El joven Roberts
Siempre se hab¨ªa dicho que Bush tendr¨ªa su mayor ocasi¨®n de dejar una impronta duradera de su conservadurismo con el nombramiento de dos o m¨¢s jueces del Tribunal Supremo. La posibilidad se ha convertido en realidad. La muerte del conservador presidente de esta corte, William H. Rehnquist, tras 19 a?os en el cargo, ha llevado a Bush a mover r¨¢pidamente su pe¨®n. John G. Roberts Jr., su candidato para suceder a la juez dimisionaria Sandra Day O'Connor, pasa ahora a convertirse en aspirante a la presidencia del tribunal que deja vacante Rehnquist. Roberts, con 50 a?os, se convertir¨¢ en el m¨¢s joven de los nueve integrantes del Supremo. De momento, y si el Senado confirma el nombramiento, los dif¨ªciles equilibrios ideol¨®gicos se mantienen en la instituci¨®n, pues O'Connor seguir¨¢ en su sill¨®n hasta tener un sucesor. Sobre la mesa, para este mismo oto?o, hay temas candentes como la eutanasia, el aborto y los derechos de los gays.
Bush ha sorprendido doblemente. No ha esperado siquiera a los funerales de Rehnquist y ha nombrado a una persona de su confianza y joven, en vez de arriesgarse a escoger alg¨²n juez tradicionalista de m¨¢s peso propio como Antonio Scalia o Clarence Thomas. Nadie duda de la capacidad de Roberts, pero s¨ª de su experiencia para el cargo, y ahora el Senado querr¨¢ conocer mejor sus posiciones sobre materias conflictivas como el papel de la religi¨®n en la vida p¨²blica, la discriminaci¨®n positiva en favor de minor¨ªas ¨¦tnicas o mujeres y -cuesti¨®n central estos d¨ªas tras la cat¨¢strofe del hurac¨¢n Katrina- el reparto de competencias entre Washington y los Estados federados. Muchas de estas actitudes pueden estar reflejadas en documentos que prepar¨® cuando asesoraba a Ronald Reagan en la Casa Blanca y que la actual Administraci¨®n se resiste a publicar.
Los nombramientos de las vacantes en el Tribunal Supremo son una de las potestades centrales del presidente de EE UU. Bush se guarda el nombre de qui¨¦n propondr¨¢ en lugar de O'Connor. Y a¨²n puede tener en los a?os que le quedan en la Casa Blanca la posibilidad de designar a otros miembros de la corte. Si en los sesenta el Supremo fue un baluarte del progresismo en ese pa¨ªs, desde los ochenta se ha convertido en una instituci¨®n conservadora. Bush quiere asegurar esta l¨ªnea, dada la edad de Roberts, para varios lustros.
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