?Todos de acuerdo?
Despu¨¦s de la resaca posestatutaria y antes de lo que se nos viene encima, convendr¨ªa repensar d¨®nde hemos llegado y hacia d¨®nde nos dirigimos. Es evidente que hasta ahora la larga marcha ha valido la pena. Desde mi punto de vista tenemos un buen texto, con una visi¨®n de las conexiones interinstitucionales que renueva profundamente las relaciones entre Espa?a y Catalu?a en el contexto de la Uni¨®n Europea, y con una puesta al d¨ªa significativa de las bases y valores constitucionales de finales de los a?os setenta a la luz de la nueva realidad de la globalizaci¨®n. Por otro lado, el T¨ªtulo I, de Derechos, Deberes y Principios Rectores, tiene un calado extraordinario, con avances y concreciones sobre lo que es el ejercicio de la ciudadan¨ªa en el siglo XXI que no tienen demasiado parang¨®n. Se trata de una propuesta de ejercicio del autogobierno que creo sensata, meditada, profunda y potencialmente transformadora de la vida de las gentes de este pa¨ªs. Desde este punto de vista, el caso merecer¨ªa ser visto desde el Estado y sus instituciones m¨¢s como oportunidad que como problema. Pero nada hace suponer que esa visi¨®n prevalezca, m¨¢s bien al contrario.
Ante la tormenta que se avecina, uno de los elementos que m¨¢s se esgrime en relaci¨®n con la postura del frente catal¨¢n es la necesidad de mantener su unidad y su cohesi¨®n. Se argumenta que s¨®lo de esta manera se podr¨¢ aguantar el envite centralizador y regresar con un texto suficientemente aceptable que presentar en el refer¨¦ndum con el que el pueblo catal¨¢n deber¨¢ refrendar finalmente el proceso. Pero deber¨ªamos recordar que la casi absoluta unidad con que fue votada la propuesta de nuevo Estatut y la radiante alegr¨ªa unitaria que se vivi¨® el pasado viernes en el edificio de la Ciutadella escond¨ªan y siguen escondiendo notables y leg¨ªtimas diferencias internas sobre el articulado y acerca de su plasmaci¨®n futura en modelos de pa¨ªs y perspectivas estrat¨¦gicas. Me parece evidente que un espectador atento de la ¨²ltima fase de debate en el pleno percibi¨® esos desacuerdos y esos chirridos en puntos clave del nuevo proyecto estatutario. Y un espectador menos atento no tuvo otro remedio que denotar y probablemente extra?arse ante el par¨®n con que nos obsequiaron los parlamentarios para poner comas, puntos y retru¨¦canos en la salsa financiera y laico-educativa con que concluy¨® el asunto.
Deber¨ªamos ir con cuidado en no confundir la gran fuerza que da el presentarse en las Cortes con un proyecto apoyado casi un¨¢nimente, con diluir las diferencias entre las fuerzas pol¨ªticas catalanas para imaginar algo as¨ª como que Catalu?a y los catalanes son "una comunidad de intereses, metas y afectos", como afirmaba el PP de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar que era Espa?a hace poco tiempo. A diferencia de lo que apuntaba el Partido Popular, la integraci¨®n de Espa?a o de Catalu?a no puede construirse s¨®lo desde las semejanzas, sino tambi¨¦n a trav¨¦s de las diferencias, buscando la legitimaci¨®n en la continuada tolerabilidad de las divergencias. Una sociedad que busca su unidad en la aceptaci¨®n y el reconocimiento del conflicto, y que va por tanto m¨¢s all¨¢ del unitarismo como bandera, es una sociedad viva y moralmente activa. La fuerza de la democracia reside en la aceptaci¨®n institucionalizada del antagonismo pol¨ªtico y social, evidentemente respetando las reglas de juego que excluyen la violencia como medio de presi¨®n. Es precisamente el conflicto el que, a diferencia de lo que muchas veces se cree, acaba cohesionando y vertebrando una sociedad. No podemos ahora aceptar el "todos somos nosotros" que lanzaba el PP hace un cierto tiempo refiri¨¦ndose a Espa?a, simplemente por el hecho que ahora hablamos de Catalu?a. No habr¨ªa nada m¨¢s contradictorio con el pensamiento federal, asim¨¦trico y lleno de matices que transmite el nuevo proyecto, que tratar de pasteurizar o jibarizar las contradicciones internas que existen en el bloque de los 120 diputados. Y esa es precisamente la fuerza del acuerdo alcanzado, que surge de la diversidad, del conflicto, de las diversas visiones de Catalu?a que transporta y permite.
El reto es trabajar desde la unidad de planteamientos que expresa el acuerdo alcanzado para conseguir una mejor plataforma de mejora de las condiciones de vida de las gentes de Catalu?a y de reconocimiento de su realidad nacional diferenciada, sin por ello acallar o tratar de quitar hierro a los diferentes proyectos pol¨ªticos y sociales que existen claramente en esa coalici¨®n temporal y precaria. No es f¨¢cil. Pero precisamente por eso el texto aprobado el pasado viernes sirve de punto de llegada y de salida, demostrando (aunque sea con retraso y con muchas plumas perdidas por el camino) una madurez pol¨ªtica significativa. La indeterminaci¨®n en la que entramos no debe angustiarnos. Lo angustiante ser¨ªa lo contrario, un pa¨ªs en el que ni el poder, ni el derecho, ni el conocimiento estuvieran en cuesti¨®n. Si la representaci¨®n de las distintas fuerzas pol¨ªticas catalanas mantiene esa tensi¨®n unitaria y diversificada, y se mantiene un apoyo social y pol¨ªtico significativo de la poblaci¨®n catalana a las potencialidades de mejora para una gran parte del pa¨ªs que el texto contiene, las posibilidades de avanzar no son desde?ables, ya que la confluencia pol¨ªtico-territorial que expresa el liderazgo renovador de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero puede ser decisiva. Pero m¨¢s all¨¢ de la coyuntura pol¨ªtica, nos convendr¨ªa recordar que la democracia ofrecer¨¢ siempre m¨¢s perspectivas de integraci¨®n pol¨ªtica a trav¨¦s del conflicto permanentemente presente que a trav¨¦s de un consenso que atenace y acalle disidencias y diferencias.
Joan Subirats es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la UAB.
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