar. Roma, sin embargo, no se caracteriza por ser previsible. La prueba, el mi¨¦rcoles pasado: fiesta de San Pedro y San Pablo, patronos de la ciudad. Una jornada festiva en plena ola de calor, con la carretera hacia la playa de Ostia colapsada y decenas de miles de turistas renqueando por las calles. Y el Tevere Village reci¨¦n abierto. La aglomeraci¨®n estaba asegurada. Lo bonito era que las dos piscinas permanec¨ªan cerradas a causa de una competici¨®n de canoas y que la ¨²nica posibilidad de refrescarse pasaba por hacer una cola de proporciones b¨ªblicas ante una de las duchas o por comprarse una botella de agua (dos euros) y derram¨¢rsela sobre la cabeza. Pese a todo, la gente disfrut¨® de la novedad.
Los que prefieren el romanticismo se apuntan a la sesi¨®n nocturna. La playa del Vaticano no cierra hasta la una de la madrugada, lo cual ampl¨ªa el abanico de posibilidades. En Roma, una ciudad que ama la penumbra y cuya contaminaci¨®n lum¨ªnica es mucho menor a la de otras capitales europeas, a¨²n se ven las estrellas. La luna se alza enfrente de la playa, por encima del perfil oscuro de las c¨²pulas romanas; dos puentes bell¨ªsimos enmarcan la perspectiva a derecha e izquierda; una pareja de enamorados se besa junto a la balaustrada; pasa un barquito y suena una vieja canci¨®n italiana. Bien, ?no?
A esas horas nocturnas impera tambi¨¦n el acreditado mosquito-tigre, capaz de picar a trav¨¦s de la camisa. Quienes aman el exotismo suelen sentir querencia por ese tipo de inconvenientes, que distinguen al turista convencional del aut¨¦ntico aventurero.
El Tevere Village, organizado entre la compa?¨ªa que gestiona las excursiones en barco por el r¨ªo y el Ayuntamiento de Roma, cerrar¨¢ en principio el 7 de agosto. El alcalde, Walter Veltroni, intenta que siga abierto hasta el 17 de septiembre, para coincidir con la noche blanca de la ciudad. La cosa todav¨ªa no est¨¢ asegurada. El ¨¦xito, s¨ª.
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