Remedios y Flori¨¢n
Flori¨¢n Garc¨ªa tiene 88 a?os y m¨¢s suerte que su mujer, Reme Montero, diez a?os m¨¢s joven que ¨¦l. Es lo primero que me dice Flori¨¢n cuando les visito en su modesta vivienda, en Valencia. "La suerte me acompa?¨® siempre, se ve que naces con ella y te acompa?a hasta la muerte".
Pero de la muerte no habla. La tuvo muchas veces demasiado cerca. A bastantes de sus camaradas guerrilleros (no quiere que se les llamen maquis, una palabra francesa) los mat¨® la Guardia Civil o la Polic¨ªa franquista. Y ¨¦l se salv¨® por los pelos, aunque le quedan pocos y los protege bajo un milagroso sombrero de Panam¨¢. "Gracias a este sombrero burl¨¦ en mas de una ocasi¨®n a mis perseguidores. Pasaba por delante de los polic¨ªas y me saludaban sin sospechar que un rojo pod¨ªa llevar corbata y vestir como un fascista". Por otra parte, y aunque estuvo detenido y en la c¨¢rcel, nunca lo torturaron. "Ni siquiera consiguieron que me desangrara cuando me pegaron un tiro y la bala me atraves¨® el pecho".
Ah¨ª est¨¢n, juntos, sin rencor ni amnesia, sino con muchas ganas de vivir
La historia de Reme la ha relatado ella misma en 'Recuerdos de una guerrilla antifascista'
El caso de Reme es distinto. Ella tambi¨¦n se jug¨® la vida haciendo de enlace de los guerrilleros. Salv¨® a muchos y cuando se disolvi¨® la organizaci¨®n por orden del PCE los acompa?¨® a cruzar la frontera. Hasta que un d¨ªa fue delatada y cay¨® en manos de la Polic¨ªa que la tortur¨® primero en los s¨®tanos de la Puerta del Sol, en el mismo edificio donde ahora gobierna Esperanza Aguirre, y luego en la comisar¨ªa de Valencia. Fue juzgada y condenada a nueve a?os de c¨¢rcel pero no le arrancaron nombres de sus camaradas. "Lo peor no fueron las palizas a pesar de ser brutales, sino sus consecuencias. Ya no pude tener hijos. Me patearon de tal modo que me destrozaron la matriz".
Pero ah¨ª est¨¢n, juntos, sin rencor ni amnesia, sino con muchas ganas de vivir. Y deseando, como dice Reme, "que en Espa?a no haya mas guerras y tengamos pronto la verdadera democracia, paz y libertad".
Es todo lo que Reme desea, y tambi¨¦n una pensi¨®n que no sea miserable, y un reconocimiento por parte de la sociedad de que los miles de espa?oles que como ellos se echaron al monte no lo hicieron para matar ni robar sino para resistir al franquismo. "No fuimos bandoleros, fuimos la resistencia, los ¨²ltimos en abandonar la lucha".
Por eso, con su sombrero y su sonrisa puestos, Flori¨¢n recuerda ahora la peluca y la seriedad de Santiago Carrillo, a quien encontr¨® hace un par de a?os, "cuando hab¨ªa publicado sus memorias, y me encar¨¦ a ¨¦l y le dije que era indigno que no mencionara en su libro ni a los guerrilleros ni a la guerrilla, en la que combatimos juntos los comunistas, anarquistas y socialistas. Pero Carrillo no replic¨®". Tanto ¨¦l, Flori¨¢n, como Reme siguen no obstante afiliados al PCE.
A Flori¨¢n se le conoc¨ªa como Grande en la guerrilla quiz¨¢ porque era bajito. A Reme los camaradas la llamaban Celia. La historia de Reme la ha relatado ella misma en Recuerdos de una guerrilla antifascista, un libro estremecedor de s¨®lo 93 p¨¢ginas, duro y sincero. Describe los interrogatorios que padeci¨® salpicados de vergajos por todo el cuerpo y de astillas que los torturadores le introduc¨ªan en las u?as. Pero ni eso, ni los nueve a?os de prisi¨®n que le impusieron, sirvieron de gran cosa a la hora de las esperadas compensaciones de la democracia. "Y aqu¨ª me tienes, todav¨ªa luchando por 6.000 euros que la Generalitat tiene aprobados como compensaci¨®n, pero que no me entregan aunque saben que tengo que pasar con 500 euros al mes de mi pensi¨®n de invalidez. ?Crees que esperan a que me muera para pagarme luego?"
Menos mal que a Flori¨¢n se le reconoci¨® su grado de capit¨¢n de carabineros, que lo obtuvo a los 22 a?os, y eso le da derecho a una pensi¨®n de mil euros. "Ya le digo, siempre tuve mas suerte que Reme, y ella lo pas¨® mucho peor que yo, pero en el fondo no es una cuesti¨®n de dinero, lo que pedimos los ex guerrilleros es un reconocimiento, muchos creen que fuimos bandoleros".
Ahora les indigna que el homenaje anual a los resistentes muertos, organizado por las asociaciones de ex guerrilleros, y durante el que depositaban una corona y hac¨ªan discursos delante de una bandera republicana, quieran manipularlo el alcalde de Santa Cruz de Moya y una organizaci¨®n llamada La gavilla verde. "Pretenden convertir el homenaje en una atracci¨®n tur¨ªstica, un negocio como de casa rural, y a nosotros nos consideran invitados a la fiesta. Y no es una fiesta, ni nosotros somos otra cosa que ex guerrilleros". Por lo dem¨¢s, solo quedan con vida unos treinta.
Cuando rememora sus experiencias de la guerra, y las de la guerrilla que la prolongaron una d¨¦cada, ambas entremezcladas en el desorden por la emoci¨®n, Flori¨¢n sufre. ?Qu¨¦ fue antes?, se pregunta. Debo decirle que eso no importa demasiado. Porque las vidas de Reme y de Flori¨¢n tienen ya poco que ver con el rigor de la cronolog¨ªa. Tienen que ver con una experiencia profunda y en cierto modo intemporal. Una experiencia de ideales fracasados acompa?ada de valor. Y eso es lo que cuenta.
Ahora Flori¨¢n relata su salida de Madrid, en un cami¨®n, justo la v¨ªspera de la entrada de Franco. Uno sale y el otro entra: los estoy viendo, los dos bajitos, en direcci¨®n opuesta. Flori¨¢n huye con su camarada Pepito el Gafas, al que recuerda por su coraje: "Y adem¨¢s era muy alto, y cuando vienen a pedirnos la documentaci¨®n los de Casado, o sea los casadistas, entonces Pepito saca el nueve largo y les pega un tiro, se carga a uno dici¨¦ndole, ?esta es mi documentaci¨®n!, pero el otro echa a correr y se lleva mis documentos, yo se los hab¨ªa entregado, nunca tuve tan buena punter¨ªa como Pepito El Gafas, ni tanto valor como ¨¦l, hasta que lo mataron en el monte".
El monte era guarida y fuego, peligro, noches caminando de un campamento a otro, de dormir en tierra, bajando a los pueblos con el dedo en el gatillo de la metralleta, a por v¨ªveres que mujeres como Reme sacaban a los puntos de encuentro, les alertaban, ten¨¦is que huir, a?os huyendo y tambi¨¦n enfrent¨¢ndose al enemigo que estrechaba el cerco, que infiltraba agentes para acabar con todos, poco a poco, mejor por sorpresa y por la espalda. "Pero sin tener que matar logr¨¦ sobrevivir, esa suerte tuve", dice Flori¨¢n, "porque, que yo sepa, no mat¨¦ a nadie, aunque motivos sobraban". Reme perdi¨® a cuatro de su propia familia. "A mi padre y a dos de mis ocho hermanos, uno de 16 a?os, los asesinaron los guardias. Y mi madre muri¨® por lo mismo, la mataron sin pegarle un tiro cuando la Guardia Civil la oblig¨® a presenciar c¨®mo torturaban y pegaban a mi padre. Para ella fue el final. ?No es eso otro asesinato igual de horrible?".
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