Comedia feroz
Martin Amis parece seguir dispuesto a ser el enfant terrible de la novela inglesa actual. En esta ocasi¨®n no ha dudado en tirarse a la piscina de cabeza, una vez m¨¢s. Estamos ante una narraci¨®n que cabr¨ªa calificar de ficci¨®n pura y dura. La novela est¨¢ dispuesta en tramos paralelos que cuentan unas historias a cual m¨¢s disparatada. Un tal Xan Meo, actor, m¨²sico y escritor recibe sin venir a cuento una paliza que lo deja tarumba a partir de la cual se convierte en un tipo primariamente impulsivo; es entonces cuando descubrimos que su padre fue un renombrado delincuente de comportamiento realmente salvaje. Un tal Henry England resulta ser el rey de Inglaterra cuya hija, la adolescente princesa Victoria, es fotografiada desnuda en el ba?o y un ser misterioso le chantajea amenazando con hacer p¨²blicas las fotos, que se hacen p¨²blicas de todos modos para alegr¨ªa de los medios de comunicaci¨®n. Un tal Clint Smoke, redactor privilegiado del Morning Lark (la gozada matutina) es un miserable y c¨ªnico periodista de lo m¨¢s amarillo, lleno de complejos sexuales. Un tal Joseph Andrews es un delincuente y un asesino no ya sin escr¨²pulos sino que desde?a incluso el significado de la palabra escr¨²pulo. El cad¨¢ver de un magnate llamado Royce Traynor viaja en un ata¨²d a bordo de un avi¨®n de tr¨¢gico destino acompa?ado por su viuda. Y con ellos, las dos esposas de Meo, un futbolista borracho y pendenciero, un consejero real secretamente enamorado de la virginal princesa y, en fin, un mont¨®n de gente de esa cala?a. Al final resulta que todos estaban m¨¢s o menos relacionados y el tiovivo gira en torno a dos asuntos fundamentales: el poder y el sexo.
PERRO CALLEJERO
Martin Amis
Traducci¨®n de Jes¨²s Calzada
Anagrama. Barcelona, 2005
432 p¨¢ginas. 19,50 euros
Al decir que se trata de fic-
ci¨®n pura y dura quiero decir que es una narraci¨®n que se aleja de toda convenci¨®n realista para contar una especie de fantas¨ªa cuyas referencias, sin embargo, pertenecen a la realidad: se habla de la monarqu¨ªa, de la pornograf¨ªa, de la soledad, del sexo, del feminismo, de la criminalidad, de la guerra entre hombres y mujeres...
De la realidad, sin embargo, queda s¨®lo una especie de aroma reconocible que envuelve el relato. En verdad es una comedia feroz que participa tanto del potente car¨¢cter sat¨ªrico de un Evelyn Waugh como de esa estupenda capacidad de mostrar la sordidez que subyace en la civilizada vida cotidiana inglesa de una Barbara Pym. Pero a diferencia de ellos, ¨¦sta es una comedia feroz que renuncia a todo subterfugio para contar un mundo dislocado con un estilo dislocante cuya fluidez debe mucho a la excelente traducci¨®n de Jes¨²s Calzada. En cuanto al estilo, se aparta de lo convencional para sobresaltar constantemente al lector. Frases como ¨¦sta, referida a Xan Meo en el hospital: "Una visita al v¨¢ter sin ayuda pod¨ªa valerle una salva de aplausos por parte del personal y de todos los pacientes capaces de aplaudir"; o ¨¦sta: "Sin ninguna adherencia a la carretera y muchas futuras curvas que negociar para llegar a la realidad siguiente"; o: "Como alguien que se estuviera trasladando de una vida a otra, Russia (segunda esposa de Xan Meo) caminaba a lo largo de un tubo de vidrio a treinta metros por debajo de la calzada que separaba las dos secciones del hospital. Estaba dejando la teor¨ªa para entrar en la pr¨¢ctica".
El problema de la ficci¨®n pura y dura, martillo de convenciones, es el peligro de desbarrar. Una vez que se coge velocidad, no hay quien la domine. El defecto que, a mi modo de ver, arrastran las novelas de Amis -no as¨ª sus escritos del g¨¦nero "memorias"- es que dispone de un talento histri¨®nico de tal calibre que se come su obra. Su inagotable capacidad de jugar con el lenguaje, su desmedida comicidad, su inventiva... necesitan un freno. La expresi¨®n no es s¨®lo producto de la exuberancia; tambi¨¦n es contenci¨®n y selecci¨®n. Nadie le exige a Amis la mot juste flaubertiana -nada m¨¢s lejos de su estilo-, pero s¨ª discriminaci¨®n y precisi¨®n. La desenvoltura narrativa de Amis acaba agotando. La aparente torrentera imaginativa es, a menudo, puro derroche que tiene mucho de exhibicionismo. El lector, por mucho que se divierta, no deja de sospechar que quiz¨¢ no haya nada m¨¢s debajo de tan notable pirotecnia. O, m¨¢s exactamente: si no ser¨¢ que Amis elude ir al fondo del asunto, un fondo que, tambi¨¦n lo sospechamos, no desconoce, pero que prefiere apartar. Como se pregunta Clint Smoke en un momento dado: "?Qu¨¦ sol¨ªa ser divertido? ?Qu¨¦ es divertido ahora? ?Qu¨¦ hay divertido todav¨ªa?". A pesar de su m¨¢s que divertida historia, la sensaci¨®n que queda es que Amis no quiere contestar a esas preguntas, quiz¨¢ porque bajo ellas es donde late el tremendo dramatismo que esta historia esconde. Y deliberadamente no digo encierra sino esconde.
Pero no ser¨ªa conveniente exigirle a una novela lo que no es. Los seguidores de Martin Amis encontrar¨¢n lo que esperan encontrar: humor, inteligencia, desfachatez, ning¨²n complejo a la hora de contar y una visi¨®n demoledora y estresante de este loco mundo, con especial referencia al (ex) imperio brit¨¢nico. No es mal bagaje.
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