Emigrantes de la cesta punta
Gonzalo Beaskoetxea revisa en un libro la evoluci¨®n en Europa y Am¨¦rica de una modalidad deportiva en crisis
A Gonzalo Beaskoetxea (Gernika, 1954) se le amarga el semblante cuando rememora la huelga "salvaje" de la cesta punta en Estados Unidos en 1988. Fue el inicio de la crisis para una modalidad deportiva "actualmente en horas m¨¢s bajas que nunca", pero que atraves¨® los cinco continentes, gener¨® un impacto econ¨®mico para el Pa¨ªs Vasco "que todav¨ªa no ha sido reconocido" y fascin¨® a reyes, intelectuales, deportistas y clases urbanas desfavorecidas. Por ello, un esp¨ªritu reivindicativo domina su libro Historia de la cesta punta, editado por el Ayuntamiento de Gernika, un recorrido a lo largo de los casi 150 a?os de vida de este deporte en 245 p¨¢ginas.
Beaskoetxea, campe¨®n ol¨ªmpico de cesta en M¨¦xico 68, estima que unos 6.000 pelotaris han salido de Euskadi, desde que Indalecio Sarasqueta, Chiquito de Eibar, marchase en 1882 a Buenos Aires. El auge fue tal que a fines del siglo XIX un pelotari de segunda pod¨ªa cobrar 1.000 pesetas por partido. Brasil, M¨¦xico, Honduras, Cuba, Marruecos, Egipto, Italia, China, Filipinas,... Proliferaban los frontones, aut¨¦nticas joyas de la arquitectura, gracias a la permisividad en las apuestas y el componente de "violencia y riesgo", explica Beaskoetxea. Pero el empuje se extendi¨® tambi¨¦n al resto de Espa?a. Figurar en las gradas, por entonces con aforo para 10.000 personas, era indispensable para subir en el escalaf¨®n social.
Al Capone coment¨® que hab¨ªa podido sobornar a jueces, senadores y pol¨ªcias, pero no a pelotaris
Alfonso XIII acud¨ªa con frecuencia, y Eduardo VII, rey de Inglaterra, era asiduo en el front¨®n de San Juan de Luz para ver en acci¨®n a Chiquito de Camb¨®, puntista franc¨¦s que instru¨ªa tambi¨¦n a Charles Chaplin. P¨ªo Baroja lo calific¨® con una expresi¨®n que hizo a este deporte reconocible en todo el mundo -jai alai- y Hemingway practicaba en La Habana.
No obstante, las dos guerras mundiales y al af¨¢n de los gobiernos por controlar las apuestas circuscribieron el n¨²cleo de la cesta punta a Estados Unidos. En Cuba, el triunfo de la Revoluci¨®n en 1959 motiv¨® que Fidel Castro, practicante en su juventud, prohibiese el profesionalismo. As¨ª que la gran mayor¨ªa de pelotaris tom¨® rumbo a EE UU, donde Al Capone, tambi¨¦n aficionado, lleg¨® a comentar que hab¨ªa sido capaz de sobornar a jueces, senadores y pol¨ªcias, pero no a los pelotaris, a los que defin¨ªa como "santones vascos", escribe el autor.
De los 50 a los 80, la cesta vive su apogeo. "El pelotari estaba muy bien considerado", apunta Beaskoetxea. Es un per¨ªodo de notoriedad, donde Cantinflas invita a los mejores profesionales a jugar en su propio front¨®n o Paul Newman se deja caer por la cancha de Bridgeport, en Connecticut, para recibir clases. A?os donde llegaron a funcionar hasta una quincena de frontones, fundamentalmente en Florida.
Hasta que en 1988 los impuestos sobre las empresas subieron y los sueldos de los pelotaris dejaron de ser tan generosos. La IJAPA, el sindicato de puntistas, convoc¨® una huelga. Tras tres a?os de paro, el p¨²blico se hab¨ªa cansado de esperar y apostaba en las carreras de caballos o de galgos. "Creo que se pod¨ªa haber resulto con di¨¢logo. Tuvimos oportunidad de haber parado la huelga, porque hab¨ªamos pactado algunas mejoras, pero no lo hicimos. Las empresas no ten¨ªan que haber sido tan cicateras, pero nosotros tuvimos mucha culpa. Aquello fue un desastre", dice ahora Beaskoetxea.
Un futuro incierto
Las consecuencias del fiasco de la huelga no tardaron en sentirse en Euskadi. Desde 1993, la crisis es enorme, agudizada por el escaso tratamiento de la televisi¨®n p¨²blica vasca. "ETB hace subir lo que emite, pero ha adquirido demasiados compromisos con las empresas de mano. Puede parecer que estoy en contra de la pelota a mano, pero no es as¨ª, s¨®lo es envidia sana. Lo ¨²nico que pido es igualdad en el tratamiento. Adem¨¢s, las empresas est¨¢n hartas de perder dinero", se lamenta el autor de la obra.
Con todo, Gonzalo Beaskoetxea no se rinde y encuentra motivos para la esperanza en los proyectos para levantar dos frontones en las localidades francesas de Pau y Toulouse, y en la apertura, el pasado d¨ªa 17, de un nuevo recinto en el condado de Hamilton (Florida).
Su promotor, el empresario Glenn Richards, ha pugnado durante a?os con las estrictas leyes sobre el juego de Florida, hasta el punto de que el condado organiz¨® una votaci¨®n popular para aprobar la decisi¨®n. Finalmente, los ciudadanos de Hamilton concedieron el visto bueno a la idea, que cuenta con el apoyo de los grupos de presi¨®n econ¨®micos locales, deseosos de que el front¨®n atraiga inversiones a una localidad en decadencia econ¨®mica.
Adem¨¢s de la pelota, el Hamilton Down Jai Alai, como se llama la instalaci¨®n, acoger¨¢ pr¨®ximamente carreras de caballos y galgos, adem¨¢s de salas de p¨®quer y un restaurante. El front¨®n, con capacidad para 850 personas, da trabajo a cerca de un centenar de empleados, y su cuadro inicial est¨¢ compuesto por 24 pelotaris.
En su ¨¦poca de m¨¢ximo esplendor, el Miami Jai Alai inclu¨ªa a 50 profesionales, en un front¨®n con aforo para casi 25.000 personas. Incluso Beaskoetxea no descarta que Shanghai, m¨¦dula del capitalismo chino y que ya acogiera un front¨®n antes de la llegada del comunismo, tome el relevo en Asia. "En China hubo dos frontones impresionantes, el de Tienshin y el de Shanghai, donde antes de la Segunda Guerra Mundial trabajaban en su mantenimiento cerca de 1.000 personas".
El ex puntista, retirado en 1995 se esfuerza, por si acaso, en potenciar la Escuela de Pelota de Gernika, que ¨¦l mismo dirige. "El futuro lo veo con preocupaci¨®n, pero con optimismo al mismo tiempo, porque creo que esto ha tocado fondo y de aqu¨ª a medio plazo tiene que resurgir" por el bien de un "patrimonio universal", dice.
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