Cangrejos, un picante placer

Algunos pensar¨¢n que es preciso irse hasta Malasia para poder degustar, en puridad, los cangrejos con guindillas, receta que all¨ª desarrollan y consumen con fruici¨®n. Sin embargo nada m¨¢s f¨¢cil para ahorrarse tama?a excursi¨®n que armarse de valor e ir a?adiendo picante -mientras el paladar o el est¨®mago aguanten- a la sabia mezcla desarrollada en nuestras costas y que une los cangrejos y el arroz.

Sabido es el sutil y costoso perfume que se logra hirviendo los mariscos -esta vez previamente sofritos- durante un tiempo prudencial, y la potencia de que se impregnan los granos del arroz cuando en ellos penetra todo el mar que los cangrejos y colegas arrastran; mas la virtud de elevar hasta la nariz dicha ambros¨ªa se debe potenciar con la adici¨®n, al mejunje que se crea, de unas trazas de picante. Ya sea la guindilla, ya la pimienta, ya la uni¨®n de ambas o sus alternativas, estas semejan ser elementos evaporadores que disipan el caldo y el grano que introducimos en nuestra boca y, en ese trance, los aromas -m¨¢s puros y libres de elementos contaminantes- se nos muestran en su totalidad, resultando de esta manera que olemos, a la vez que comemos, m¨¢s marisco del que pod¨ªamos esperar.

Olemos, a la vez que comemos, m¨¢s marisco del que pod¨ªamos esperar

Sentadas estas bases, y para que la aventura se desarrolle seg¨²n nuestros deseos debemos elegir el manjar que acompa?ar¨¢ al arroz dentro del variopinto mundo que componen los cangrejos y sus asimilados. Podemos intentar ser puristas e inclinarnos por el de roca, que nos ofrece sabor a precios m¨®dicos y nos permite cumplir con la tradici¨®n de la comida hecha con aquellos productos que se recolectaban sin m¨¢s que asomarse al exterior de cada casa marinera. O bien ir incrementando la cantidad de carne -que no de sabor marino- que acompa?ar¨¢ al arroz y desmenuzar, despu¨¦s de haber servido para crear el fondo del guiso, un buey de mar o cualquier bicho redondo, con duro caparaz¨®n y patas curvas, que encontremos en nuestra visita al mercado, que no -desgraciadamente- en nuestro camino.

Convenientemente trabado -o adecuadamente l¨ªquido- el resultado final nos llenar¨¢ de alegr¨ªa: de forma definitiva si combinamos el inmoderado consumo del meloso con alg¨²n l¨ªquido salut¨ªfero que a la vez, y en un mismo sorbo, rebaje el ardor de nuestras papilas y el fulgor de las pupilas, sin duda dilatadas por este sano placer.