Un descubrimiento
Lo necesario: la actuaci¨®n de Charlie Parker Legacy en el cincuenta aniversario del fallecimiento del genio del jazz. Todo es poco para honrar la memoria del m¨¢s grande m¨²sico de jazz habido nunca, s¨®lo que los padres de la criatura se han estrujado mas bien poco el cerebro en esta ocasi¨®n: a falta de un Charlie Parker-bis, hubo tres, Wess Anderson, Vincent Herring y Jesse Davis, que repitieron, uno por uno, las frases y clich¨¦s de aqu¨¦l, y un cuarto "altista" que se sum¨® a ellos, el fen¨®meno italiano Francesco Cafiso. Sonar la m¨²sica de Bird, son¨®, porque no hab¨ªa otro remedio, y lo que se escuch¨® -Parker's Mood, Moose the Mooche...- fue "parkerianamente" irreprochable. Otra cosa es que ¨¦sta sea la mejor forma de recordar a quien se caracteriz¨® por no volver jam¨¢s la vista atr¨¢s. Seguro que, de hallarse entre nosotros, hubiera tocado cualquier cosa, pero no esto.
Charlie Parker Legacy
Chick Corea & Touchstone, Polideportivo de Mendizorrotza; Matthew Bourne, Teatro Principal. Vitoria, 12 de julio.
Lo conveniente: Chick Corea y su proyecto espa?ol Touchstone. Con una secci¨®n r¨ªtmica que mueve monta?as comandada por el bajista Carles Benavent, m¨¢s Jorge Pardo, saxos y flauta, desparramando esencias morunas a su modo y manera; m¨¢s el l¨ªder, sacando a Monk de paseo por entre la flamenquer¨ªa. Y eso que hab¨ªa llegado a Vitoria enfadado, no se sabe por qu¨¦, y enfadado que se fue, despu¨¦s de regatearle al respetable el segundo bis que tanto se le reclam¨®. Acaso fuera que el gent¨ªo lo que le ped¨ªa era Spain o La Fiesta, y Corea, lo que les ofreci¨® fue a Manuel de Falla disfrazado de m¨²sico de jazz.
Lo imprescindible: la presentaci¨®n del pianista Matthew Bourne en el Teatro Principal. Un concierto que vale lo que un festival. Bourne trabaja con la materia viva y a contracorriente. En lugar de "introducirse" en su instrumento como en el seno materno, cual es norma en el jazz pos-Bill Evans, el ingl¨¦s se aleja del mismo, incluso f¨ªsicamente. Es m¨²sico escueto y seco y parece menos interesado en el piano por s¨ª mismo que en su uso como m¨¦dium en las extra?as conversaciones que mantiene con las voces an¨®nimas que ha ido recogiendo en la calle, por la TV... el suyo es un universo cerrado no muy distinto al propuesto por el cineasta David Lynch. Todo en ¨¦l es inusitado, hasta su forma de concluir, haciendo callar su piano para que suenen los Beatles. Y el respetable, que se queda sin palabra. No es para menos.
Babelia
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