Marruecos, enfermo del S¨¢hara
S¨ª, es un grito de alarma el que me gustar¨ªa lanzar aqu¨ª. Marruecos se ve arrastrado actualmente, debido a la cuesti¨®n del S¨¢hara, por una corriente cuyo trastornador efecto para nuestros logros de los ¨²ltimos cinco a?os no se mide suficientemente. Sin caer en la tesis f¨¢cil de la conspiraci¨®n, se imponen algunas preguntas de sentido com¨²n: ?a qui¨¦n le interesa una desestabilizaci¨®n cuya amenaza se perfila en el horizonte?; ?a qui¨¦n beneficiar¨¢ el caos que podr¨ªa derivarse de ella? Las respuestas que vienen autom¨¢ticamente a la mente, dictadas por un reflejo pavloviano, se?alar¨¢n a los enemigos exteriores, dado que el frente interior es, por definici¨®n, s¨®lido como el hormig¨®n y sus actores est¨¢n por encima de cualquier sospecha. Pero habr¨ªa que ser ingenuo para no ver que son los nost¨¢lgicos del antiguo r¨¦gimen quienes se frotan ya las manos. La bola que el r¨¦gimen anterior encaden¨® al pie de su sucesor resulta ser una bomba de efecto retardado que fragiliza el actual impulso reformador y altera el mensaje.
Por lo tanto, la situaci¨®n es propicia para una vuelta atr¨¢s, teniendo como detonantes, por un lado, las tensiones sociales y pol¨ªticas internas que conocemos de sobras y, por otro, el estancamiento en el que nos encontramos en relaci¨®n con la cuesti¨®n del S¨¢hara. Que esta vuelta se haga en el engranaje de la violencia y, por qu¨¦ no, aprovechando un conflicto armado con Argelia, no desagradar¨¢ a estos aprendices de brujo. ?Acaso no participaron en el pasado en la pol¨ªtica de la "tierra quemada" y utilizaron los mismos m¨¦todos que el r¨¦gimen militar vecino para martirizar a nuestro pueblo y confiscar el proyecto democr¨¢tico nacido con la independencia del pa¨ªs? Son, sin duda, los c¨®mplices objetivos de una hip¨®tesis catastr¨®fica que debemos contemplar con lucidez. Y no son, por desgracia, los adalides de nuestra clase pol¨ªtica, anquilosados en sus esquemas inamovibles, los que van a ayudarnos a evitar lo peor. La miseria de su ret¨®rica es tal que mantiene la esclerosis e impide la reflexi¨®n de fondo sobre un problema complejo cuyo tratamiento exige, adem¨¢s de valor y determinaci¨®n, un verdadero avance del pensamiento pol¨ªtico, cargado con una visi¨®n de futuro.
?Podemos contemplar dicho avance y aceptar que las ideas, incluso las m¨¢s perturbadoras, se enfrenten libremente? No hay nada menos seguro. Y ¨¦sta es la verdadera paradoja de nuestra vida pol¨ªtica. Porque, si hay un logro de estos ¨²ltimos a?os, seguramente es aquel que se ha concretado en Marruecos con la expresi¨®n libre del pensamiento. Muchos tab¨²es, cuya trasgresi¨®n en el pasado se hac¨ªa acreedora de las peores extorsiones, han estallado en pedazos. Haya "l¨ªneas rojas" o no, el resultado est¨¢ ah¨ª y no es poca cosa. Abarca todos los ¨¢mbitos y ata?e a todos los temas sensibles. El ¨²nico asunto en el que la fosilizaci¨®n del pensamiento sigue siendo la norma es el S¨¢hara. La visi¨®n de una salida del atolladero que sea honrosa, justa y provechosa para el progreso de nuestro proyecto democr¨¢tico y la realizaci¨®n de nuestras aspiraciones al desarrollo, pero que tambi¨¦n tenga en cuenta la dignidad de las poblaciones saharauis, sus necesidades econ¨®micas y sociales y su especificidad cultural, se echa cruelmente en falta. ?Hemos realizado alguna innovaci¨®n en alg¨²n campo desde la ¨¦poca del visir Basri, cuando el tratamiento de esta cuesti¨®n privilegi¨® el aspecto de la seguridad y la creaci¨®n de ¨¦lites locales supuestamente afines a nuestros intereses, en realidad integradas mediante cooptaci¨®n en un sistema basado en la corrupci¨®n y el tr¨¢fico de influencias? Acabamos de descubrir que en el S¨¢hara no hay ¨²nicamente tribus y jefes de tribu, sino que tambi¨¦n hay una opini¨®n p¨²blica y unos ciudadanos corrientes, la mayor¨ªa de los cuales son dejados de lado por este sistema, y que tienen algo que decir en relaci¨®n con sus condiciones de vida, la gesti¨®n de sus asuntos y la construcci¨®n de su futuro. Tambi¨¦n es cierto que, recientemente, tras los atentados de Casablanca, se empieza a descubrir el Marruecos in¨²til, abandonado a su miseria y su desamparo, presa f¨¢cil de los mercaderes de la desesperaci¨®n y del odio. Pero es obligado se?alar que esta toma de conciencia es todav¨ªa embrionaria y s¨®lo es defendida por una peque?a parte de la prensa independiente y algunas corrientes de la nueva izquierda. Por parte del Estado y de la mayor¨ªa de la clase pol¨ªtica, la inercia es la ¨²nica energ¨ªa que pueda constatarse y el premio a la impotencia debe ser otorgado a nuestra diplomacia, que siempre ha tenido como ¨²nica pol¨ªtica la reacci¨®n. Parece ignorar eso que se llama iniciativa y, cuando reacciona ante unos hechos consumados, lo hace con una indigencia que se ha vuelto ciertamente proverbial en las canciller¨ªas de todo el mundo. Digamos en su descargo que sus ademanes son s¨®lo la expresi¨®n de una carencia a nivel del Estado, prisionero a su vez de un consenso elevado al rango de dogma y de un statu quo que trata de gestionar a duras penas.
?C¨®mo pensar y debatir libremente en esta atm¨®sfera malsana en la que el terrorismo intelectual est¨¢ en su apogeo? Si realmente hay una "l¨ªnea roja", est¨¢ aqu¨ª. Por un lado, tenemos a los valerosos patriotas que velan para que no se cambie ni siquiera una coma de las tesis y f¨®rmulas consagradas desde que se inici¨® el problema. Por otro, s¨®lo pueden existir traidores o nihilistas ganados a la causa de los enemigos de la unidad territorial. Creo que ya es hora, para nosotros los marroqu¨ªes, de aprender otro idioma que no sea el que hablan los loros cuando se trata de patriotismo y acabar con el monopolio patentado de algunos en la materia.
?Qu¨¦ clase de patriotismo es ¨¦ste que practica la pol¨ªtica del avestruz e impulsa ciegamente a un pa¨ªs y a un pueblo directamente contra un muro, e incluso hacia un precipicio? Por el contrario, ?no es el verdadero patriotismo el que tiene como preocupaci¨®n constante evitar a nuestro pueblo las desgracias y los sufrimientos que un conflicto violento pod¨ªan infligirle? ?Acaso Marruecos no ha quedado suficientemente arruinado durante d¨¦cadas de arbitrariedad, de desorden, de corrupci¨®n y de olvido de regiones enteras del pa¨ªs profundo, para que se le exponga, cuando apenas levanta cabeza, a nuevos peligros? ?No es el verdadero patriotismo, en Marruecos y en el mundo actual, aquel que lucha por arraigar entre los ciudadanos la cultura de la paz, de la tolerancia y de los valores democr¨¢ticos? ?Qui¨¦n moviliza las energ¨ªas para sacar al pa¨ªs del callej¨®n sin salida del subdesarrollo, de la esfera de la dependencia, y para instaurar la justicia social y garantizar a todos el derecho al bienestar material y moral, fundamento de toda dignidad? Por ¨²ltimo, ?acaso el verdadero patriotismo no es aquel que se esfuerza en construir las herramientas del pensamiento libre y de laresponsabilidad del ciudadano? Cuando sabemos que tenemos otro peligro en casa, el extremismo que corre el riesgo de arrastrarnos a otras locuras sangrientas, hay motivos para reflexionar. ?Somos incapaces de tener un arranque de lucidez que nos haga volver a poner sobre la mesa todos los elementos de la cuesti¨®n del S¨¢hara, desde su g¨¦nesis hasta los desarrollos tragic¨®micos de estas ¨²ltimas semanas? ?Estamos definitivamente vacunados contra el an¨¢lisis y el debate razonados, y carentes hasta este punto del arrebato de genio que da alas a la imaginaci¨®n creadora y permite liberar el curso de la Historia?
En realidad, la pregunta crucial, ineludible, que condiciona la resoluci¨®n de la ecuaci¨®n del S¨¢hara es, en mi opini¨®n, la siguiente: ?qu¨¦ Marruecos queremos, aquel al cual nos hemos acostumbrado por las buenas o por las malas, cuyo impulso se ve frenado por tantos arca¨ªsmos y, en primer lugar, por la confusi¨®n de los poderes y su centralizaci¨®n a ultranza, o aquel que dar¨¢ nacimiento a un nuevo proyecto de sociedad, en el que ser¨¢n establecidas las reglas admitidas universalmente de un gobierno democr¨¢tico, inaugurando as¨ª la era de una ciudadan¨ªa plena y completa?
La elecci¨®n entre ambas opciones es la clave del problema. Es in¨²til volver al balance desastroso de la primera, la ¨²nica que ha actuado hasta la fecha sobre el terreno. Nos ha conducido a un callej¨®n sin salida y empieza a estar cargada de peligros. Por su parte, la segunda, a pesar de estar dando sus primeros balbuceos, tiene al menos el m¨¦rito de sacudir el inmovilismo y abrir otras v¨ªas de reflexi¨®n y de debate. No pretendo ofrecer una primicia en la materia. Las ideas que van en esta direcci¨®n han sido expresadas recientemente, aqu¨ª y all¨¢, sobre todo en la prensa, primero con timidez, luego m¨¢s claramente, aunque en ocasiones siguen estando envueltas de f¨®rmulas consagradas, ¨²ltima concesi¨®n a los guardianes del dogma. As¨ª pues, si nuestra opci¨®n es realmente favorable a un Estado moderno, un gobierno basado en los principios democr¨¢ticos y una pol¨ªtica social movilizada contra las desigualdades, la soluci¨®n para el S¨¢hara se derivar¨¢ de esta decisi¨®n y de la aplicaci¨®n de sus principios directivos. Para ello, hay que acabar con el dogma que considera que en nuestro pa¨ªs el Estado s¨®lo puede ser aquello que siempre ha sido. ?Acaso la modernidad tantas veces proclamada hoy en d¨ªa no es exactamente lo contrario del arca¨ªsmo? ?Debo precisar que esta revoluci¨®n en las mentalidades puede lograrse sin por ello tener que dejar en la cuneta algunas de nuestras tradiciones, en primer lugar, para ser claro, la instituci¨®n mon¨¢rquica? Una vez solucionado este punto, nada se opone a que tomemos ejemplo de los Estados modernos que han optado por otro modelo diferente al Estado jacobino. Esto va desde una uni¨®n de Estados hasta la instituci¨®n en el marco del Estado central de autonom¨ªas regionales plenas y completas, pasando, por supuesto, por el federalismo. ?No vemos que cada uno de estos modelos, dictado por sendas realidades particulares, funciona con normalidad profundizando la idea y la pr¨¢ctica de la democracia, cuyo ejemplo m¨¢s cercano a nosotros, y el m¨¢s reciente en su concretizaci¨®n, es el de Espa?a, un ejemplo sobre el que debemos reflexionar y beneficiarnos de su experiencia?
S¨¦ que algunos no dejar¨¢n de oponer a este punto de mi razonamiento el argumento contundente de la Historia. A esto responder¨¦ que no podemos abstraernos, pero ?tenemos que ser rehenes suyos? A?adir¨¦ que, afortunadamente, la historia de un pueblo no est¨¢ s¨®lo detr¨¢s suyo, sino delante. Al igual que todas las obras humanas, est¨¢ llamada a ser deconstruida y reconstruida. No es ninguna fatalidad. Un pueblo que no tiene la ambici¨®n de ser el due?o de su historia y cambiar el curso de su destino se condena a no ser m¨¢s que un figurante en una obra cuyos hilos mover¨¢n aquellos que son m¨¢s poderosos que ¨¦l. ?Debo recordar, por ¨²ltimo, que la Historia avanza mediante acumulaciones sucesivas y tambi¨¦n mediante rupturas saludables?
Es esta ruptura sin violencia, razonada, la que reclamo. Podr¨ªa traducirse, para la cuesti¨®n que nos concierne y, m¨¢s all¨¢, para la naci¨®n marroqu¨ª, en una iniciativa audaz, firme y transparente, abierta al debate m¨¢s amplio posible, coronada al final por un refer¨¦ndum popular. La idea, lo habr¨¢n adivinado, es una importante reforma constitucional dirigida a instaurar en Marruecos un Estado de un tipo nuevo, definitivamente anclado en la modernidad y en el que determinadas regiones, en funci¨®n de la libre elecci¨®n de sus habitantes, acceder¨¢n a la autonom¨ªa y podr¨¢n autogobernarse en el sentido pleno de la palabra, mientras que el Estado conservar¨¢ las prerrogativas admitidas en casos similares, seg¨²n un modelo que deber¨¢ ser ajustado en funci¨®n de la especificidad de nuestras instituciones. Es evidente que, en el marco de este proyecto, deber¨¢ cuidarse especialmente el componente saharaui, implicando realmente a las poblaciones en el debate, por no hablar de las medidas a tomar, como muestra de sinceridad y de simple justicia, para poner fin a la pol¨ªtica de "todo por la seguridad" y para enfrentarse a las urgencias socioecon¨®micas y culturales. De este modo, los saharauis podr¨¢n asegurarse de la veracidad del proyecto que les es propuesto y descubrir no s¨®lo que responde de forma v¨¢lida a sus intereses y aspiraciones, sino que ser¨¢n unos part¨ªcipes y actores de pleno derecho.
?sta es una perspectiva mucho m¨¢s cargada de paz, de esperanza, de desarrollo humano y material y de solidaridad fraterna que la que les promete Mohammed Abdelaziz, que, dicho sea de paso, sigue siendo prisionero de un arsenal dogm¨¢tico que nada tiene que envidiar al de nuestros guardianes del dogma. Por ejemplo, si tuviera que responder a la carta surrealista que dirigi¨® recientemente a la sociedad civil marroqu¨ª, me limitar¨ªa a plantearle las preguntas siguientes: ?qu¨¦ credibilidad puede darse a un movimiento de liberaci¨®n nacional del que dos tercios de su estado mayor se han pasado al enemigo?; ?qu¨¦ margen de libertad de pensamiento y de maniobra pol¨ªtica puede tener dicho movimiento cuando ha vinculado su destino a un poder militar que ha hecho abortar mediante el terror y la sangre el proyecto de liberaci¨®n del pueblo argelino y sus aspiraciones a un Estado de derecho, similares en todo a las nuestras?
De este modo, una nueva v¨ªa, diferente a la alternativa de la independencia o la anexi¨®n, podr¨¢ ser ofrecida a los saharauis. Evitando los desgarros, la demagogia del nacionalismo y los riesgos de la tendencia violenta, permitir¨¢ salir de la crisis mediante un compromiso com¨²n para hacer avanzar el proyecto democr¨¢tico y establecerlo sobre unas bases sanas y duraderas. Y si tengo un mensaje fraternal que dirigir a los saharauis, est¨¦n donde est¨¦n, se refiere a esto. Cada uno de ellos, mediante su libre elecci¨®n, tendr¨¢ su parte de responsabilidad en la realizaci¨®n o el fracaso de este proyecto. Su decisi¨®n ser¨¢ capital para el futuro de nuestra regi¨®n, ya que si extendemos nuestro an¨¢lisis al ¨¢mbito del Magreb, ?se puede negar que el ¨²nico espacio donde est¨¢ dibuj¨¢ndose una perspectiva democr¨¢tica real es, por el momento, Marruecos? Si la opci¨®n elegida por cada uno de nosotros es realmente la libertad y la democracia, el inter¨¦s de todos nosotros es salvaguardar este espacio, reforzarlo y hacerlo avanzar hasta la realizaci¨®n plena y completa de nuestras aspiraciones. Desarrollado dentro de este esp¨ªritu, ampliar¨¢, en nuestra regi¨®n, el espacio de la paz y de la construcci¨®n democr¨¢tica.
Tras haber empezado con un grito de alarma, me gustar¨ªa acabar con una nota de optimismo. Si Marruecos est¨¢ hoy enfermo del S¨¢hara, tal vez emprenda a trav¨¦s de este ¨²ltimo su curaci¨®n. La medicaci¨®n tardar¨¢ tiempo en dar los resultados esperados, pero no hay que demorar mucho su administraci¨®n. Para ello hay que alejar de la habitaci¨®n del paciente a los aprendices de brujo y dem¨¢s charlatanes y abrir las ventanas para dejar pasar el aire vivificante de la raz¨®n y la esperanza. Este cambio de rumbo exige un sentido del Estado y una visi¨®n capaz de anticipar el futuro. Con estas bazas es como las citas que un pueblo tiene con la Historia dan sus mejores frutos.
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