Truculencia y crueldad
No hace falta leer a Bruno Bettelheim para saber que los cuentos para ni?os encierran, casi siempre, un pavoroso proyecto de acostumbramiento para el horror: basta asomarse a cualquiera de las inmortales historias paridas por los hermanos Grimm a comienzos del siglo XIX, generalmente reescritas desde fuentes del folclor popular, para confirmar que efectivamente lo fant¨¢stico se entronca con el terror en la mayor parte de esas historias aparentemente inocuas. Y es que los Grimm, como todo hijo de vecino, eran criaturas de su tiempo, del romanticismo, del sturm und drang, de la pasi¨®n por el Medioevo y sus leyendas.
Consciente de que ten¨ªa en los fecundos hermanos alemanes, en su biograf¨ªa y sobre todo en su obra, una mina de oro, el siempre excesivo, pero tambi¨¦n a menudo apasionante Terry Gilliam se vuelca, en una recreaci¨®n de gran gui?ol, hacia ese comienzo del XIX, la ocupaci¨®n napole¨®nica de Alemania y el fondo oscuro del alma popular centroeuropea. Y lo hace mezclando arteramente biograf¨ªa y recreaci¨®n, mostrando a los hermanos como dos estafadores que, en el cl¨ªmax de su ajetreada vida, no tienen m¨¢s remedio que mirar de frente lo que siempre han reconstruido como embaucadores u hombres de teatro. Es decir, ni m¨¢s ni menos que con lo fant¨¢stico, lo horroroso, lo inexplicable.
EL SECRETO DE LOS HERMANOS GRIMM
Director: Terry Gilliam. Int¨¦rpretes: Matt Damon, Heath Ledger, Jonathan Pryce, Lena Headey, Peter Stormare, Monica Bellucci. G¨¦nero: fant¨¢stico, EEUU-Chequia, 2005. Duraci¨®n: 118 minutos.
Esta estructura tiene como finalidad no s¨®lo el mostrar una plausible biograf¨ªa, sino tambi¨¦n el recrear las f¨¢bulas escritas por ambos como una suerte de continuo, una historia curiosamente enredada en otra. El tono no es, como resulta obvio si pensamos en la trayectoria anterior del realizador de Brasil, el de un fil¨®logo que reconstruye la Historia, sino el de un encantador de serpientes que mezcla exceso y truculencia para mejor explicar lo que pretende.
El resultado es un filme siempre herido de bulimia, hinchado de grandilocuencia aunque de tanto en tanto recorrido por intuiciones de puesta en escena y de reconstrucci¨®n desopilantes, casi en el l¨ªmite de la genialidad. Es una mezcla explosiva que Gilliam, no obstante, mueve con la insolencia y la impavidez que caracterizan toda su obra.
Se le puede achacar desmesura, es cierto, pero, en el fondo, tambi¨¦n las narraciones que le sirven de base lo son. No es su mejor obra, qu¨¦ duda cabe; pero demuestra con ella una coherencia envidiable a sus m¨¢s de 65 primaveras; y seguramente los ni?os que la vean quedar¨¢n marcados indeleblemente con la huella del m¨¢s v¨ªvido horror... Que no es otra cosa que lo que los Grimm, y con ellos todos los cuentistas fant¨¢sticos que en el mundo han sido, pretend¨ªan.
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