Las ra¨ªces sirven para crecer
Desde hace cuatro a?os en Catalu?a se habla de revisar el Estatut, el instrumento fundamental de regulaci¨®n de nuestra capacidad de autogobernarnos. Hacerlo en situaci¨®n de normalidad democr¨¢tica es una novedad que celebramos, teniendo en cuenta las vicisitudes de nuestra historia y los escasos periodos de paz y libertades colectivas de los que nuestra naci¨®n ha gozado.
Podr¨ªamos haber hecho un proceso ejemplar, de debate sereno, de trabajo riguroso y profundo y que ahora demuestre lo que desde hace siglos est¨¢ latiendo en la vida pol¨ªtica catalana y no conseguimos explicar: nuestras leg¨ªtimas esperanzas de participar decisivamente no s¨®lo en el trabajo que debe llevarnos a avanzar econ¨®mica y socialmente como naci¨®n, sino tambi¨¦n a participar, desde el reconocimiento de nuestra singularidad, en la configuraci¨®n de Espa?a como un Estado moderno que deje atr¨¢s siglos de desconfianza por el hecho de sabernos diferentes y acelerar la construcci¨®n de un Estado aut¨¦nticamente federal.
Tendremos nuevo Estatut y ser¨¢ de todos. La grandeza de las mayor¨ªas cualificadas consiste en poner de acuerdo a fuerzas pol¨ªticas diversas
En diciembre de 2003, renaci¨® la gran esperanza con la configuraci¨®n de la nueva mayor¨ªa parlamentaria catalana, la elecci¨®n del principal impulsor de este proceso como presidente de la Generalitat y, unos meses m¨¢s tarde, la composici¨®n de las Cortes Generales del Estado -mucho m¨¢s abierta a la interpretaci¨®n plural y a las posibilidades de avance descentralizador- y el acuerdo por parte de los m¨¢ximos representantes de las diferentes ideolog¨ªas presentes en la sociedad catalana de crear una ponencia que hiciera esta importante labor.
Era la primera vez que no se redactaba un texto estatutario como inicio de un proceso constituyente. El consenso necesario no se basaba en el imperativo de quien tiene que obtener un instrumento que defina las primeras normas b¨¢sicas, sino que surg¨ªa de la modulaci¨®n de las estrategias partidistas, las cuales, sin olvidar los mensajes a su potencial electorado, estaban comprometidas a buscar grandes acuerdos que mostraran a toda Espa?a una imagen de unidad para dotarnos de un nuevo texto con mayores competencias y financiaci¨®n y que nos permitiera gobernarnos con m¨¢s bienestar los pr¨®ximos a?os.
En las ¨²ltimas semanas, como si hubi¨¦ramos olvidado el procedimiento para la modificaci¨®n del Estatut y el comportamiento que esper¨¢bamos, Esquerra Republicana (ERC) y Converg¨¨ncia i Uni¨® (CiU) adoptan actitudes en las que prevalece la estrategia electoral. Aparece con fuerza la expresi¨®n blindaje por raz¨®n de derechos hist¨®ricos y se abren los circuitos de las carreras patri¨®ticas.
La historia de Catalu?a como pueblo es larga y dif¨ªcil de resumir. De entre todos los periodos, uno nos ha marcado la vida pol¨ªtica y seguramente la personalidad: el papel que Catalu?a desempe?¨® en la guerra de Sucesi¨®n (1701-1704). Previamente disfrut¨¢bamos de las llamadas "constituciones y privilegios". Antes de extinguirlas con el Decreto de Nueva Planta (1716), Felipe V no s¨®lo hab¨ªa convocado a las Cortes Catalanas, que su antecesor (Carlos II) hab¨ªa menospreciado, sino que aprob¨® el cap¨ªtulo de Cortes en el que se decidi¨® la edici¨®n de la compilaci¨®n de todas estas constitucions i altres drets de Catalunya, impresos en 1704.
Hemos tomado nota de la soledad en que nos quedamos cuando las monarqu¨ªas de los Estados europeos que se hab¨ªan aliado contra aquella Castilla -Francia, a principios del siglo XVIII- nos abandonaron despu¨¦s de utilizarnos como campo de operaciones de un viejo conflicto internacional y nos abandon¨®, incluso, el archiduque Carlos cuando fue coronado rey de Austria. La admiraci¨®n y el reconocimiento a la resistencia con la que Barcelona y Cardona aguantaron el asedio de las tropas castellano-francesas cuando toda Europa ya hab¨ªa aceptado a Felipe V como rey de Catalu?a, Arag¨®n y Castilla, se convirti¨® entonces en una resistencia hasta la muerte en defensa de las instituciones catalanas, propiciando que los protagonistas se convirtieran en nuestros h¨¦roes m¨¢s honorados; Rafael Casanova, de manera especial, porque representaba a todos los luchadores.
En tiempos de falta de libertad, todos encontr¨¢bamos en la p¨¦rdida de aquellos derechos hist¨®ricos por las armas y la extinci¨®n de nuestras instituciones (Consell de Cent y Generalitat), la fuerza necesaria para luchar una y otra vez para recuperarlos. Del relato m¨¢s o menos riguroso obtuvimos la energ¨ªa que necesit¨¢bamos para luchar contra la desesperanza. De aquel neoforalismo que Carlos II hab¨ªa tolerado para favorecer los proyectos econ¨®micos de grupos de propietarios emergentes que deseaban intervenir en Espa?a y acceder sin intermediarios a comercializar con Am¨¦rica, se inspir¨® en parte el catalanismo pol¨ªtico del siglo XIX y la reivindicaci¨®n republicana, finalmente conseguida a ra¨ªz del Estatut de 1932, de recuperar el Parlamento propio y la Generalitat.
La suma de todos estos referentes nos ha ayudado a avanzar como pueblo, y as¨ª lo refleja el pre¨¢mbulo del actual Estatut cuando afirma: "La libertad colectiva de Catalu?a encuentra en las instituciones de la Generalitat el lazo con una historia de afirmaciones y respeto de los derechos fundamentales y de las libertades p¨²blicas de la persona y de los pueblos; historia que los hombres y mujeres de Catalu?a quieren proseguir para hacer posible la construcci¨®n de una sociedad democr¨¢tica avanzada". Los referentes hist¨®ricos, los derechos perdidos y reconquistados son important¨ªsimos. Si durante los siglos XVII y XVIII la catalana era una sociedad donde s¨®lo contaban los se?ores feudales, los comerciantes incipientes, los propietarios y, de manera muy especial, el poder eclesi¨¢stico (la Junta de Bra?os), ahora, por suerte, se ha convertido en una comunidad en la que los derechos, las libertades, las leyes (actuales constituciones) no son s¨®lo para los privilegiados, sino para todo el pueblo. Con la reforma del Estatut tenemos que profundizar en estos nuevos derechos, especialmente para los m¨¢s desfavorecidos. Los derechos humanos, el acceso a la educaci¨®n y a la cultura, la dignidad y calidad de los servicios, la igualdad de g¨¦nero, los avances cient¨ªficos puestos a disposici¨®n de la calidad de vida de todos los humanos, el derecho a la salud y a la seguridad, la normalizaci¨®n plena de nuestra lengua...
Hemos de decir bien claro que somos una naci¨®n y, en un nuevo paso hacia adelante, trabajar para tener un Estatut, para buscar consensos amplios bajo normas b¨¢sicas que reconozcan derechos sociales y garanticen derechos nacionales.
Me gustar¨ªa que no se diera una carrera inadmisible de estrategia partidista basada en grandes frases de ret¨®rica patri¨®tica que, lejos de reivindicar la historia, impiden avanzar. Tendremos nuevo Estatut y ser¨¢ un Estatut de todos, como lo ha sido el actual, y no un Estatut de partes, porque la grandeza de las mayor¨ªas cualificadas consiste precisamente en poner de acuerdo a fuerzas pol¨ªticas de signos diferentes. Si no fu¨¦ramos capaces de aprobarlo, quien ganar¨ªa, como tantas otras veces ha pasado en nuestra historia, ser¨ªa la derecha m¨¢s centralista. Y creo que esto ninguno de los partidos que formamos el Gobierno tripartito ni CiU lo podemos permitir.
Montserrat Tura i Camafreita es consejera de Interior y miembro de la Comisi¨®n Ejecutiva Nacional del PSC.
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