Variaciones sobre el silencio
De vez en cuando hago ex¨¢menes de conciencia y apenas me acuerdo de los a?os que han pasado: tengo la certidumbre de que empec¨¦ a vivir esta misma ma?ana y no s¨¦ nada del mundo, de que soy demasiado reciente, de que mi tiempo a¨²n est¨¢ a punto de ponerse a andar. Reparo en las cosas sorprendido, sin memorizarlas, y dudo sinceramente de que me pertenezcan. No veo el bol¨ªgrafo que escribe: anda por ah¨ª trazando sus letras y la cabeza flota, llena de nubes, entre el techo y los cristales. ?Qu¨¦ he hecho hoy? Almorc¨¦ en la peque?a casa de comidas, me qued¨¦ ah¨ª observando la pared, frente a las im¨¢genes vagas que se acercan y se alejan sin detenerse en m¨ª. ?Qu¨¦ im¨¢genes? Un hombre gordo con una bolsa de pl¨¢stico, un beb¨¦ en un cochecito aparcado en la acera, llamando a su madre que toma caf¨¦ en la barra, fumando sin o¨ªrlo, y en eso el hombre gordo y la madre se confunden, aparece una ola, dos olas, en una playa a la que nunca he ido
Esta sala me coh¨ªbe. S¨®lo se abr¨ªa en ocasiones graves: p¨¦sames, invitados importantes
(?o he ido?)
y despu¨¦s de las olas mi madre dando palmadas en el coj¨ªn del sof¨¢ a su lado
-Si¨¦ntate aqu¨ª
con sus ojos vagos de ciega. Lleva un anillo que le regal¨¦ no s¨¦ cu¨¢ndo puesto que he comenzado a vivir esta misma ma?ana. El anillo que un soldadito
(no yo)
compr¨® en Luanda al regresar de los horrores, con un par de perlas empa?adas como sus ¨®rbitas. La mano me toca el brazo
-?Te encuentras bien?
?y qu¨¦ responderle?
Yo qu¨¦ s¨¦ c¨®mo estoy. Estoy sentado oyendo a la acacia sobre el coj¨ªn que ella ha golpeado con sus manos, y tal vez por eso la voz de mi madre me llega mezclada con las hojas. Esta sala me coh¨ªbe: se llamaba sala de visitas, y s¨®lo se abr¨ªa en ocasiones graves: p¨¦sames, invitados importantes. En verano cubr¨ªan sus sillas y sus muebles con s¨¢banas y me parec¨ªa que todo el mundo se hab¨ªa muerto. Una rendija de polvo danzaba al sol, puntitos luminosos que no paraban de agitarse. Se?oras que, al marcharse, no se marchaban completamente porque el perfume, casi s¨®lido de tan denso, se manten¨ªa siglos en la casa provoc¨¢ndome n¨¢useas. Bandejas de t¨¦. Teteras de plata. Libros en lenguas extranjeras, sin santos, erguidos, dignos, importantes. Cuadros en los marcos tallados, regalos que mi padre recib¨ªa de pacientes agradecidos. Mi padre ya no est¨¢ y, no obstante, sigo sintiendo el aroma del tabaco de pipa ingl¨¦s y ¨¦l, con zapatos de ante, haciendo gestos con sus dedos finos. Ya no est¨¢. Est¨¢ mi madre con los ojos anta?o verdes, redondos. Hoy en d¨ªa escudri?an sombras los pobres. ?Te encuentras bien? ?Cu¨¢l es la respuesta sincera a esa pregunta? Levanto el brazo en un floreo que, pese a no explicar nada, contenta a las personas como si lo explicase todo. ?De qu¨¦ vamos a hablar, madre? ?De la acacia? ?De las olas? ?Del sitio donde mi padre sol¨ªa acomodarse y que ha quedado vac¨ªo? La impresi¨®n de que va a volver, de que de un momento a otro va a volver. ?Volver¨¢? Un cochecito de beb¨¦ en la acera, esperando, y una mujer que fuma sumida en una ausencia casi furiosa, obstinada. Ganas de prestarle mis olas, las hojas de la acacia que murmuran, murmuran. En julio el polen ca¨ªa despacito sobre el mundo, una gata pre?ada baj¨® de la higuera. Apenas me acuerdo de los a?os que han pasado: me alzaban del suelo, me pellizcaban
-Tan rubio
me devolv¨ªan a los flecos de la alfombra y la l¨¢mpara volv¨ªa a situarse lej¨ªsimos, erizada de brillos congelados: l¨¢grimas sin llorar en busca de una mejilla por donde escurrirse en l¨ªneas paralelas. ?C¨®mo ser¨¢n los adultos del ombligo para arriba? Torres, reflejos de gafas, ¨®rdenes para tomarse toda la sopa. Con las ¨²ltimas cucharadas se distingu¨ªa a la rana, estampada en el fondo del plato, saltando a la p¨ªdola. Pero ¨¦stos son recuerdos de otro, porque he comenzado a vivir esta misma ma?ana. Alguien da palmadas en el coj¨ªn a mi lado
-Si¨¦ntate aqu¨ª
alguien pregunta
-?Te encuentras bien?
sin decir mi nombre. ?C¨®mo me llamo? El anillo con perlas se coloca la rebeca sobre los hombros. Madre: ?se acuerda de cuando se equivoc¨® y se ech¨® en el pelo el aerosol para matar mosquitos en vez de ponerse laca? La l¨¢mpara de las l¨¢grimas sin llorar ha desaparecido. En alg¨²n punto de este sitio una risa. Intento atraerla hacia m¨ª, hacerla m¨ªa, como se estira una manta en invierno. Hasta el ment¨®n. No: hasta el ment¨®n no: por encima de la cabeza y yo all¨ª debajo, con el pijama galopando como el Zorro, con una espada a la cintura y pistolas. Disculpe, madre, ahora no tengo tiempo para el sof¨¢: en la pr¨®xima vi?eta del c¨®mic estar¨¦ llegando a la aldea de los bandoleros. Prometo que en cuanto ponga el mundo a raya volver¨¦ aqu¨ª.
Traducci¨®n de Mario Merlino.
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