El pantano
Cuando en junio de 2004 entregu¨¦ mi libro Contra Bush a la imprenta, expres¨¦ el deseo de que en la elecci¨®n presidencial de noviembre resultase electo el candidato del Partido Dem¨®crata, John Kerry. No fue as¨ª y las razones aducidas son convincentes. George W. Bush, h¨¢bilmente dirigido por su Maquiavelo residente, el rotundo asesor Karl Rove, manipul¨® tres factores invencibles (a¨²n) el a?o pasado. El patriotismo. El terror. Y una novedad: la exaltaci¨®n religiosa. Es decir: el d¨²o Bush-Rove emple¨® las mismas armas de sus enemigos m¨¢s extremos en el orbe isl¨¢mico.
Se ha dicho que todos los habitantes del planeta deber¨ªamos tener el derecho de voto en una presidencial de los Estados Unidos de Am¨¦rica, de tal manera nos concierne el resultado. Por primera vez desde el apogeo de Roma, una sola potencia domina sobre todas las dem¨¢s. El unilateralismo es el sacramento de semejante poder. La guerra preventiva, su tentaci¨®n permanente. Todos estos factores, en la pendiente hacia la guerra, fueron invocados expl¨ªcitamente por el actual Gobierno norteamericano. Bush: "Los EE UU son el ¨²nico modelo sobreviviente para el progreso humano". Condoleezza Rice: "Los EE UU deben partir del firme piso de sus intereses nacionales" y olvidar "los intereses de una ilusoria comunidad internacional".
El orgullo precede a la destrucci¨®n y la soberbia es el pr¨®logo de la ca¨ªda, advierte la Biblia (Proverbios, 16:18). Esta antiqu¨ªsima advertencia nunca ser¨¢ escuchada por los poderosos (los de ayer y los de hoy). El drama de Irak lo comprueba soberanamente. Bush decidi¨® ir a la guerra. Sus razones para hacerlo han ido variando con las circunstancias, al grado de que ya no es posible conocer la verdadera causa. Los ataques del 11 de septiembre concitaron la solidaridad mundial y justificaron la guerra contra Afganist¨¢n y las guaridas de Al Qaeda. No fue, pues, el combate al huidizo Osama Bin Laden la raz¨®n de la guerra de Irak sino, primero, la posesi¨®n de armas de destrucci¨®n masiva (AMD) por el d¨¦spota iraqu¨ª Sadam Husein. En contra de las advertencias del inspector de armas de la ONU, Hans Blix, abogado de una inspecci¨®n minuciosa y veraz, en contra de la resoluci¨®n 1.441 del Consejo de Seguridad que distingu¨ªa claramente entre "ocuparse del tema" (aprobado) y "ocupar un pa¨ªs" (desaprobado), Bush desat¨® "los mastines de la guerra" para comprobar lo inexistente: las AMD de Sadam.
Evaporada esta raz¨®n, Bush invoc¨® el derrocamiento de Sadam como raz¨®n de la guerra. M¨¢s, ?por qu¨¦ Sadam y no otros tiranos igualmente indeseables, desde la dinast¨ªa saud¨ª en Arabia hasta la junta birmana, pasando por aliados antiguos (Musharraf en Pakist¨¢n) o recient¨ªsimos (Gaddafi en Libia)? ?Yacimientos de petr¨®leo, base de poder norteamericano en Medio Oriente con extensi¨®n hacia el Mediterr¨¢neo, el golfo P¨¦rsico y m¨¢s all¨¢, hasta la surgente potencia china? ?Guerra t¨¢ctica o estrat¨¦gica? Qui¨¦n sabe, nadie sabe y ya no importa. Cualesquiera que fuesen las razones de Bush para ir a la guerra en Irak, hoy todas ellas se desvanecen ante un resultado cada vez m¨¢s cierto. Bush est¨¢ perdiendo o quiz¨¢s ya perdi¨®, la guerra de Irak. De all¨ª el desesperado intento del presidente norteamericano, en Fort Bragg el 29 de junio de 2005, de revertir a una raz¨®n extral¨®gica, original pero periclitada: los EE UU est¨¢n en Irak para impedir que se repita la tragedia del 11-S. Como ya se demostr¨® que Sadam no tuvo nada que ver con ese atroz atentado, cabe preguntarse por qu¨¦ a estas alturas se funden en una sola raz¨®n los atentados terroristas de Al Qaeda y la posterior invasi¨®n y ocupaci¨®n de Irak. La respuesta es simple y es triste: Bush ya no tiene otra munici¨®n que el miedo para proseguir la catastr¨®fica ocupaci¨®n de Irak.
No faltan quienes piensen que librar a Irak de Sadam y celebrar elecciones (en un pa¨ªs militarmente ocupado) bastan para justificar la guerra. Aun concediendo estas dos gracias, sigue en pie una realidad obtusa. Irak no est¨¢ en paz. Los terroristas que Sadam mantuvo fuera de Irak han sentado ahora sus poderes fat¨ªdicos en la Mesopotamia. Las bajas del Ej¨¦rcito norteamericano en Irak suman a esta fecha 1.735 muertos y 10 veces m¨¢s de heridos. Hay 60 ataques diarios contra fuerzas norteamericanas en Irak. Casi todo el Ej¨¦rcito de los EE UU est¨¢ en Irak, rumbo a Irak o abandonando Irak. Irak se ha convertido en el sumidero de la fuerza armada estadounidense. Si estallase un grave conflicto en otro punto del planeta, los EE UU se ver¨ªan en dificultades para atenderlo. El Ej¨¦rcito estadounidense es voluntario: ?hasta cu¨¢ndo puede serlo? Los pa¨ªses de la "coalici¨®n" bushista se retiran de una causa deshilvanada. Ha llegado el tiempo de cambiar.
"No tenemos elementos suficientes para una contrainsurgencia", declara el siempre l¨²cido senador Joseph Biden (dem¨®crata, Delaware). Y a?ade que le mandar¨¢ a Bush los tel¨¦fonos de los generales norteamericanos que reclaman m¨¢s tropas en Irak. "Estamos perdiendo en Irak", afirma otro senador, Chuck Hagel (republicano, Nebraska). Nos estamos hundiendo en un pantano, advierte Edward M. Kennedy (dem¨®crata, Massachusetts). Falso, exclama el vicepresidente Dick Cheney: la insurgencia est¨¢ en "sus ¨²ltimos estertores". ?Cu¨¢nto durar¨¢n los "estertores" de una insurgencia totalmente imprevista al invadir Irak? De cinco a doce a?os, dice con optimismo el siempre desacertado secretario de la Defensa, Donald Rumsfeld. Es decir: indefinidamente.
Un mexicano no puede sino recordar la aventura imperial de Napole¨®n III en nuestro pa¨ªs. La ocupaci¨®n francesa mantuvo ilusoriamente en el trono a Maximiliano de Austria, el mariscal Aquiles Bazaine proclam¨® triunfo tras triunfo, pero al final la resistencia republicana encabezada por el presidente Benito Ju¨¢rez desaloj¨® a las fuerzas extranjeras y fusil¨® al inocente Habsburgo. Pero Ju¨¢rez ten¨ªa una clave para el periodo de la post-ocupaci¨®n: restaurar la rep¨²blica liberal. Irak carece de proyecto. Y todo asegura que, con o sin presencia armada norteamericana, las divisiones internas iraqu¨ªes acabar¨¢n por manifestarse de manera conflictiva.
Los kurdos quieren un Estado aut¨®nomo y el control propio del petr¨®leo de Kirkuk. Turqu¨ªa teme al Kurdist¨¢n vecino. Los sun¨ªes se sienten excluidos del poder revertido hoy a sus rivales chiitas y ¨¦stos son vistos como colaboradores de los EE UU. ?Pueden los Estados Unidos permanecer en Irak sin ser literalmente tragados por los conflictos internos del pa¨ªs, poniendo as¨ª en peligro la propia seguridad de los EE UU? Las ilusiones no sustituyen a la realidad. "El enemigo ha sido derrotado en batalla tras batalla" en Vietnam, declar¨® el presidente Lyndon B. Johnson en febrero de 1968, celebrando tan prematuramente como Bush una victoria espectral. Dos meses m¨¢s tarde, Johnson deb¨ªa renunciar a reelegirse y el largo calvario de la salida norteamericana de Vietnam se iniciar¨ªa. Hoy, Bush comete el mismo error. Proclama victorias ilusorias donde s¨®lo hay derrotas previsibles.
Osama Bin Laden sigue suelto. Al Qaeda sigue activa y da?ina. Los terroristas entran a su antojo en Irak. Los vac¨ªos de autoridad en Irak son llenados por los cr¨ªmenes callejeros y el crimen organizado va en aumento. Los esfuerzos por revivir los servicios p¨²blicos, la educaci¨®n, las comunicaciones, fracasan constantemente: el pa¨ªs est¨¢ en guerra contra una ocupaci¨®n sine die.
?C¨®mo darle fin salvando la cara? Bush no puede declarar: "Ya ganamos" e irse. No se lo permiten ni su personalidad terca, ni sus convicciones ciegas, ni sus compromisos con los poderes f¨¢cticos de la derecha norteamericana. Se requiere entonces encontrar una salida m¨¢s o menos honrosa. ?Qui¨¦n puede sustituir a los EE UU en Irak con mayor facilidad para ordenar un tr¨¢nsito que conduzca, si no a una democracia instant¨¢nea, nescaf¨¦, por lo menos a un di¨¢logo entre los arraigados adversarios internos, sun¨ªes, chi¨ªes, kurdos, m¨¢s todas las alianzas tribales y cacicazgos locales del pa¨ªs mesopot¨¢mico?
Dir¨ªase que la ONU, actuando en nombre de la comunidad internacional y de los propios principios tan maltratados por la Administraci¨®n bushista. El multilateralismo. La legalidad internacional. La diplomacia. Las artes de la conciliaci¨®n y el arbitraje entre enemigos. Los EE UU ya no pueden aplicar una pol¨ªtica de estas caracter¨ªsticas. Por lo menos, mientras Bush permanezca en la Casa Blanca. Despu¨¦s de 2008... who knows?
?Puede lograrlo la ONU? Quiz¨¢s, aunque las filiaciones iraqu¨ªes ver¨¢n en principio una simple sustituci¨®n de los EE UU expansionistas, religiosos, chovinistas e ignorantes de las culturas ajenas, por una fuerza de la ONU demasiado "occidental". Recojo por ello, con gran inter¨¦s, la sugerencia de un alto mando europeo de la OTAN: que la fuerza de la ONU en Irak sea compuesta s¨®lo por mando y tropa del mundo musulm¨¢n. Creo que ¨¦sta es una idea que merece ponerse a prueba. Un ej¨¦rcito intra-isl¨¢mico de la ONU puede tener la oportunidad de programar, sin recelo u oposici¨®n excesivos, a los hermanos iraqu¨ªes de su fe.
"Hemos visto el cambio de la marea", dec¨ªa Johnson en enero de 1968 para celebrar una ilusoria victoria en Vietnam que pocas semanas m¨¢s tarde caer¨ªa hecha pedazos por el Vietcong, por Ho Chi Minh, y por la ofensiva del Tet. "Misi¨®n cumplida", anunci¨® Bush en mayo de 2003 celebrando con optimismo ciego el fin de una guerra que no hac¨ªa sino comenzar.
Los EE UU se han convertido en rehenes de los errores de Bush. El mundo no debe serlo. La comunidad internacional y sobre todo los amigos de la gran naci¨®n norteamericana deben influir para que, en bien de todos, los EE UU abandonen la perdida guerra de Irak y regresen a la soluci¨®n de los urgentes y aplazados temas de la convivencia nacional y global.
No hay otra manera de vencer, a fondo, al terrorismo si los pa¨ªses isl¨¢micos no secan sus propios pantanos, atendiendo los problemas pol¨ªticos que generan agravios y neutralizando el apoyo a los terroristas en sus propias comunidades. Al Occidente le corresponde fortalecer servicios de inteligencia sin da?ar las libertades p¨²blicas y fundar la lucha contra el terror en la lucha por el desarrollo.
Carlos Fuentes es escritor mexicano.
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