Hambruna evitable
Las hambrunas son la verg¨¹enza de nuestra civilizaci¨®n, el espejo que refleja la imagen m¨¢s repugnante de nosotros mismos, de nuestra ineficacia, dejadez y abandono. Un total de 3,6 millones de personas, de ellas, unos 800.000 ni?os, padecen una feroz hambruna en N¨ªger. Es la d¨¦cima vez que las organizaciones humanitarias avisan de esta cat¨¢strofe. El programa mundial de alimentos de Naciones Unidas, que alert¨® de la situaci¨®n, ha comenzado a distribuirlos, pero no llegan en cantidad suficiente ni a quienes m¨¢s los necesitan, mientras que la escasez y las plagas se extienden a otros pa¨ªses vecinos, como Mal¨ª. Es el momento de escandalizarse y de presionar, como hizo ayer Kofi Annan, para evitar esta tragedia.
N¨ªger padece una terrible hambruna que no es producto de una guerra civil, de un conflicto armado ni de un Gobierno dictatorial, aunque el presidente, Mamadou Tanja, haya tardado en reconocer el alcance de la crisis. Es producto de unas extremas condiciones de subdesarrollo combinadas con una plaga de langosta que no pudo ser atacada con insecticidas ni aviones, porque N¨ªger no los posee, y con una sequ¨ªa continuada. Es decir, se trata de una hambruna predecible, anunciada y calculada d¨ªa a d¨ªa. El Gobierno de N¨ªger y los organismos monetarios internacionales no han ayudado con su absurda insistencia en que los nigerinos pagaran algo, aunque fuera una cantidad simb¨®lica, por la ayuda alimentaria. Dadas las condiciones de extrema pobreza, muchos se han visto obligados a vender sus fam¨¦licas cabezas de ganado por cantidades mis¨¦rrimas que les permitieran comprar algo de grano y sobrevivir algunos d¨ªas m¨¢s.
Pero no se trata ahora de analizar la actuaci¨®n del presidente Tanja ni de considerar buena idea que se hayan privatizado los servicios de agua potable, las telecomunicaciones o, incluso, la Oficina Nacional de Veterinaria. Es cierto que nunca acabaremos con las hambrunas c¨ªclicas de algunos pa¨ªses africanos si no se estudian con seriedad y eficacia sus ra¨ªces y las infraestructuras que ser¨ªan necesarias para evitarlas. Pero ante la tragedia de N¨ªger, no queda tiempo. Poco importa lo que se pueda hacer dentro de uno o dos a?os si ahora somos incapaces de conseguir que sobrevivan 3,6 millones de personas y que no se mueran en unos pocos d¨ªas cerca de 300.000 ni?os en estado cr¨ªtico.
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