Y la m¨²sica vino
El vino lleva a la m¨²sica, por supuesto. Desde Dioniso, su primer dios. ?ste era su papel, seg¨²n el can¨®nico Eur¨ªpides: "?l, que se ocupa de esto: de guiar a su cortejo en las danzas, de re¨ªr al son de la flauta y de aquietar las penas en cuanto aparece el fruto brillante del racimo en el banquete de los dioses y cuando en los festejos de los hombres coronados de yedra la vasija de vino despliega sobre ellos el sue?o" (citado por Gin¨¦s L¨®pez Puerta, Esp¨¦culo, 2004). Un poco m¨¢s cultural es que la m¨²sica lleve al vino. Este verano fui invitado a un concierto. No cabe duda de que fue por el vino.
Lo cierto es que cuando empezaron a sonar las notas del Allegro maestoso de un cuarteto de Canales en la copa hab¨ªa otro. Concreta y textualmente un Markus Molitor Riesling Halbtrocken Op. 2000 (Mosel-Saar-Ruwer). La novedad (siempre cultural) es que el beneficiado era el vino. Con la Papirusa, Arriaga. Con un chardonnay de Vilarnau, Mozart. Con un cava rosado y noir, una sardana de Ruera. Con el cabernet del Terrer de Vilaseca, las vistas al mar de Toldr¨¤. Con el Astrales de la Ribera, Dvorak. Con el reserva 2000 de Rem¨ªrez de Genuza, un adagio de Guridi. Creo que bebiendo estos dos, fresco y sinest¨¦sico, comprend¨ª que el vino y la m¨²sica brotan. O esto otro de la m¨²sica en las copas. Y el rayo verde: Rohmer no sab¨ªa que surge de la refracci¨®n sobre estos dos cristales. Para acabar sirvieron un Ramandolo (Friuli) muy raro y muy goloso mientras sonaban los Naranjos y olivos de Turina. Nos levantamos, y uno dijo: "Parece mentira".
La m¨²sica cl¨¢sica posee un aura de sofisticaci¨®n de la que no goza ninguna otra. Y cuando suena hace que la gente se sienta muy especial
La m¨²sica la toc¨® el Quartet de Barcelona y el vino Miguel ?ngel Prieto. El Quartet lo forman Marc Armengol, Sergi Boadella, Ulrike Janssen y Edurne Vila. En cuanto a Miguel ?ngel Prieto es sumiller y tiene una tienda de vinos en Palma de Mallorca. A los m¨²sicos les gusta el vino y les parece una delicia tocarlo. Aunque tambi¨¦n es probable que haya influido en la decisi¨®n de darse a la bebida la situaci¨®n de la m¨²sica cl¨¢sica en Catalu?a. Los conciertos disminuyen. El p¨²blico desaparece o vegeta. Los subvencionadores p¨²blicos suman y restan, sensibles. Alg¨²n miembro del Quartet opina que tal vez sea el momento de volver a una experiencia de la m¨²sica menos envarada. Un toque renacentista. Unas ceremonias donde la m¨²sica sea la luz (y no el foco), y as¨ª ba?e el mundo. Copio que las primeras salas de concierto aparecen hacia 1830, en Leipzig. Y que hasta esa fecha siempre se bebi¨® mientras sonaba la m¨²sica. Hay mucha pintura donde m¨²sica y vino se hacen dulce compa?¨ªa.
Sin embargo, la experiencia no s¨®lo tiene remotos antecedentes m¨ªticos. El vino y la m¨²sica metaforizan con perfecta facilidad en nuestro tiempo. Hace poco, en una entrevista publicada en El Cultural, el director belga Philippe Herreweghe declar¨® seguro de s¨ª: "Bruckner ser¨ªa un buen vino espa?ol y Beethoven, un excelente burdeos". Pero como siempre, por m¨¢s sinestesia que se les eche, las met¨¢foras empalidecen ante los prodigios de la investigaci¨®n cient¨ªfica. Adrian North, un conocido psic¨®logo de la Universidad de Leicester, experto en las investigaciones sobre los efectos de la m¨²sica, public¨® hace dos a?os en la revista Environment and Behavior un chocante estudio sobre los efectos de la m¨²sica cl¨¢sica sobre el consumo. A lo largo de varias sesiones los clientes de un restaurante brit¨¢nico fueron sometidos secretamente al experimento de amenizar sus cenas con fondos de m¨²sica o de silencio. Respecto a las m¨²sicas se utilizaron dos: cl¨¢sica y pop. Las conclusiones fueron realmente curiosas. Cuando sonaba m¨²sica cl¨¢sica el gasto medio era de 24 libras, 22 cuando sonaba m¨²sica pop y 20 cuando sonaba el silencio. Pero lo m¨¢s llamativo era que el tipo de gasto no afectaba al plato principal, sino al vino y a los postres. North declaraba: "La m¨²sica cl¨¢sica posee un aura de sofisticaci¨®n de la que no goza ning¨²n otro tipo de m¨²sica. Y cuando suena hace que la gente se sienta muy especial".
A mi modo de ver la ¨²ltima afirmacion de North es mucho m¨¢s importante de lo que parece. Y contrasta vivamente con la moda. La opini¨®n hoy mayoritaria es que las personas deben hacer esfuerzos, puramente sobrehumanos, para mostrarse tal como son. De una manera corriente. No se tiene en cuenta la innumerable cantidad de ocasiones en que esta hip¨®tesis del ser es francamente molesta y hasta detestable. Para poner dos simples ejemplos de carrocer¨ªa basta ver c¨®mo las mujeres han abandonado el tac¨®n de aguja y los hombres la corbata. Dos magn¨ªficas ortopedias que enderezan la pose y pervierten un poco la fofa naturalidad de los movimientos. En la insoportable apolog¨ªa de lo single (tan visible en los suplementos femeninos) hay igualmente la desenvoltura ¨¦tica del ch¨¢ndal: al fin y al cabo la mirada del otro siempre educa e incluso, a veces, tambi¨¦n endereza. Es indiscutible que la soledad favorece la mala educaci¨®n y el espesor amontonado del desarreglo. Lo que estos m¨²sicos proponen, y North sanciona emp¨ªrico, es la posibilidad de ser otro (alguien) una noche. Una delicada alucinaci¨®n burguesa.
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