La vuelta al cole en GPS
Los libros de texto tienen letras que los ojos iletrados de los ni?os no son capaces de pronunciar. Los libros de texto encierran saberes cuyo latido no llega al coraz¨®n de quienes tienen que memorizarlos. Y, sin embargo, cada a?o por estas fechas, ah¨ª est¨¢n, convertidos en pieza informativa de m¨¢xima actualidad. Privilegio del que no goza ninguna otra "herramienta pedag¨®gica". Los libros de texto, al fin, han logrado trascender el objetivo instructivo para el que fueron creados. Ahora se sirven de estudiantes y profesores para ser porteados como objeto fetiche de un tinglado paraescolar.
Partamos de un caso particular. Mi vecino cumplir¨¢ pronto seis a?os y no pesa m¨¢s de 20 kilos. Inici¨® la Primaria y el primer d¨ªa de colegio se encontr¨® en la espalda con 8,5 kilos, s¨®lo de libros de texto. Peso que se distribuye, aproximadamente, en 1.600 p¨¢ginas impresas y distribuidas en 17 vol¨²menes. El c¨®mputo no incluye las 450 p¨¢ginas de la Biblia juvenil ni las 1.200 del diccionario escolar, que deb¨ªan comprarse aunque no se utilizar¨¢n hasta el curso siguiente. Este ni?o, con una incipiente destreza lectora, tendr¨¢ que enfrentarse a una media de 9 p¨¢ginas cada d¨ªa del calendario escolar. El ni?o tiene una hermana en el mismo centro en 3? de Primaria, mas no puede aprovechar ni un solo libro. Unos porque est¨¢n garabateados y corregidos los ejercicios y otros, como el diccionario, porque este a?o es el "nuevo" diccionario escolar cuya paginaci¨®n ya no coincide con el de su hermana. Por gentileza del centro escolar una empresa, con domicilio social en Barcelona, les facilit¨® a los padres el lote de libros por 215 euros. Esta empresa les hac¨ªa un peque?o descuento directo a los padres, otra parte del rappel se le transfiere al AMPA (el curso pasado ascendi¨® a 3.653,30 euros) y un porcentaje desconocido a la direcci¨®n del centro en concepto de uso de las instalaciones. Pero los libros no van solos, se hacen acompa?ar de toda una "ferreter¨ªa escolar" muy espec¨ªfica cuya adquisici¨®n requiere respetar la marca del producto y a veces hasta la tienda. La factura supera a la de los libros de texto.
El tinglado llega a los suplementos dominicales que, por estas fechas, publicitan la "moda escolar" con estampados a juego con las ilustraciones de los libros de texto. Una distribuidora de libreros me manda una carta personal para hacerme una oferta especial de mochilas, diccionarios y libros de texto de cualquier editorial a precio de ganga. En el buz¨®n de casa recojo cada d¨ªa cat¨¢logos de grandes superficies que, prometiendo "una vuelta al cole divertida", me ofrecen el material escolar m¨¢s ins¨®lito al lado, claro, de los libros de texto con precio "bonificado". Pero lo m¨¢s incre¨ªble de todo es que el otro d¨ªa me llama a casa un chico, por la voz deduje que joven, ofreci¨¦ndome un plan de ahorro para mi hijo y un pr¨¦stamo personal para financiar la compra de los libros de texto de la ESO o Bachillerato. Si aceptaba la primera oferta mi hijo tendr¨ªa un m¨®vil con GPS para as¨ª yo saber d¨®nde estaba en cada momento y, si aceptaba el pr¨¦stamo, adem¨¢s tendr¨ªa el chaval la suscripci¨®n de un a?o a una base de datos con la soluci¨®n a los problemas que se plantean en los libros de texto. Las soluciones se recibir¨ªan en el terminal en formato SMS. Cuando la voz parlante termin¨® de exponer la oferta, le dije que ni ten¨ªa un hijo en la ESO ni me interesaban los productos de la important¨ªsima entidad financiera en nombre de la que hablaba. ?Pero esto no es todo!
El poder ejecutivo proclama la gratuidad de la ense?anza obligatoria sabiendo que el precio de los libros de texto discrimina. El poder judicial debe "repasar" alg¨²n que otro libro de texto porque su autor desliza fronteras y prejuicios hiriendo susceptibilidades. Al portavoz del Gobierno se le retuerce la lengua ante un IPC descontrolado por culpa del precio del pollo y de los libros de texto. Los peque?os libreros ponen el grito en el cielo por la competencia desleal de las grandes superficies al vender este producto con descuentos superiores al 25%. Los padres se desperezan tras el descanso estival, escarbando en una caja para controlar que el lote de libros se corresponde exactamente con la lista enviada por el tutor o tutora. El telediario nos muestra encantado al "ejemplar alcalde" de una peque?a localidad que, al fin, encontr¨® la f¨®rmula para que sus escolares tengan libros de texto casi gratuitos.
A todas luces lo de los libros de texto es una barbaridad a la que se le debe poner coto de inmediato. No es justo que la industria editorial, a costa de una clientela cautiva, financie otras l¨ªneas de negocio menos lucrativas y, de paso, mantenga a una corte de intelectuales org¨¢nicos escribiendo caducos textos escolares. El nuevo proyecto de ley de educaci¨®n, todav¨ªa en tr¨¢mite parlamentario, debe regular este aspecto tan importante de la ense?anza. Si mi vecino, con cinco a?os, el d¨ªa 10 de septiembre -segundo d¨ªa de colegio- es capaz de leer y entender las 9 p¨¢ginas que le corresponden, pido que se le d¨¦ a final de curso directamente una licenciatura y, de paso, se denuncie por mentirosos a los autores del Informe PISA. Si esto no puede ser, cuando me vuelva a llamar el de los planes de ahorro le dir¨¦ que ponga una paraeta en la entrada de los coles. Es m¨¢s productivo suscribir su plan de ahorro, con GPS y base de datos de regalo, que malgastar el dinero en libros de texto que luego nos dejan fatal en los estudios comparativos internacionales. Por lo menos en cuanto a equipamiento escolar de m¨®viles quedar¨ªamos los primeros del mundo, y esto, sin duda, ser¨ªa ya un buen indicador de nuestro progreso escolar.
?ngel San Mart¨ªn Alonso es profesor de Did¨¢ctica y Organizaci¨®n Escolar de la Universitat de Val¨¨ncia.
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