Cenas
La portada grande de la actualidad nos sumerge, una vez m¨¢s, en la preocupaci¨®n y el dolor de nuestros conciudadanos europeos junto al T¨¢mesis; la peque?a -preocupante y seria, aunque menos dram¨¢tica- no sobrepasa los l¨ªmites administrativos de las decimon¨®nicas provincias. En la abrupta demarcaci¨®n provincial de Castell¨®n, esa actualidad gira en torno a las cenas estivales, relacionadas con las imputaciones judiciales en curso que se le han hecho al presidente de la Diputaci¨®n: supuesto tr¨¢fico de influencias y supuestas irregularidades en las declaraciones a la Hacienda p¨²blica. Todo ha llegado a la opini¨®n p¨²blica, excepto el silencio del imputado en su ¨²ltima visita a los juzgados, ampar¨¢ndose en la preceptiva legal que crey¨® oportuna. Se podr¨ªa apuntalar su postura en positivo trayendo a colaci¨®n la sentencias proverbiales que hablan de que la palabra es plata y el silencio oro, o que el hombre es esclavo de sus palabras y due?o de sus silencios; en negativo la cuesti¨®n se reduce a aquello de que quien calla, otorga. Desde el punto de vista pol¨ªtico, la ciudadan¨ªa valenciana de las comarcas del norte necesita explicaci¨®n y transparencia, y no silencios o cenas.
Porque en lugar de transparencia y explicaci¨®n p¨²blica, a los votantes de por aqu¨ª nos llegan los ecos de las cenas: ¨¢gapes, banquetes o refrigerios que se hacen cuando ya traspuso el sol tras las colinas de La Plana y la noche extiende sus sombras. Esas cenas nada tienen que ver con la cenas sacras que pint¨® Leonardo Da Vinci, y cuya interpretaci¨®n literaria y fabulada por parte de Dan Brown tanto revuelo ha armado en determinados c¨ªrculos religiosos. Aun cuando la lectura del c¨®digo de Brown no deja de ser actualidad estival. Los ecos de las cenas de La Plana tampoco tienen que ver, o quiz¨¢s s¨ª, con la b¨ªblica cena de Baltasar, una de las narraciones m¨¢s lindas y misteriosas que recuerda uno desde su m¨¢s tierna adolescencia. Cautivo el pueblo hebreo en Babilonia, se nos cuenta en el libro del profeta Daniel en su cap¨ªtulo quinto, que al rey Baltasar, hijo de Nabucodonosor, se le ocurri¨® celebrar una cena pantagru¨¦lica con mujeres y concubinas. En dicha op¨ªpara cena utiliz¨®, profan¨¢ndolos, los vasos sagrados del Templo de los hijos de Jud¨¢ para escanciar en ellos copioso vino. Baltasar era un gobernante de coraz¨®n soberbio y esp¨ªritu altivo, deseoso de glorias y magnificencias. Durante la profanadora cena, una misteriosa mano guiada por el Dios de Israel traz¨® en una de las paredes donde se celebraba el convite las palabras mane, tequel, ufars¨ªn. Mand¨® el rey llamar a magos y caldeos, adivinos y sabios para que interpretasen el mensaje, y no pudieron. S¨®lo el profeta Daniel le ofreci¨® al monarca la interpretaci¨®n correcta: mane, Dios hab¨ªa puesto fin a su reinado; tequel, en la balanza ya no ten¨ªa el rey peso; ufars¨ªn, los medos y persas se har¨ªan con su reino. Aquella misma noche, Baltasar fue asesinado, e inmediatamente Dario, rey de los medos, se apoder¨® de Babilonia. Desde luego tales literarias o b¨ªblicas cenas no son precisamente las que tienen lugar por donde La Plana.
Por donde La Plana -miren ustedes por d¨®nde, vecinos-, tienen lugar frugales colaciones o copiosas comidas, que son actos de adhesi¨®n o muestras de solidaridad con el presidente de la provincial Diputaci¨®n antes mencionado, y adalid de los conservadores. Nada que objetar si la transparencia y la explicaci¨®n p¨²blica del imputado hubiesen precedido a los ¨¢gapes p¨²blicos y notorios. No ha sido as¨ª, y las cenas parecen m¨¢s bien organizadas por quienes asan la manteca.
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