Zurdo
BASTARDO Y, con casi completa certeza, zurdo y homosexual, no podemos considerar hoy d¨ªa ninguna de las caracter¨ªsticas antedichas como rarezas, o tan s¨®lo, desde un punto de vista comparativo. En la ¨¦poca en la que vivi¨® Leonardo da Vinci (1452-1519) tampoco parece que lo fueran, pero eran, cuanto menos, vergonzantes. En todo caso, se sumaron a una personalidad verdaderamente original y proteica, muy pronto consciente de su excepcional val¨ªa y, por tanto, de car¨¢cter suspicaz y progresivamente misantr¨®pico. De una curiosidad intelectual sin l¨ªmites, de esp¨ªritu esforzado y valiente, su aguda sensibilidad le hizo muy inquieto e inestable, marcando su destino y trayectoria como una constante fuga hacia delante, como huyendo del gravoso peso de su existencia, cuya cola se arrastraba como difuminando las huellas que ¨¦l mismo iba dejando. Ya ante sus contempor¨¢neos, se cre¨® una merecida fama de ser misterioso e inaprensible, adorado por unos como un genio ins¨®lito y considerado por otros como casi un embaucador, que ech¨® a perder su talento. Por todo ello, con el paso del tiempo, se fue haciendo una aureola de singularidad legendaria, que ha alcanzado su apoteosis en nuestra ¨¦poca, que parece empe?ada en explotar su fama deformando e, incluso, caricaturizando su verdadero m¨¦rito. De esta manera, este hombre ¨²nico, parad¨®jicamente se ha convertido en el campe¨®n de los renteros de la banalidad, ya sea a trav¨¦s de la divulgaci¨®n seudocient¨ªfica, de la psicolog¨ªa de andar por casa y, ?ay!, de la novela barata, que hoza en su reluctancia cifr¨¢ndola en c¨®digos pueriles. ?Qu¨¦ triste proyecci¨®n para quien se defini¨® como "omo sanza lettere", "hombre iletrado", aludiendo con ello a que no era como los pomposos fil¨®logos y ret¨®ricos de su tiempo, sino un simple cultivador de la experiencia!
De todas formas, no todo lo que se difunde en la actualidad sobre Leonardo tiene un perfil tan reductor y pedestre. Acaba de publicarse en castellano una biograf¨ªa extraordinaria: la escrita por el brit¨¢nico Charles Nicholl, Leonardo. El vuelo de la mente (Taurus), donde se demuestra, una vez m¨¢s, que la realidad hist¨®rica contrastada tiene mucho m¨¢s inter¨¦s y es cien veces m¨¢s apasionante que la anacr¨®nica ficci¨®n de tres al cuarto, porque, al fin y al cabo, el misterio humano no es tan f¨¢cil de codificar, ni aun gen¨¦ticamente, porque, sin previa manipulaci¨®n, y por el momento, hasta el ADN hay que vivirlo.
En cualquier caso, el misterio de Leonardo est¨¢ patente en sus obras conservadas, la pl¨¢stica y la literaria, aunque no sepamos explic¨¢rnoslas por completo. Hay que gastar pacientemente nuestra mirada ante sus cuadros y dibujos. Hay que leer y releer sus escritos, como la reciente publicaci¨®n de una nueva versi¨®n de sus curiosos Escritos literarios (Tecnos-Alianza). La reconstrucci¨®n de su epopeya vital exige un denodado esfuerzo de erudici¨®n y competencia cr¨ªtica, como los que ha derrochado Charles Nicholl. Nada de atajos y trucos sin otro designio que la mixtificaci¨®n comercial, s¨®lo ¨²til para pasar el tiempo, lo ¨²nico que un mortal no puede dilapidar. Para aproximarse a Leonardo, zurdo, hay que saber manejar la mano izquierda, que es la mano de la revelaci¨®n art¨ªstica.
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