Maquillaje para Rabassa
Nadie podr¨¢ negar a Enrique Ortiz su determinaci¨®n para sacar adelante el plan de Rabassa. Claro que el negocio que se le presenta al constructor es tan excelente que cualquier esfuerzo que realice en ese sentido tiene la recompensa asegurada. Al d¨ªa de hoy, puede decirse que este hombre lo ha intentado todo para lograr su objetivo. Primero, supo ganarse la voluntad de los pol¨ªticos municipales, tanto la de quienes gobiernan la ciudad como la de quienes deber¨ªan ejercer la oposici¨®n. El esc¨¢ndalo que provoc¨® la aprobaci¨®n del plan urban¨ªstico de Rabassa en su momento fue tremendo. El n¨²mero de viviendas aprobadas supon¨ªa, de hecho, crear una ciudad dentro de la ciudad: las consecuencias que la acci¨®n tendr¨ªa para Alicante eran, cuanto menos, imprevisibles. Pero a¨²n llam¨® m¨¢s la atenci¨®n que el suceso se produjera al margen del Plan General de la ciudad.
Es probable que el caso hubiera quedado como un esc¨¢ndalo m¨¢s de los muchos que se han producido en Alicante, bajo el mandato de Luis D¨ªaz, de no haber mediado el apoyo del grupo municipal socialista al proyecto. Fue la actitud de los concejales socialistas, al votar a favor del plan, la que provoc¨® la indignaci¨®n de numerosos seguidores de ese partido. Estas personas formaron una plataforma c¨ªvica para oponerse al plan de Rabassa, a la que se sumaron decenas de ciudadanos. Precisamente, uno de los efectos impensados del conflicto ha sido animar la vida p¨²blica de la ciudad. La inhibici¨®n, el menfotisme, que suele atribuirse, con mayor o menor raz¨®n, al alicantino, ha quedado en suspenso en esta ocasi¨®n.
Para frenar la resistencia ciudadana al plan de Rabassa, Enrique Ortiz recurri¨® a una maniobra que, cuanto menos, deberemos calificar de curiosa. De un d¨ªa para otro, el constructor abri¨® una oficina para atender a quienes deseaban una de las viviendas de protecci¨®n oficial que habr¨ªan de construirse en Rabassa. Las colas que formaron quienes respondieron al reclamo fueron utilizadas por el promotor para justificar el car¨¢cter social de su negocio. Sin embargo, cuando el portavoz socialista, Blas Bernal, quiso defender la urbanizaci¨®n de Rabassa utilizando este argumento, fracas¨® de una manera completa. Bast¨® preguntarle a Bernal qu¨¦ defensa de la vivienda hab¨ªan realizado los socialistas durante sus a?os de oposici¨®n en el Ayuntamiento. Su silencio fue clamoroso.
Enrique Ortiz ha debido buscar, finalmente, la v¨ªa de la negociaci¨®n y, para ello, ha pedido hablar con el Colegio de Arquitectos. No se trataba de evitar la suspensi¨®n del plan que, como ha recordado la concejal de Urbanismo, ya est¨¢ aprobado, y aprobado con los votos socialistas. Lo que pretende el constructor con la iniciativa es atenuar el rechazo que Rabassa suscita en la ciudad. Ante lo irremediable de la situaci¨®n, el Colegio de Arquitectos ha manifestado que colaborar¨¢ para mejorar el urbanismo de Rabassa en cuanto sea posible, y mitigar sus excesos. Habr¨¢ que ver, llegado el momento, mitigada la presi¨®n social, en qu¨¦ queda la cosa. Ortiz es, ante todo, un constructor y los constructores, sentimos decirlo, no se han mostrado jam¨¢s respetuosos con Alicante. Al contrario: la ciudad que han edificado habla por s¨ª sola. Como empresarios, los constructores han ido a lo suyo, que es hacer negocio. Pero para ello han debido contar con el apoyo de unos gobernantes que antepusieron los intereses privados a los de la ciudad. ?Por qu¨¦ iban a cambiar ahora las cosas?
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