'Un verano para matar' y el ruido
Un verano para matar es una combinaci¨®n de reportaje tur¨ªstico, anuncio de motocicletas y thriller de acci¨®n. Estrenada en 1972, gracias al entusiasmo del director Antonio Isasi Isasmendi, no fue valorada por la ortodoxia de la industria. Treinta y tres a?os m¨¢s tarde resiste el paso del tiempo, incluso esa banda sonora de Luis Bacalov que, en parte, recuper¨® Tarantino para Kill Bill II. Que un espa?ol se atreviera a hacer pel¨ªculas a la americana, con actores como Ralph Vallone o Karl Malden, tuvo mucho que ver con lo que se ningune¨® a Isasi en filmotecas y otros templos. Pero vayamos por partes. La tur¨ªstica nos lleva a Nueva York, Los ?ngeles, Roma, Lisboa, Aix-en-Provence, el lago de Entrepe?as y el barrio militar de la base de Torrej¨®n. Es un thriller de mafiosos, y eso significa que los personajes tienen el gatillo f¨¢cil y que el protagonista, Chris Mitchum, est¨¢ dispuesto a matar hasta al apuntador. Las chicas de mi ¨¦poca se volvieron locas por Mitchum. Forraron sus carpetas con fotos de este guaperas de flequillo rubio, iniciando una moda que incluy¨®, antes o despu¨¦s, a David Cassidy y Leift Garret.
No dudo del poder er¨®tico de Mitchum, pero sospecho que su ¨¦xito tuvo que ver con conducir una moto de trial
No dudo del poder er¨®tico de Mitchum, pero sospecho que su ¨¦xito tuvo que ver con el hecho de conducir una moto de trial. En 1972, la moto era un potente signo externo. En las urbanizaciones y pueblos, quien ten¨ªa una de esas motos acaparaba las apuestas er¨®tico-festivas. Y si adem¨¢s era rubio, llevaba gafas de aviador, era hijo de Robert Mitchum y no sonre¨ªa nunca, mejor. Los que ¨¦ramos demasiado pobres o cr¨ªos para lucir monturas as¨ª ten¨ªamos que conformarnos con nuestras bicis y, para contrarrestar el imperio de las motos, nos dedic¨¢bamos a calumniar, sin ¨¦xito, a los Mitchum del lugar. En Un verano para matar, Mitchum ten¨ªa motivos para no sonre¨ªr. De ni?o, su personaje hab¨ªa visto c¨®mo un grupo de mafiosos asesinaba a su padre y la venganza se convert¨ªa en su ¨²nico objetivo. Para lograrla llegaba a secuestrar a la hija de uno de los malos, interpretada por Olivia Hussey. En sus Memorias tras la c¨¢mara, Isasi cuenta: "Cada vez que vuelvo a ver la pel¨ªcula me quedo encandilado con los dulces rasgos de su rostro y renuevo la idea de que fue una suerte poder contar con ella junto al guapo, aunque anodino, Chris Mitchum". Si el director lo llama anodino, no ser¨¦ yo quien defienda a un actor que no ha pasado a la historia de la interpretaci¨®n aunque s¨ª a la del motociclismo cinematogr¨¢fico. La persecuci¨®n de Un verano para matar, sin ser la de La gran evasi¨®n, est¨¢ muy bien, con el motorista acosado por tres jinetes.
Aquel ¨¦xito result¨® nefasto para la tranquilidad: los j¨®venes seguidores de las dos tribus motociclistas de la ¨¦poca (Bultacos y Montesas, dualidad similar a la de Capuletos y Montescos) invadieron bosques y urbanizaciones con esa manifestaci¨®n ofensiva de ruido en un pa¨ªs ruidoso de por s¨ª. Y lo peor es que no se conformaron con hacerlo en tierra firme. Con el tiempo, invadieron el mar, donde cada vez son m¨¢s numerosas las motos de agua pilotadas por acu¨¢ticas versiones de aquel Mitchum al que tanto deseamos matar. De la banda sonora que subyug¨® a Tarantino hay que decir que Bacalov lleg¨® a ganar el Oscar con la m¨²sica de El cartero. Le acusaron de plagio, tambi¨¦n es verdad, pero Bacalov se defendi¨® bien: "La sentencia dice que plagi¨¦ cuatro compases de una canci¨®n de Sergio Endrigo; la partitura completa de El cartero tiene aproximadamente mil. Es como decir que rob¨¦ un pollito en un gallinero industrial". De lo que se deduce que el plagio es como el ruido: puede parecer grave pero, comparado con lo que podr¨ªa llegar a ser, tampoco es para tanto.
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