Lucky Thompson, saxofonista de jazz
Eli Lucky Thompson, figura maldita del jazz, falleci¨® el pasado 30 de julio en una residencia para indigentes de Seattle (Washington), a los 81 a?os de edad. No han trascendido las causas de su muerte aunque se sabe que Thompson sufr¨ªa demencia.
Ostentaba el apodo m¨¢s enga?oso de la historia del jazz: Thompson nunca fue lucky (afortunado), ni en la vida ni en el arte; el nombre derivaba de un jersey con esa palabra que llevaba cuando era cr¨ªo.
Nacido el 16 de junio de 1924 en Columbia (Carolina del Sur), se qued¨® sin madre a los cinco a?os y creci¨® en Detroit, ocup¨¢ndose de sus hermanos menores. Tuvo una revelaci¨®n escuchando a Coleman Hawkins en la radio y decidi¨® que estaba destinado a tocar el saxo. Sin posibilidad de adquirir un instrumento, consigui¨® un libro did¨¢ctico y se dedic¨® a ensayar digitaci¨®n con el palo de una escoba. Su padre, humilde obrero en la industria c¨¢rnica, le compr¨® finalmente un saxo tenor de segunda mano y pronto se convirti¨® en un profesional.
Lleg¨® a Nueva York en 1943 y fue compa?ero de viaje de la revoluci¨®n del bebop, aunque siempre mantuvo su individualidad expresiva, especialmente en las baladas. Toc¨® con Dizzy Gillespie, Charlie Parker, Miles Davis, Thelonius Monk o Charles Mingus pero tambi¨¦n trabaj¨® con Lionel Hampton, Stan Kenton, Billy Eckstine, Dinah Washington o Count Basie.
A partir de 1947, ya dirig¨ªa su propia banda y grababa bajo su nombre. Se le adhiri¨® una peligrosa fama de hombre problem¨¢tico: choc¨® con el manager de Louis Arms-trong por un incidente est¨²pido sobre qu¨¦ m¨²sico bajaba el primero de un avi¨®n en el que ambos viajaban, a resultas del cual tuvo dificultades para encontrar trabajo.
Europa fue la soluci¨®n: pas¨® largas etapas en Francia, donde fascin¨® al disquero Eddie Barclay, grabando frecuentemente con el pianista Martial Solal y convirti¨¦ndose en maestro del dif¨ªcil y -entonces- poco usual saxo soprano. En 1962, intent¨® retomar su carrera en Estados Unidos, como artista del sello Prestige. Todo le sali¨® mal: su esposa, la cantante Thelma Love, falleci¨® inesperadamente y la familia le intent¨® quitar la custodia de sus hijos.
Nuevamente, se enfrent¨® con los poderosos del negocio del jazz -"los buitres", como ¨¦l les llamaba- y anunci¨® en 1966 que dejaba de tocar. En realidad, se traslad¨® a Suiza por cuestiones amorosas y actu¨® por toda Europa; en Barcelona y en 1970, grab¨® un elep¨¦ bello y conciso (Soul's nite out) con el tr¨ªo de Tete Montoliu.
A principios de los setenta, se quiso reciclar en profesor de jazz en Dartmouth y en Yale, pero no pod¨ªa encajar en instituciones acad¨¦micas. Hombre espiritual, a esas alturas su sentimiento dominante era la frustraci¨®n, como queda constancia en la parte hablada de su disco por excelencia, Lord, Lord, am I ever going to know?: se trata de un mensaje a un simposio que, alrededor de su arte, se iba a celebrar en el Reino Unido... y que se suspendi¨® por falta de inter¨¦s. Thompson -que hab¨ªa destacado como m¨²sico de swing, bebop y jazz de vanguardia- era un perfeccionista y asum¨ªa que nunca podr¨ªa desarrollar todo lo que intu¨ªa.
Lo que sigui¨® fue una bajada a los infiernos que supera incluso las fantas¨ªas calenturientas de esos novelistas que recurren a los t¨®picos del jazz. Thompson se convirti¨® en un n¨®mada motorizado y se cuenta que se refugi¨® en una isla remota de Canad¨¢, comiendo ra¨ªces y frutas del campo. Tambi¨¦n residi¨® en Georgia, donde sufri¨® un asalto en el que perdi¨® parte de su dentadura. Renunci¨® a su coche y a sus saxos; ya como un vagabundo sin hogar, fue recogido por los servicios sociales de Seattle en 1994, agotando sus ¨²ltimos a?os perdido entre pesadillas paranoicas.-
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