?Oto?o caliente en la Comunidad Valenciana?
Ya estamos en septiembre, el mes que nos devuelve a la realidad del a?o. Rajoy est¨¢ empezando a cumplir su palabra, proporcionarnos un oto?o caliente; as¨ª que no resbale usted en la calle que la culpa ser¨¢ de Zapatero. Lo que hemos vivido hasta ahora ser¨¢n tortas y pan pintado en comparaci¨®n con la avalancha que se avecina. Sepultando a qui¨¦n, es otra harina.
Tenemos varios frentes abiertos: el territorial, la financiaci¨®n de la sanidad y el eclesi¨¢stico son, de momento, los m¨¢s notorios. En ellos estar¨¢ emplazado el grueso de la artiller¨ªa. Otro frente se abre y puede llegar a ser el m¨¢s importante: el econ¨®mico. Crucemos los dedos para que la debacle no se abata bruscamente sobre nos, sino que de haberla, nos sacuda a la chita callando, como en los ¨²ltimos a?os, que no nos cegaron con su luz. Ya Mart¨ªnez Pujalte va diciendo, sin encomendarse a Dios ni al diablo, que si ahora estamos creciendo es gracias al impulso del Gobierno anterior. En realidad, en los dos ¨²ltimos a?os de Aznar la econom¨ªa espa?ola daba muestras de fatiga y nuestra competitividad decrec¨ªa desde 1999.
La CV. Puede que aqu¨ª se consolide la tendencia menguante. Anta?o, la econom¨ªa valenciana sorteaba mejor las crisis que en muchas partes del Estado. Cierto que su fuerza era tambi¨¦n su debilidad, aunque todav¨ªa Felipe Gonz¨¢lez -olvidando la importancia del cluster- pudo decir que el modelo valenciano era admirable, el mejor. La diversificaci¨®n del tejido industrial impedir¨ªa colapsos m¨¢s o menos repentinos, pues si un sector flaqueaba, otros se mantendr¨ªan indemnes; con lo cual, si no m¨¢s, nos mantendr¨ªamos a flote mientras cape¨¢bamos el temporal. Pero ni ten¨ªamos cluster en su sentido m¨¢s moderno ni nos aturd¨ªa el esqueleto el garrote global, con su fiera competencia y sus deslocalizaciones. Hoy sabemos, pues el varapalo nos duele, pero no nos ciega, que no hay sector inmune al virus global. La industria tradicional valenciana ya siente en sus carnes los s¨ªntomas. ?Los percibiremos m¨¢s a medida que avance el oto?o? Hombre prevenido vale por dos, pero aqu¨ª la prevenci¨®n es un vocablo m¨¢s manoseado que do?a Tolosa, y tan olvidado como ella a la hora del convite. Reconozcamos que es duro competir con quienes tienen a sus trabajadores con una dieta que a su lado era opulenta la que el d¨®mine Cabra les serv¨ªa a sus pupilos. Pero duro no significa imposible y as¨ª nos lo dicen y advierten expertos; cuya voz, por desgracia, no suele resonar donde debe.
La culpa fue de aquel maldito tango. Quiero decir que a estas alturas, cabe echarles la culpa a todos en general y a nadie en particular. De las instituciones es preferible no hablar; no hoy, que estoy de mal talante y me he de contener. Pero son muchos a?os de dichos sin hechos en esta g¨¢rrula latitud de hueros triunfalismos. Ah¨ª tienen, como ejemplo entre tantos, la euforia desatada por la afluencia tur¨ªstica, actividad ¨¦sta tan propicia al cambalache que puede sacar de tino a quien jam¨¢s lo tuvo. Presumiblemente, el n¨²mero de cuerpos que contribuyen a cargarse la costa no guarda una relaci¨®n directamente proporcional con la cifra de ingresos. ?Se est¨¢ cumpliendo la ley de los rendimientos decrecientes? A m¨¢s, menos. Qu¨¦ m¨¢s da. Esperemos con ansiedad la llegada del turista, y si llega, lancemos las campanas al vuelo y afirmemos que la CV atar¨¢ los perros (del turismo) con longaniza per in secula. Sigamos construyendo futuro. En el primer kil¨®metro de costa, el 34% del litoral Mediterr¨¢neo est¨¢ ocupado por viviendas y hoteles. Ecologistas y poetas protestan y derraman l¨¢grimas, pero de hacerles caso tendr¨ªamos playas v¨ªrgenes y eso ser¨ªa un atentado a las leyes econ¨®micas que nos rigen, amablemente ca¨®ticas como son. En toda nuestra historia, que ya es larga, no se tiene noticia de que en estos pagos -ni en los del resto de la pen¨ªnsula- se haya enderezado la actividad econ¨®mica con la vista puesta en el futuro y ten¨ªa que ser ahora cuando suenen l¨²gubres profec¨ªas pol¨ªticas por un lado y gritos de conquista europea por el otro, el de los que cortan el bacalao sin saber siquiera si lo acabar¨¢n de cortar. Estamos destinados a ser, dentro de poco, una de las regiones m¨¢s florecientes de Europa, dicen estos ¨²ltimos. Este barco se hunde, clama el resto de quienes claman.
Uno no sabe a qu¨¦ carta quedarse, aunque se barrunta lo peor. Un turismo hipot¨¦tico, ladrillo y m¨¢s ladrillo, consumo interno: ?no es esto un pez que se muerde la cola? Aburridos expertos acad¨¦micos no se cansan de decirnos que el fallo mayor de la econom¨ªa valenciana es la formaci¨®n. Ellos nos descubren que los inmigrantes que vienen del Este nos dan ciento y raya. Exportamos personal sanitario, f¨ªsicos, biotecn¨®logos, generalmente, mal de su agrado, con lo bien que se est¨¢ en casa. Fuga forzada de cerebros. Aqu¨ª, con suerte, tienen becas muy temporales y muy r¨¢canas. Eso es lo que leo casi a diario.
Por abajo, hay una cosa llamada formaci¨®n profesional que s¨®lo acoge a un n¨²mero reducido del estudiantado medio. Bien porque aqu¨ª pap¨¢s y reto?os quieren tener t¨ªtulo universitario, bien porque no haya plazas ni est¨ªmulo para todos. Puede ser un c¨ªrculo vicioso, s¨®lo recojo impresiones. El caso es que -esto lo s¨¦ de cierto- estamos invirtiendo en tecnolog¨ªa m¨¢s que muchos pa¨ªses de vanguardia, pero no la sabemos utilizar debido a las carencias formativas de nuestros trabajadores. Suena incre¨ªble.
Se da por supuesto que estamos metidos de hoz y de coz en la sociedad postindustrial, la de la nueva econom¨ªa, pero Silicon Valley a¨²n se resiente del colapso. Deteng¨¢monos a pensar un momento. ?Cu¨¢ntos oficios tradicionales, de la era industrial, no siguen vigentes? La diferencia es que hoy los operarios tienen que saber m¨¢s, tienen que ser t¨¦cnicos de grado medio. Al menos, en gran multitud de casos. Sin un denso tejido de ellos, la industria tradicional valenciana tiene el destino sellado. La productividad sigue descendiendo y ya exportamos menos que Madrid, cuya econom¨ªa no es esencialmente exportadora.
Entre tanto, en un futuro no lejano, las desaladoras poblar¨¢n las costas del planeta. Incluso donde llueva. Nosotros, que si galgos o podencos.
Manuel Lloris es doctor en Filosof¨ªa y Letras.
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