Un hombre pasa cinco a?os en la c¨¢rcel por un delito que no cometi¨®
Su esposa busc¨® pruebas hasta conseguir la absoluci¨®n del acusado
El Tribunal Supremo ha absuelto a un hombre que pas¨® cinco a?os en prisi¨®n condenado por haber agredido sexualmente a un menor de nueve a?os, un delito que no cometi¨®. Despu¨¦s de la condena, en 2001, su esposa estuvo casi dos a?os buscando pruebas que exculparan al marido. Finalmente, encontr¨® dos testigos que han demostrado que el condenado se encontraba en su trabajo cuando se cometi¨® la violaci¨®n.
Francisco Javier G. fue condenado en mayo de 2001 por la Audiencia Provincial de C¨¢diz como autor de la violaci¨®n oral de un ni?o de nueve a?os. Llevaba en prisi¨®n condicional desde 1999, cuando fue arrestado. La prueba de cargo en su contra fue el reconocimiento efectuado por el menor. Tras la sentencia condenatoria, su esposa sigui¨® buscando pruebas de su inocencia. Finalmente, encontr¨® dos testigos que acreditaron que ¨¦l se encontraba en su trabajo, en una academia de inform¨¢tica, en el momento de la agresi¨®n. La defensa del condenado pidi¨® que se revisara la sentencia, y ahora el Supremo le ha dado la raz¨®n.
La violaci¨®n tuvo lugar el 2 de agosto de 1999 en Algeciras (C¨¢diz), seg¨²n los hechos probados de la sentencia de la Audiencia de C¨¢diz. Un hombre se acerc¨® en la calle a la v¨ªctima, un ni?o de nueve a?os, y le pregunt¨® por la direcci¨®n de un pabell¨®n deportivo. Le dijo que subiera al coche para indicarle, a lo que el menor accedi¨®. Le llev¨® a un descampado, detuvo el veh¨ªculo, le agarr¨® por el cuello y le oblig¨® a practicarle una felaci¨®n. La prueba de cargo fue la declaraci¨®n de la v¨ªctima, que reconoci¨® al acusado en cuatro ocasiones. Los psic¨®logos dictaminaron que, a su juicio, "el menor no fabulaba en sus declaraciones incriminatorias".
El acusado aleg¨® que en el momento en el que supuestamente cometi¨® la agresi¨®n, estaba trabajando en su academia de inform¨¢tica. Declar¨® que, justo a esa hora, hab¨ªa llamado a un cliente a su tel¨¦fono m¨®vil para que pasara a recoger un presupuesto, y que luego le hab¨ªa atendido personalmente. Intentaron encontrar al cliente a trav¨¦s del m¨®vil, pero ¨¦ste era de tarjeta prepago y la compa?¨ªa telef¨®nica desconoc¨ªa los datos del titular. Una empleada de la academia declar¨® que hab¨ªa estado con el acusado a la hora de los hechos, pero al tribunal no le pareci¨® suficiente para desvirtuar la declaraci¨®n del menor.
La mujer de Francisco Javier G., tras la condena, sigui¨® buscando pruebas de su inocencia. Empez¨® a llamar diariamente al m¨®vil del cliente a quien su marido hab¨ªa atendido, pero nadie le respond¨ªa. No hab¨ªa buz¨®n de voz. Sigui¨® llamando durante casi dos a?os, ya con menor frecuencia, y, finalmente, el 15 de abril de 2003, alguien contest¨®. Era la persona que buscaba. No hab¨ªa atendido antes las llamadas porque cambi¨® de m¨®vil y el n¨²mero al que llamaba la mujer apenas lo usaba. Ese d¨ªa contest¨® porque hab¨ªa perdido su otro tel¨¦fono. El testigo ratific¨® que, el 2 de agosto de 1999, sobre las 13.30, Francisco Javier G. le hab¨ªa llamado para darle un presupuesto y que luego le atendi¨® personalmente en la tienda. Record¨® que, cuando lleg¨® al establecimiento, estaba all¨ª un hombre en silla de ruedas.
La esposa busc¨® a ese segundo testigo. Llam¨® a todos los alumnos de la academia para ver si alguno ten¨ªa un padre en silla de ruedas. Lo encontr¨®. Era el padre de una alumna que ese d¨ªa hab¨ªa ido a pagar el recibo del mes. Se acordaba de que el condenado fue el que le cobr¨®.
Con esos testimonios, la defensa present¨® un recurso de revisi¨®n ante el Supremo, que ha absuelto a Francisco Javier G. Su abogado destac¨® que ¨¦ste seguir¨ªa en la c¨¢rcel si no fuera por la "labor absolutamente dantesca" de su mujer para localizar a los testigos, seg¨²n informa Efe.
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