"El ¨²nico genio de la tradici¨®n americana es Walt Whitman"
Harold Bloom (Nueva York, 1930) es de palabras amables y tono tranquilo. Cuando se irrita, y esto le sucede sobre todo cuando habla del actual presidente de Estados Unidos, se recuerda a s¨ª mismo que a los 75 a?os, con una operaci¨®n de triple bypass y varias ¨²lceras sangrantes a sus espaldas, uno debe tomarse las cosas de otro modo. Su lengua materna es el y¨ªdish. No aprendi¨® ingl¨¦s hasta los cinco a?os.
PREGUNTA. Usted habla de genio y rastrea el concepto hasta la antig¨¹edad, pero parece que est¨¢ m¨¢s cerca de la idea rom¨¢ntica de que la inspiraci¨®n es superior al aprendizaje. Los genios ?nacen o se hacen?
RESPUESTA. Probablemente estoy m¨¢s cercano a la idea de que nacen. La semana pasada estaba ense?ando en clase una de las obras tempranas de Shakespeare, la Comedia de los errores, y al final de la comedia, cuando el duque de ?feso tiene delante a las dos parejas de hermanos gemelos, a Ant¨ªfolo de Siracusa y a Ant¨ªfolo de ?feso, y tambi¨¦n a los dos Dromios, dice: "Uno de estos hombres es el Genio del otro. Ahora bien, ?cu¨¢l es la carne y cu¨¢l el esp¨ªritu? ?Qui¨¦n los discernir¨¢?". Sospecho que es as¨ª. No es f¨¢cil distinguir el genio.
"Hay que decirlo: George W. Bush es un fascista"
P.Sin embargo, afirma que la c¨¢bala es el genio de tradici¨®n jud¨ªa. ?Cu¨¢l ser¨ªa el genio de la tradici¨®n americana?
R. A ese genio le dar¨ªa un solo nombre: Walt Whitman. Tanto en su persona como en su m¨¢scara, es decir, su otra persona. En el Nuevo Mundo ha habido literatura occidental desde hace ya cuatro siglos, y si ech¨¢semos una ojeada a todo lo que se ha escrito en franc¨¦s, en el Canad¨¢ franc¨®fono, en portugu¨¦s en Brasil, en espa?ol, tanto en el Caribe como en M¨¦xico, y en toda Latinoam¨¦rica, as¨ª como en otras lenguas, incluido el y¨ªdish, y por supuesto en ingl¨¦s, superando incluso a William Faulkner, a Herman Melville y a Henry James, no se me ocurre un escritor en ninguna de esas lenguas que alcance la originalidad de Walt Whitman.
P.
Genios
tiene algo de enciclop¨¦dico, de proyecto ilustrado pero con cierta nostalgia, como si algo estuviese a punto de perderse para siempre.
R. S¨ª, as¨ª es. Me parece que cuando se pierde el concepto de genio, que todav¨ªa es un concepto vivo en Goethe, cuando se pasa de ah¨ª al primer romanticismo y del primer romanticismo a la literatura del siglo XIX, y de ah¨ª al XX, aunque el siglo XX de repente me resulta tan antiguo como el XIX, cuando se llega a una p¨¦rdida de este concepto, en el camino se ha acumulado un poso de tristeza. Si a Goethe le hubieran preguntado por el genio m¨¢s excelente habr¨ªa dicho que Shakespeare, y yo mismo dir¨ªa que nadie llegar¨¢ a la altura de Shakespeare, Cervantes y Dante. Y hablo de ese poso sin tener en cuenta las tonter¨ªas que reinan hoy en el mundo acad¨¦mico anglosaj¨®n, en donde el estudio de la literatura ha muerto. Hoy se trata de hacer cr¨ªtica cultural y de lo que yo llamo resentimiento, que consiste en fijarse en la orientaci¨®n sexual, el g¨¦nero, o la pigmentaci¨®n de la piel de un escritor, sin fijarse para nada en su genio, entre otras cosas porque la idea les parece despreciable.
P. ?Por qu¨¦?
R. Lo cierto es que no tiene ning¨²n sentido despreciarla. Ahora he comenzado a escribir el que espero sea mi gran libro, al que pienso dedicar tres o cuatro a?os, aunque a mi edad uno ya no sabe cu¨¢ntos a?os le quedan, y pienso que si muriese ma?ana agonizar¨ªa sintiendo no haber dejado un libro verdaderamente indeleble. Mi ¨²ltimo libro se llamar¨¢ The Evening Land (la tierra crepuscular), y mostrar¨¢ c¨®mo los escritores estadounidenses han definido Estados Unidos que, no cabe duda, es una tierra crepuscular. Al pensar en este libro estaba recordando lo absurdo que me parecen el viejo y el nuevo historicismo, que se creen que pueden explicar a Shakespeare o a Dante o a Cervantes o a Whitman trat¨¢ndolos como si fueran productos en serie de la historia social, cultural o pol¨ªtica...
P. ?C¨®mo los explicar¨ªa usted?
R. A mi parecer es al rev¨¦s: basta con tomar a los genios m¨¢s sobresalientes de cada lengua y ellos se ocupar¨¢n de iluminar, definir y explicar sus respectivas historias pol¨ªticas, sociales y culturales a quienes quieran aprender. Al final me parece una cuesti¨®n agon¨ªstica, de lucha, lo que me recuerda que tal vez la ¨²nica aportaci¨®n que yo he hecho en mi vida haya sido la de tratar de reestablecer el sentido antiguo, ateniense, del ag¨®n, y hasta en eso me limito a seguir a Nietzsche. Yo, ay, no aport¨¦ nada original.
P. Hablando de Nietzsche, usted siempre se ha situado entre el estudio de la literatura y el de la religi¨®n, la b¨²squeda de sabidur¨ªa y la b¨²squeda de representaci¨®n...
R. S¨ª, y perdone que le interrumpa, pero es que por eso mismo escrib¨ª mi pen¨²ltimo libro, ?D¨®nde se encuentra la sabidur¨ªa?, mientras que The Evening Land tratar¨¢ de la malaise estadounidense. En ¨¦ste voy a intentar comprender por medio de nuestros escritores m¨¢s importantes c¨®mo es posible que hayamos llegado a traicionarnos, aunque haya sido sin querer, hasta el punto de tener por presidente a quien en p¨²blico y en privado llamo nuestro Benito Bush, o Francisco Franco Bush si lo prefiere. Tal vez por eso tengo la impresi¨®n de que el libro que voy a escribir versar¨¢ sobre Jesucristo y Jehov¨¢. En cuanto a mi inter¨¦s por la literatura y la religi¨®n, en Poes¨ªa y creencia defend¨ª que toda distinci¨®n entre literatura sacra y secular no es m¨¢s que una acci¨®n pol¨ªtica. Cierta literatura es mejor o peor que otra, puede tener mayor o menor valor est¨¦tico, y transmite m¨¢s o menos sabidur¨ªa, pero cualquier distinci¨®n entre literatura sagrada y secular me parece un fiasco pol¨ªtico. Es decir que, como sostuvo Unamuno, las sagradas escrituras espa?olas son el Quijote, y yo dir¨ªa que las aut¨¦nticas sagradas escrituras en lengua inglesa, tan verdaderas como la versi¨®n King James de la Biblia, son las obras completas de Shakespeare, del mismo modo que las escrituras estadounidenses son Walt Whitman y que las alemanas no son Lutero, sino Goethe.
P. Tambi¨¦n sostuvo que la religi¨®n estadounidense es una suerte de gnosticismo.
R. S¨ª. De todos los libros que he escrito La religi¨®n americana es el que mayor n¨²mero de malentendidos provoc¨®. Estuvo descatalogado durante mucho tiempo y se va a reeditar en breve con un ep¨ªlogo nuevo. Aquel libro se convirti¨® en un objeto de culto underground. A m¨ª me parece que explica c¨®mo hemos llegado al fascismo que en estos momentos se extiende por Estados Unidos. Hay que decirlo: George W. Bush es un fascista. En este pa¨ªs ahora tenemos un tercio de plutocracia, un tercio de oligarqu¨ªa y un tercio de teocracia. Por ello nunca tendremos, entre otras cosas, matrimonio gay. Ni en California, en donde el horrible gobernador Schwarzenegger lo va a vetar.
P. ?Usted dir¨ªa que ese gnosticismo del que habl¨® entonces subyace a las diferentes expresiones religiosas en Estados Unidos?
R. Para m¨ª todo comenz¨® en 1801, con el Cane Ridge Revival, el pentecost¨¦s norteamericano. Lo curioso es que un 83% de los estadounidenses dice que cree en Dios, mientras que un 89% -y encuentro este dato m¨¢s sorprendente y aterrador- sostiene que Dios los ama a t¨ªtulo personal. Al pensar en esto siempre me acuerdo de la necesidad de amar a Dios sin esperar nada a cambio que menciona Baruch Spinoza en su ?tica. Pero s¨ª me parece cierto que ¨¦sta es una suerte de religi¨®n americana aborigen que se cree cristiana y da en llamarse a s¨ª misma iglesia evang¨¦lica, iglesia de Morm¨®n, pentecostelista o baptista, pero que de cristiana no tiene nada. Y por supuesto que existe un Jesucristo estadounidense y un Esp¨ªritu Santo estadounidense, lo que pasa es que hoy d¨ªa el Jes¨²s americano es miembro del Partido Republicano y deber¨ªa llamarse consejero delegado Jesucristo, porque rechaza de plano cualquier tipo de presi¨®n fiscal y ha ampliado el ojo de la aguja hasta el punto de que por ah¨ª entran al reino de los cielos tanto camellos como ricos. ?ste es un pa¨ªs enfermo, muy enfermo.
P. ?Qu¨¦ papel tienen los presidentes en el espect¨¢culo ritual de esta religi¨®n?
R. Bueno, el actual presidente es sin duda el Papa de la religi¨®n americana. Ha declarado al pa¨ªs en muchas ocasiones que su fil¨®sofo favorito es Jesucristo, y por si no conoce su biograf¨ªa fue un famoso playboy, bebedor y consumidor de drogas, hasta que cumpli¨® los 40, que es cuando su padre le convoc¨® un fin de semana a la inmensa finca familiar de Maine, en donde el reverendo Billy Graham convirti¨® al segundo George Bush a la religi¨®n americana, puesto que ahora es un cristiano evang¨¦lico renacido. Desde entonces no ha vuelto a tomar un trago, se mantiene pr¨®ximo a su esposa, Laura, dej¨® las drogas y ahora es el Duce fascista, o el caudillo, de Estados Unidos.
P. Los editores le recomendaron que no incluyese a Jesucristo en Genios.
R. Escrib¨ª una secci¨®n dedicada a Jesucristo y me persuadieron para que no la metiese. Pero me guard¨¦ el texto y, entre nosotros, sin cambiar ni una sola coma lo llam¨¦ "San Pablo". Pero ah¨ª no hablo de san Pablo; hablo de Jes¨²s. De hecho, fue el embri¨®n del que naci¨® ?D¨®nde se encuentra la sabidur¨ªa?
P. En Genios
sugiere que nos hagamos la pregunta "?qu¨¦ habr¨ªa pensado de m¨ª?".
R. Eso lo tomo del gran cr¨ªtico Saint-Beuve, que nos recomienda al leer a un gran escritor, pongamos por caso Moli¨¨re, Racine o Montaigne, que aprendamos a preguntarnos qu¨¦ habr¨ªan pensado de nosotros.
P. ?Qu¨¦ habr¨ªa pensado de usted Samuel Johnson?
R. Habr¨ªa desaprobado mis ideas pol¨ªticas, puesto que Johnson era mon¨¢rquico y conservador. Habr¨ªa lamentado mi falta de fe religiosa, dado que soy un jud¨ªo no creyente y sin duda alguna un hereje, ya que me considero una especie de gn¨®stico y creo sinceramente que Sat¨¢n es el Dios de este mundo. Como dijo William Blake: "Aunque te adoren bajo los divinos nombres de Jesucristo y Jehov¨¢, no dejas de ser m¨¢s que el hijo de la ma?ana cuando llega la noche fatigada, el sue?o del viajero perdido en la colina". Creo que en lo que se refiere a la religi¨®n y a la pol¨ªtica yo habr¨ªa sido inaceptable para Johnson, pero me parece que por lo dem¨¢s nos habr¨ªamos llevado bien. Los dos amamos a Falstaff, a Shakespeare, a Cervantes; los dos somos clasicistas y los dos amamos la literatura por encima de todo. Pero ni por un momento me atrever¨ªa a compararme con Samuel Johnson, que a mi juicio es el cr¨ªtico literario m¨¢s eminente de la tradici¨®n occidental, por encima de cualquier otro que se nos ocurra, Federico Schlegel, Ortega, Unamuno, por decir alg¨²n nombre.
P. Se define como un clasicista y tanto en ?D¨®nde se encuentra la sabidur¨ªa?
como en
Genios
habla de Plat¨®n...
R. Y si me preguntasen qu¨¦ secci¨®n del primer libro es la m¨¢s valiosa y la que m¨¢s posibilidades tiene de perdurar, dir¨ªa que es la dedicada a la lucha entre Homero y Plat¨®n. Plat¨®n se deja la piel en la batalla, pero no tiene ninguna posibilidad de ganar a Homero.
P. Plat¨®n era muy ambivalente con respecto a su tradici¨®n literaria. ?Cu¨¢l es su ambivalencia con respecto a su tradici¨®n?
R. Supongo que siento una ambivalencia extrema, por ponerlo suavemente, hacia T. S. Eliot. Para mi generaci¨®n -en el contexto de la lengua inglesa- T. S. Eliot fue el cr¨ªtico literario m¨¢s importante del siglo XX. Sin embargo creo que por mi parte hay algo que va m¨¢s all¨¢ de la ambivalencia. Pienso que Eliot, y no me gusta admitirlo, fue un poeta incre¨ªblemente refinado en su mejor momento, sobre todo en La tierra bald¨ªa, pero en su faceta de cr¨ªtico literario lo rechazo en su totalidad. No creo tener ambivalencias con respecto a la cr¨ªtica literaria como tal, me refiero a la tradici¨®n literaria porque, entre otras razones, no hay nada que valore tanto como la experiencia est¨¦tica, al igual que hicieron Walter Pater o el divino Oscar [Wilde]. Lo m¨¢s importante para m¨ª es la gran literatura.
P. Me refer¨ªa a las dudas de Plat¨®n respecto a la literatura, y a su relaci¨®n con la cr¨ªtica.
R. Su aliento es comparable al de Homero, Esquilo, Eur¨ªpides o Arist¨®fanes. Plat¨®n fue el primer prosista de la antig¨¹edad junto con los escritores de la Tor¨¢, pero ya lo se?al¨® Longino: la lucha de Plat¨®n contra Homero es la de alguien que emprende una batalla contra un contrincante demasiado poderoso. En cuanto a m¨ª, si tuviese que resumir mi obra hasta la fecha, dir¨ªa que es de lo m¨¢s tradicional y que no es lo suficientemente original, aunque en el mundo de habla inglesa me tengan por un exc¨¦ntrico. Lo cierto es que no puedo tener ambivalencias con respecto a la tradici¨®n literaria porque no soy m¨¢s que un ep¨ªgono de ella, un mero descendiente. Tal vez ocupe un lugar extra?o en la cr¨ªtica y puede que sea un personaje peculiar en otros sentidos, pero lo cierto es que no hay originalidad en mi obra.
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