La estrategia de la ara?a
Blindar un castillo donde se re¨²nen los mandamases de este mundo es m¨¢s f¨¢cil que sellar una ciudad entera a fin de evitar una masacre en cualquiera de sus manzanas, y tampoco es caso de detener a todo el que porte una mochila al hombro
Tragedia y farsa
Ocurre que tambi¨¦n las grandes tragedias se repiten a veces a manera de eructo que se resuelve con artificios de farsa. Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar ?no es una especie de Rey Lear un tanto chusco que trat¨® de repartir su reino entre sus favoritos, donde Rajoy ser¨ªa un trasunto de Goneril, Zaplana de la intrigante Regan, y Rato la Cordelia m¨¢s amada que debe partir -pesarosa, s¨ª, pero con el deber cumplido- hacia el exilio? No acaban ah¨ª las semejanzas, ya que Lear, antes de enloquecer de manera definitiva, se dedica a fastidiar por sistema a sus herederas hasta que ¨¦stas, hartas ya de sus caprichos, terminan por decirle que donde ha pasado el verano pase el invierno. De otro modo: lo mandan a hacer pu?etas. El Buf¨®n no ser¨ªa otro que Acebes, como es natural, mientras que en ese partido no se vislumbra todav¨ªa al Kent capaz de poner orden donde reinaba el caos.
O farsa tr¨¢gica
M¨¢s modesta en sus proporciones, la situaci¨®n en nuestra comunidad estar¨ªa m¨¢s pr¨®xima a La venganza de Don Mendo, con un Francisco Camps derrochando astucia de reposter¨ªa en su profusi¨®n de abrazos militantes a la gente que habr¨¢ de llevarle a la ruina. As¨ª que el protagonista perora sin cesar con sus manitas crispadas, y ripio a ripio, vers¨ªculo a vers¨ªculo, trata de fulminar a una oposici¨®n, que le sonr¨ªe, echando mano de su amplio repertorio de ampulosas inanidades. Esa fatigosa escenificaci¨®n le produce una sed tan insaciable que se beber¨ªa el Ebro de un solo trago embotellado si un tal Zapatero y cuatro facinerosos m¨¢s no hubieran usurpado el trono de La Moncloa. Mientras tanto, cena con quien debe cenar, es decir, con Carlos Fabra, en lugar de ponerlo en barbecho hasta la pr¨®xima cosecha, antes de que el de Castell¨®n deposite la cabeza ensangrentada de un caballo en su cama como anticipo de una oferta que no podr¨¢ rechazar.
Ernest Lehman
Es probable que al lector no le suene de nada el nombre que encabeza estas l¨ªneas. Era uno de los m¨¢s sagaces guionistas de la buena ¨¦poca de Hollywood, y muri¨® el otro d¨ªa, a los 89 a?os, de una parada cardiaca. Fue, sobre todo, el autor del gui¨®n de Con la muerte en los talones (en realidad, North by Northwest), de Alfred Hitchcock, donde, seg¨²n una entrevista que concedi¨® hace a?os, trat¨® de escribir el Hitchcock que resumiera de una vez todos los Hitchcock. Y lo consigui¨®, para la memoria agradecida de los espectadores de tanta maravilla. Por cierto que en esa entrevista relata c¨®mo en Cannes los animosos estructuralistas hac¨ªan toda clase de c¨¢balas sobre el indudable simbolismo deliberado de una matr¨ªcula de coche que sale en la pel¨ªcula, 885 DJU. Harto de tanta palabrer¨ªa, Lehman intervino para decir que sent¨ªa defraudarles, pero que se trataba simplemente de la matr¨ªcula de su coche, que es la que mejor recordaba.
Otras religiones
Adoctrinar a los ni?os en la escuela, ya sea p¨²blica o privada, sobre la virginidad de Mar¨ªa, la pasi¨®n de Cristo o la equiparaci¨®n del Cielo con el Para¨ªso donde disfrutar¨¢n durante toda su eternidad si se comportan como su dios manda, tiene tanto sentido como introducirlos en los misterios de la vulcanolog¨ªa o en el c¨¢lculo de resistencia de los materiales. Sencillamente, no comprenden esa f¨¢bula, que adem¨¢s les inquieta, y no entienden a santo de qu¨¦ se les transmite unos mensajes m¨¢s o menos esot¨¦ricos que, siendo incomprensibles para los adultos, con mayor raz¨®n ser¨¢n una zona ciega para los ni?os. Los padres que profesen cualquier religi¨®n, por fantasiosa que sea, tienen en sus domicilios o lugares de culto una excelente oportunidad para transmitirla a sus indefensos hijos, pero en los espacios dedicados a la socializaci¨®n de los peque?os esa clase de sugerencias, cuando no de admoniciones, supone una intromisi¨®n intolerable en su vida privada y en el ¨¢mbito de formaci¨®n de sus creencias propias.
Anarquismo de masas
Lo que han conseguido l¨ªderes tan esclarecidos como Bush bis y compa?¨ªa con sus brillantes barbaridades es que unos cuantos iluminados de la radicalidad atenten cuando quieran no contra la democracia, sino contra algunas de sus regularidades establecidas: el funcionamiento normal de metros y autobuses, la seguridad en los inseguros vuelos de las compa?¨ªas a¨¦reas. Se dir¨ªa que a esos militantes de la desesperaci¨®n les interesa m¨¢s inocular el p¨¢nico en la poblaci¨®n que liquidar a sus representantes pol¨ªticos. En un desplazamiento diab¨®lico que traslada la responsabilidad de las decisiones a los usuarios dom¨¦sticos de un siempre relativo confort democr¨¢tico. Es la estrategia de la intranquilidad an¨®nima, una variante remota de la venganza.
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