Hiroshima, Teher¨¢n y la farsa nuclear
La coyuntura pol¨ªtica internacional a veces tropieza con la losa de la historia y produce interesantes paradojas. Eso es lo que ha sucedido hace unos d¨ªas al rememorar el 60 aniversario de Hiroshima y Nagasaki, los cientos de miles de muertos que produjeron las bombas nucleares lanzadas por Estados Unidos en aquel momento sobre Jap¨®n, y las negociaciones actuales para que Ir¨¢n no desarrolle un programa nuclear con finalidades militares. El holocausto de Hiroshima, la "gran carnicer¨ªa del escarmiento", innecesaria por otra parte, adem¨¢s de absolutamente inhumana, dio paso a la estrategia de la disuasi¨®n nuclear, con centenares de apologetas por todo el planeta, y muy en particular en Estados Unidos, que incluso ahora, aunque avanzados en a?os, siguen discurseando sobre los conflictos contempor¨¢neos y las estrategias a seguir para combatir el terrorismo actual.
Ir¨¢n desempe?¨® durante muchos a?os el papel de pa¨ªs gendarme de Estados Unidos
Tenemos un serio problema, y desde hace a?os (la proliferaci¨®n nuclear), pero quienes han fabricado un discurso p¨²blico sobre ello normalmente han sido los valedores del fen¨®meno, de tal manera que el problema (la proliferaci¨®n) parec¨ªa que no era un problema, sino una necesidad vital.
Invito a excursionar hacia las hemerotecas de los a?os sesenta y setenta, para detectar y localizar a los exegetas de la megamuerte y a los empresarios nucleares, empe?ados en aquellos tiempos en presentar la radioactividad como una mera derivaci¨®n de los rayos solares. Y no es una met¨¢fora: hubieron cientos o miles de personas que presenciaron ingenuamente explosiones nucleares, a una distancia muy poco prudencial, con unas simples gafas de sol, como si de la presentaci¨®n del cinemascope se tratara. Muchos est¨¢n muertos, de c¨¢ncer evidentemente, pero nunca nadie ha sumido la responsabilidad de ello. La magia nuclear, su poder estrat¨¦gico, est¨¢ por encima de cualquier consideraci¨®n moral, de ah¨ª su car¨¢cter casi divino desde su aparici¨®n.
Hace casi treinta a?os escrib¨ª un libro sobre la proliferaci¨®n nuclear, sus protagonistas y sus candidatos. Ha sido interesante, pero doloroso, releer aquella investigaci¨®n de mis a?os j¨®venes, en plena guerra fr¨ªa y delirio nuclear civil (especialmente en Espa?a), viendo multitud de pa¨ªses que persegu¨ªan hacerse con la tecnolog¨ªa nuclear, sea para garantizar energ¨ªa el¨¦ctrica, o en otros casos, y a veces sin disimulo, para controlar la tecnolog¨ªa que les permitiese dominar el uso militar de la misma. En 1977, por ejemplo, la revista Le Nouvel Observateur hablaba de 39 pa¨ªses candidatos a entrar en el Club Nuclear, de los que precisamente 17 eran europeos (Espa?a incluida), y se inclu¨ªa a Ir¨¢n. Lo interesante de aquel estudio, muy divulgado en su momento, es que hab¨ªa una lista de diez pa¨ªses que se consideraba podr¨ªan tener la bomba at¨®mica en menos de dos a?os (Argentina, Canad¨¢, Alemania (Federal), Israel, Italia, Jap¨®n, ?frica del Sur, Suecia y Taiw¨¢n). Veintiocho a?os despu¨¦s, s¨®lo Israel dispone de armamento nuclear, pues Sur¨¢frica se deshizo de ¨¦l. Israel y Estados Unidos, precisamente, a?o tras a?o boicotean las resoluciones de la Asamblea General de la ONU sobre la desnuclearizaci¨®n de Oriente Medio. No se trata de nada curioso, ni tan s¨®lo casual, sino de absoluto cinismo pol¨ªtico. De los pa¨ªses de esta primera lista, m¨¢s los ocho que estaban en la segunda lista, y que seg¨²n el estudio podr¨ªan tener armas at¨®micas en un per¨ªodo de cinco a?os (ocho pa¨ªses m¨¢s), s¨®lo dos (Israel y Pakist¨¢n), han llevado a cabo programas nucleares de naturaleza militar. Ir¨¢n figuraba en la tercera lista, compuesta por 22 pa¨ªses que en un plazo de diez a?os podr¨ªan fabricar armas nucleares. De ese escenario previsto (m¨¢s o menos hacia 1997), ninguno ha desarrollado un programa nuclear. As¨ª, pues, ?no podr¨ªamos preguntarnos, treinta a?os despu¨¦s, qu¨¦ factores han influido para que 37 de los 39 candidatos a las armas nucleares hayan abandonado sus pretensiones, otros dos se hayan convertido en pa¨ªses nucleares, y alguno haya quedado simplemente como sospechoso?
Por aquel entonces, algunos pa¨ªses candidatos eran dictaduras militares y ahora no lo son, otros con toda seguridad no ten¨ªan ambiciones nucleares de car¨¢cter militar desde el primer momento, y un n¨²mero considerable eran semipotencias regionales con ambiciones de liderazgo en la guerra fr¨ªa, con lo que ello supon¨ªa de tentaci¨®n en t¨¦rminos de inter¨¦s nuclear, y ahora quiz¨¢s sean de riesgo cero una vez terminado este per¨ªodo. La pregunta, ahora, es si Ir¨¢n, que en 1977 ya se dec¨ªa que podr¨ªa desarrollar armas at¨®micas en diez a?os, y no lo hizo, tendr¨ªa un empe?o especial en ello al cabo de treinta a?os. No por man¨ªa, sino por recordatorio, conviene recordar que Ir¨¢n desempe?¨® durante muchos a?os el rol de pa¨ªs gendarme de Estados Unidos. Desde 1972, Estados Unidos le vendi¨® un arsenal militar de decenas de miles de millones de d¨®lares, incomparable sobre cualquier exportaci¨®n militar en el resto del mundo. En 1977, el Sha de Ir¨¢n firm¨® un contrato con Francia para construir dos centrales nucleares, y poco despu¨¦s pidi¨® otras cuatro centrales, pagaderas en petr¨®leo. Tambi¨¦n solicit¨® dos nuevas centrales a Alemania, en un fara¨®nico plan para construir veinte centrales nucleares, frenado en parte por la pol¨ªtica restrictiva del entonces presidente Carter, pero burlado en cierta medida por las habilidades de compa?¨ªas involucradas, como la Bechtel, corporaci¨®n que ahora tiene suculentos intereses en la "reconstrucci¨®n" de Irak.
Con estas anotaciones, evidentemente, no trato de disculpar o justificar un posible rearme nuclear de Ir¨¢n o de cualquier otro pa¨ªs. Trato, simplemente, de desenmascarar la vileza, inmisericordia, inhumanidad e insensibilidad de quienes, durante d¨¦cadas, han justificado Hiroshima, miles de ensayos nucleares en tierra, mar o aire, la exportaci¨®n de tecnolog¨ªa nuclear para usos militares, o el simple incumplimiento del Tratado de No Proliferaci¨®n Nuclear, que obliga al desarme progresiva de las grandes potencias nucleares. Nadie de estos pa¨ªses, sin previamente pedir perd¨®n por genocidio, proliferaci¨®n nuclear y tantas cosas, est¨¢ autorizado a presionar y exigir nada a cualquier candidato nuclear. Para decirlo muy llana y crudamente, la historia de la segunda mitad del siglo XX ha acumulado demasiados intereses ofensivos (generadores de odio, en definitiva), como para que pretendamos que todos los pa¨ªses, culturas, sociedades y colectivos externos nos vean como los salvadores o guardianes de muchos asuntos, incluido el de la proliferaci¨®n nuclear.
En el siglo pasado ha habido varios genocidios, pero jam¨¢s ninguno ha ostentado el r¨¦cord de tiempo/muertos como el de Hiroshima, o el de la temeridad econ¨®mica con potencial letal como el de la venta desmesurada de tecnolog¨ªa nuclear. El perd¨®n de tales barbaridades no puede venir de un eventual discurso presidencial cargado de buenas intenciones, sino del compromiso firme y concertado de muchos pa¨ªses a favor de un desarme nuclear, general y completo.
No s¨¦ si la iniciativa de una "Alianza de Civilizaciones" podr¨ªa empezar por una alianza contra la amenaza nuclear, pero podr¨ªa ser un buen comienzo si de la desnuclearizaci¨®n de un Oriente Medio amplio se tratara, con Israel e Ir¨¢n de part¨ªcipes de primera categor¨ªa.
Estigmatizar a los pa¨ªses mediante su inclusi¨®n en listados de "ejes del mal" no ha servido para nada, y mucho menos cuando se olvida la historia reciente y los diferentes simb¨®licos que manejan unos y otros. El respeto, la buena diplomacia y los compromisos mutuos son mucho m¨¢s efectivos que la actitud patol¨®gica de ver el mal s¨®lo en el ojo ajeno, especialmente cuando el que mira as¨ª no se da cuenta de que ya est¨¢ medio ciego.
Vicen? Fisas es director de la Escuela de Cultura de Paz, UAB.
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