Un infierno llamado Srebrenica
El tribunal de La Haya y los relatos de los supervivientes reconstruyen lo ocurrido en julio de 1995
En Srebrenica, el tiempo es vertical: las matanzas y los recuerdos se entremezclan en un presente continuo. M¨¢s de 8.000 varones musulmanes de edades comprendidas entre 16 y 60 a?os fueron asesinados del 12 al 19 de julio de 1995 por fuerzas dirigidas por el general serbobosnio Ratko Mladic. Diez a?os despu¨¦s, Srebrenica es una ciudad habitada por viudas que se preparan para conmemorar ma?ana el aniversario de la peor matanza en suelo europeo desde el final de la II Guerra Mundial.
Las fachadas de los edificios est¨¢n mordidas por la metralla; los cristales fueron apedreados y las balaustradas robadas. En algunas viviendas se acomodaron serbios que escribieron junto a la puerta: vivienda ocupada. "No existen casas donde viva una familia musulmana entera; hay casas en las que no hay nadie vivo que pueda regresar", afirma Abdul¨¢ Burkovic, uno de los 4.000 que retornaron y a quien en 1995 le salv¨® ser cocinero de M¨¦dicos Sin Fronteras.
A cinco kil¨®metros al norte, en Potocari, se yergue el esqueleto de una vieja f¨¢brica de bater¨ªas. En las caras del moj¨®n de la entrada est¨¢ escrito: Dutchbat y UN. Son restos de lo que tambi¨¦n fue cuartel de las tropas holandesas encargadas de defender este enclave de Bosnia-Herzegovina de 536 kil¨®metros cuadrados, declarado seguro por el Consejo de Seguridad el 16 de abril de 1993, y que la propia ONU fue incapaz de defender.
Preguntas para Clinton
Frente a la f¨¢brica donde un 11 de julio de 1995 se hacinaron 25.000 civiles aterrorizados se extiende el memorial a las v¨ªctimas: c¨¦sped cuidado y monolitos prometiendo otra vez el nunca m¨¢s. En ¨¦l hay enterradas 1.327 personas. Ma?ana ser¨¢n sepultados en una ceremonia a la que asistir¨¢ el presidente de Serbia, Bor¨ªs Tadic, otros 500 identificados tras a?os de trabajo. En Tuzla y Visoko, 5.000 bolsas con restos humanos aguardan en las morgues el derecho a un apellido y a regresar junto a sus familias. Los dem¨¢s permanecen ocultos en fosas a¨²n no descubiertas.
Hatidza Mehmedovic tiene 53 a?os y es presidenta de Madres de Srebrenica, una ONG dedicada a buscar desaparecidos, aunque ella a¨²n no ha localizado a su marido y a sus hijos, de 21 y 18 a?os. "Si supiera que los mataron enseguida, sin torturarlos, se me quitar¨ªa la mitad de la pena", dice en su casa de Potocari. Muestra un par de fotos y un cuaderno escolar: "Si no fuera por estos recuerdos, los ¨²nicos que conservo, pensar¨ªa que jam¨¢s tuve familia". En 2003, en la inauguraci¨®n del memorial, no le permitieron hablar ante las autoridades, pero Hatidza pudo gritarle al ex presidente de Estados Unidos, Bill Clinton: "?Por qu¨¦ no hizo algo? ?Por qu¨¦ no hizo nada?".
Las l¨¢pidas verdes de Potocari son de madera; destacan en letras plateadas los nombres y las fechas de nacimiento: 1948, 1955, 1962... De algunas penden s¨ªmbolos religiosos; en otras, reposan ramos sobre la tierra abombada. Esas 1.327 tumbas y las que puedan llegar tienen algo terrible en com¨²n, 1995, el a?o del fin del mundo para esta peque?a poblaci¨®n encajonada entre monta?as, hermosa y tranquila, y que los brit¨¢nicos calificaron de "pol¨ªgono de tiro" por su indefendible posici¨®n estrat¨¦gica.
En 10 a?os de investigaciones del Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY) -con 20 acusados de genocidio, cr¨ªmenes de guerra y cr¨ªmenes contra la humanidad s¨®lo en Srebrenica-, se ha logrado, tras cientos de audiencias, establecer los hechos.
El 2 de julio de 1995, Mladic decidi¨® atacar el enclave. Ese d¨ªa espet¨® a sus hombres: "Ha llegado la hora de acabar con los turcos". Mantuvo en silencio sus comunicaciones y cuando en la ma?ana del 6 lanz¨® un doble avance desde el sur sorprendi¨® a los defensores de un enclave con 40.000 habitantes, todos ellos musulmanes. Los 400 cascos azules, diseminados y escasos de armas, moral y municiones, y sin un mandato claro para defender el territorio, optaron por el repliegue a la f¨¢brica de bater¨ªas. El Ej¨¦rcito serbobosnio (BSA) tom¨® como rehenes a 55 holandeses para dificultar un ataque a¨¦reo de la Unprofor (Fuerza de Protecci¨®n de Naciones Unidas en Bosnia-Herzegovina) y el 11 de julio, sin oposici¨®n de la Armija (Ej¨¦rcito bosnio), la ciudad cay¨®.
"El 10 de julio [las autoridades bosnias] nos sacaron de nuestras casas. Dorm¨ª en el hospital y el d¨ªa 11 por la ma?ana camin¨¦ a Potocari. Ca¨ªan granadas y se escuchaban muchos disparos. La gente se volvi¨® loca; ten¨ªa miedo: todos corr¨ªamos y grit¨¢bamos. Me dio tiempo a recoger una muda de ropa", asegura Razija Smajlovic, de 68 a?os, quien regres¨® a Srebrenica hace dos a?os con una pensi¨®n equivalente a 40 euros. El d¨ªa de la ca¨ªda del enclave, mientras los jefes de la Unprofor en Zagreb vacacionaban o asist¨ªan a un concierto en Dubrovnik, los habitantes de Srebrenica se organizaron en dos grupos. Unos 25.000, la mayor¨ªa mujeres, ni?os y ancianos, se refugiaron en la f¨¢brica-cuartel del batall¨®n holand¨¦s y otros 15.000, entre ellos los 5.000 defensores del enclave, se agruparon en un bosque pr¨®ximo. Su ¨²nica opci¨®n era escapar campo atraviesa hacia Tuzla, en territorio controlado por el Gobierno de Sarajevo. "Mis hijos y mi marido decidieron irse con ellos; a m¨ª me mandaron a Potocari porque soy muy lenta caminando", dice Hatidza. "Fue mi hijo peque?o el que m¨¢s insisti¨®. Cuando nos separamos se tap¨® los ojos para no verme. Cada vez que me giraba le ve¨ªa plantado con las manos en la cara. A¨²n siento sus brazos en mi cintura. Fue un error dejarles".
El d¨ªa 12, un Mladic euf¨®rico apareci¨® en Potocari acompa?ado de c¨¢maras de la televisi¨®n serbobosnia, reparti¨® chocolatinas entre los ni?os y prometi¨® a los civiles que ser¨ªan evacuados en autobuses a una zona segura para ellos. Despu¨¦s, con los focos apagados, orden¨® la separaci¨®n de los varones en edad de combatir para "localizar a los criminales de guerra".
Cuando Ramiza Jabuboric, de 55 a?os, lo vio supo que algo grave iba a suceder. "Mi hija
[Amidza] era traductora de los holandeses y hab¨ªa escuchado en alguna reuni¨®n que ning¨²n var¨®n iba a salir con vida". Los cascos azules se dejaron desarmar y franquearon la entrada de la f¨¢brica a las tropas de Mladic para localizar a los presuntos combatientes. De ah¨ª salieron presos 1.700 hombres en direcci¨®n a Bratunac, Petkovci, Kozluk, Kravica y Orohovac. A algunos les pasaron los blindados por encima; a los otros, los dispararon. Los holandeses elaboraron una lista de 242 varones a los que pretend¨ªan salvar. Ninguno ha aparecido con vida.
La noche del 12 de julio, Mladic -a quien el general brit¨¢nico Rupert Smith, segundo jefe de la Unprofor en 1995, describi¨® como un Pit bull: "Si muestras miedo, te salta a la yugular"- cit¨® en el hotel Fontana de Bratunac, un edificio desvencijado de dos plantas y con una discoteca llamada Imperio, al coronel Thomas Karremans, jefe del batall¨®n holand¨¦s. El general serbio altern¨® promesas con amenazas. Karremans, asustado, exhausto y desde esa ma?ana sin comunicaciones exteriores, acept¨® fotografiarse junto a Mladic brindando con rakija (aguardiente). Fue la imagen de la claudicaci¨®n.
Durante las negociaciones del hotel Fontana, los soldados serbios degollaron en la calle a un cerdo y al salir, Mladic espet¨® al holand¨¦s delante del charco de sangre: "Esto es lo que le espera a sus hombres si no obedece". El teatro del terror funcion¨®: Karremans se neg¨® incluso a ampliar los salvoconductos a los familiares de los musulmanes que trabajaban para el batall¨®n. Fueron los casos del hermano y el padre del traductor Hasan Nuhanovic, ambos asesinados despu¨¦s.
El investigador holand¨¦s Cees Wiebes, quien particip¨® en el informe encargado por el Parlamento holand¨¦s para dilucidar la responsabilidad de sus tropas, sostiene que la masacre no estaba planificada, que algo sucedi¨® el d¨ªa 12 para que Mladic y sus mandos, militares profesionales procedentes del Ej¨¦rcito yugoslavo, perdieran el control.
Abdurahman Malkic, ex concejal de Srebrenica, no est¨¢ de acuerdo: "Fue un crimen sistem¨¢tico. Movilizaron 60 autobuses y camiones, ten¨ªan excavadoras y destruyeron la documentaci¨®n. Hab¨ªa una orden para exterminar y ocultar lo sucedido. Desplazar las fosas comunes de un lado a otro tras la matanza demuestra la existencia de un plan para eliminar las pruebas".
Ese constante cambio de los lugares de enterramiento, de una fosa primaria a otra secundaria e incluso a una terciaria, realizado de noche, complica ahora la labor de los forenses y el establecimiento de la verdad, pues muchos restos est¨¢n mezclados. Se han descubierto 31 fosas; s¨®lo dos son primarias. Cuando ese 12 de julio, el BSA tuvo conocimiento de la huida de 15.000 personas, un tercio de ellos militares de la Armija, el general Ratislav Krstic, mano derecha de Mladic, cometi¨® un error: orden¨® por la radio a sus soldados: "Matadlos; no necesitamos a nadie con vida". Esa emisi¨®n, captada por la OTAN, ha sido una prueba clave en el juicio que se sigue en el TPIY en La Haya. Krstic fue condenado a 37 a?os de c¨¢rcel.
Hakija Memoljic, de 57 a?os, ex jefe de la polic¨ªa de Srebrenica, era unos de los comandantes de la Armija que dirigieron la escapada hacia Tuzla. "Los chetniks
estaban el d¨ªa 10 en las laderas. Nos fuimos al monte para contraatacarles pero Karremans nos inform¨® de que se iba a producir un bombardeo a¨¦reo en el sur. Nos minti¨®. A mediod¨ªa del d¨ªa 12 decidimos marcharnos".
Algunas de las 5.000 bolsas que aguardan una identificaci¨®n en las morgues de Tuzla y Visoko pertenecen a los muertos de esa columna. Pueden contener restos de dos o m¨¢s personas o una sola estar diseminada en varias. La ONG Madres de Srebrenica ha elaborado un registro de 8.106 desaparecidos. "No es la cifra final", afirma Mehmedovic, "conozco familias cuyos muertos no est¨¢n en esa lista".
De los m¨¢s de 30.000 habitantes de Srebrenica que en 1995 salvaron la vida, han retornado 4.000. De los m¨¢s de 8.000 muertos y desaparecidos se sabe que 1.042 eran menores de 18 a?os. Los pocos hombres que deambulan por la ciudad son supervivientes de la columna de Tuzla; los 1.700 varones de Potocari fueron asesinados.
Memoljic volvi¨® a Srebrenica en 2002 junto a su familia (su mujer e hijos se refugiaron en Galicia, un paisaje muy similar al del enclave). El ex jefe de polic¨ªa es extremadamente duro con el fallecido presidente musulm¨¢n de Bosnia, Alija Izetbegovic: "Tras el viaje de una delegaci¨®n a Sarajevo, nos pregunt¨®: '?C¨®mo est¨¢n mis queridos de Srebrenica?'. Despu¨¦s habl¨® de un proyecto para abandonar la ciudad y dejar que mataran a 5.000 para provocar la intervenci¨®n de la OTAN. No lo aceptamos. (...) Fuimos entregados para usar las v¨ªctimas en el mejor momento. La comunidad internacional necesitaba un genocidio para acabar la guerra. Srebrenica fue la elegida".
El ataque de las tropas de Mladic sobre la columna fue devastador. Les tendieron emboscadas en un camino minado. Se mov¨ªan en fila a lo largo de 10 kil¨®metros rotos en tres secciones: delante, la Armija; detr¨¢s, los civiles. "Cuando te disparan, bombardean y atacan con carros de combate, las personas sienten miedo y se rinden. Muchos se entregaron porque los serbios llevaban uniformes de la ONU y les gritaban: 'Ahora est¨¢is seguros'. Los ingenuos les creyeron", afirma Memoljic.
De los 15.000 que salieron a mediod¨ªa del 12 de julio llegaron a Tuzla 3.000 cuatro d¨ªas despu¨¦s. Durante un mes fueron apareciendo peque?os grupos de rezagados. En total, 7.000 supervivientes. Muja fue uno de los ¨²ltimos en alcanzar el objetivo. "Han pasado 10 a?os y todav¨ªa me despierto por las noches. No hay palabras para describirlo: fue un infierno sin comida ni agua. Algunos hombres enloquecieron y se suicidaron". Muja es delgado y a menudo se le humedecen los ojos. "Veo por Srebrenica, Bratunac y en otros pueblos a gente que estuvo implicada, pero ?qu¨¦ puedo hacer?". Muja ense?a la f¨¢brica de los cascos azules holandeses. En las paredes de la planta baja hay dibujos er¨®ticos y frases garabateadas. Una de ellas parece una met¨¢fora macabra del papel de la ONU en Srebrenica: "Ma?ana me voy a casa".
En la terraza de Abdul¨¢ Burkovic se come bien, se nota su mano de experto cocinero. Cuenta que despu¨¦s de la primera evacuaci¨®n de Potocari, el d¨ªa 12, algunos cascos azules regresaron llorando. "Hab¨ªan visto c¨®mo sacaban a los hombres de los autobuses". Las tropas de Mladic obligaron a Burkovic a leer un comunicado ante las c¨¢maras de la televisi¨®n serbobosnia. "Me dijeron que si me equivocaba me matar¨ªan; me equivoqu¨¦ pero una periodista les convenci¨® para repetir la toma". En el texto, los radicales proclamaban la liberaci¨®n de Srebrenica. El propio Mladic dijo: "Esta conquista es mi regalo al pueblo serbio despu¨¦s de siglos de humillaciones".
En diciembre de 1995, tras una intervenci¨®n de la OTAN en Bosnia, se firm¨® la paz en Dayton. Aunque se sab¨ªa la gravedad de lo ocurrido, EE UU y la UE entregaron Srebrenica a la Rep¨²blica Srpska, la zona Bosnia habitada por serbios. "Les premiaron la limpieza ¨¦tica", dice el ex jefe de polic¨ªa.
Han pasado 10 a?os y Mladic sigue fuera del alcance de la justicia. Han pasado 10 a?os, pero en el calendario de las v¨ªctimas, el tiempo es otro. Hatidza, la presidenta de Madres de Srebrenica, lo explica sin alterarse: "Todo est¨¢ presente, como si hubiese sucedido ayer".
El fracaso holand¨¦s
Diez a?os despu¨¦s, Holanda sigue viviendo Srebrenica como un trauma nacional. "El jefe de nuestros soldados, el coronel Karremans, fracas¨® porque representaba el modelo de una sociedad fracasada", asegura el soci¨®logo holand¨¦s Paul Scheffer. "No es una casualidad que los tribunales internacionales est¨¦n en La Haya. Siempre hemos sido exportadores de valores; siempre nos cre¨ªmos moralmente superiores y Srebrenica representa la quiebra de la imagen que ten¨ªamos de nosotros mismos. Los asesinatos de Pym Fortune y de Theo van Gogh
rompieron el otro mito, que somos un pa¨ªs tolerante y organizado. Hemos perdido la inocencia; nos sentimos confusos y por eso hay un repliegue soberanista que se ha reflejado en el refer¨¦ndum de la Constituci¨®n europea. Ya sabemos que no somos la Suecia de Olof Palme".
El investigador Cees Wiebbes, que trabaj¨® en el informe que provoc¨® la ca¨ªda del Gobierno holand¨¦s en 2002, cree que el error fue enviar las tropas a una ratonera. El primer batall¨®n lleg¨® a Srebrenica en marzo de 1994 en sustituci¨®n de otro de Canad¨¢. "Primero ofrecieron la misi¨®n a los brit¨¢nicos. Tampoco quisieron ir los suecos y los daneses pusieron la condici¨®n de llevar con ellos carros de combate. Fuimos all¨ª sin medios, sin conocer el terreno y sin hacer una sola pregunta a los canadienses".
Wiebbes cree que Srebrenica fue un fracaso del Consejo de Seguridad, que declar¨® zonas seguras a enclaves bosnios que no supo ni pudo defender, y de la propia Unprofor, su fuerza de protecci¨®n, que no reaccion¨® a las peticiones de Karremans.
El general franc¨¦s Bernard Janvier, al mando de la Unprofor en julio de 1995, hab¨ªa prometido a Ratko Mladic que no habr¨ªa ataques a¨¦reos. Fue una concesi¨®n secreta para lograr la liberaci¨®n de unos cascos azules franceses retenidos tras un bombardeo sobre Pale. Karremans pidi¨® por en¨¦sima vez apoyo a¨¦reo en la ma?ana del 11 de julio, el d¨ªa de la ca¨ªda de Srebrenica. Unprofor le respondi¨® que su petici¨®n no cumpl¨ªa con el procedimiento reglamentario.
"Fallamos a la poblaci¨®n, que crey¨® que est¨¢bamos all¨ª para protegerla y nunca fue as¨ª. Enviamos tropas sin preparaci¨®n, sin un plan B y sin los medios adecuados; s¨®lo para acallar nuestra conciencia, para sentirnos un pa¨ªs importante tras el final de guerra fr¨ªa", dice Scheffer.
Un libro publicado estos d¨ªas en Holanda, y que recoge los testimonios de 171 de esos soldados, afirma que el 65% dej¨® el Ej¨¦rcito, el 40% sigue con tratamiento psicol¨®gico y un 10% muestra s¨ªntomas de estr¨¦s postraum¨¢tico.
"Holanda como antigua potencia colonial en Indonesia cometi¨® atrocidades. Todo pa¨ªs rico tiene un cuarto oscuro en el que nadie quiere mirar. No supimos enfrentarnos a ese pasado y cuando un pueblo no reconoce la brutalidad en su historia es incapaz de verla en los dem¨¢s", dice Scheffer.
Wiebbes cree que ni la ONU ni otros pa¨ªses implicados han hecho una autocr¨ªtica como Holanda. El que fuera jefe de la polic¨ªa de Srebrenica, Hakija Memoljic, a?ade: "No culpo a los soldados, obedec¨ªan ¨®rdenes; culpo a sus mandos y a la ONU y en Naciones Unidas no est¨¢ s¨®lo Holanda, tambi¨¦n est¨¢n Francia y Espa?a. Si no pod¨ªan protegernos hubiera sido mejor decir la verdad y no venir a enga?arnos con promesas falsas".
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