Querella
La decisi¨®n del ciudadano barcelon¨¦s Pasqual Maragall de interponer una querella contra un humorista que, seg¨²n ¨¦l, le zahiri¨® de manera zafia en un programa informativo de la cadena episcopal ha tenido una limitada repercusi¨®n period¨ªstica. Algunos periodistas se cuidan mucho de preservar el jard¨ªn de sus derechos. Cuando les tiran de las orejas, les desmienten o los interponen una querella, por insultos o por lo que fuera, guardan silencio o se indignan; se consideran inmunes a cualquier reacci¨®n de la ciudadan¨ªa, y cuando ¨¦sta se produce muestran los jirones que se les causa en el traje de su libertad ultrajada... Los que velan para que el gremio duerma tranquilo est¨¢n siempre prestos a defenderlos. Hace unas semanas, por ejemplo, la agrupaci¨®n profesional de Madrid puso el grito en el cielo porque la ciudadana Pilar Manj¨®n, gravemente injuriada por algunos de los que hablan en aquella emisora desde que ella fue portavoz de las v¨ªctimas del 11-M, decidi¨® impedir la entrada de periodistas de aquella misma emisora a un acto en el que ella interven¨ªa... ?Ultraje a la libertad de expresi¨®n! Ninguna voz de aquella entidad asociativa se levant¨® nunca para defender a los insultados por estos mismos que se reclaman deudos de la libertad de expresi¨®n, y entre esos insultados tambi¨¦n hay suficientes periodistas como para que el gremio se levante en clamor... La querella que ahora se anuncia seguramente seguir¨¢ los pasos que siguen las querellas: cuando se resuelva, si se resuelve, los insultos de los que el demandante se defiende habr¨¢n sido sepultados por otros insultos. Ahora acabo de leer en la prensa que un columnista ha llamado perro, lo ha dicho as¨ª, a un director de cine, y luego he le¨ªdo, en sus mismos verbos, que aquello era una met¨¢fora... Para insultar a otro periodista, otro columnista reiterativo lo llamaba nenaza y lo invitaba a batirse en duelo, ?a los jueces no hay que ir! Se ha glorificado en Espa?a el insulto de barra de borrachos, los b¨¢rbaros han liberado su esf¨ªnter, y hay sectores de la sociedad, cada vez m¨¢s grandes, que disfrutan ante el incendio, a?adiendo a veces, para escarnio de la escritura: "Insulta, pero es que escribe tan bien...". No s¨¦ qu¨¦ pasar¨¢ con esta querella del ciudadano Maragall, pero si uno guardara en un caj¨®n los insultos que oye a diario, ?qu¨¦ olor habr¨ªa en ese recipiente!
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